Seis pueblos blancos de Andalucía para disfrutar en verano

Verde y blanca es la bandera de Andalucía. De blanco están, de hecho, encaladas las ciudades y los pueblos más bellos de la región.

zuheros, andalucia
zuheros, andalucia / compuinfoto

He aquí seis de los más bellos pueblos andaluces donde el verano es una tentación irrenunciable para los viajeros más despiertos.

Zuheros

Zuheros, Andalucía

Zuheros.

/ compuinfoto / ISTOCK

Zuheros es un pueblo de cuento, recostado sobre un cerro calizo frente a un mar de olivos. Es uno de los lugares más encantadores de Andalucía, ejemplo perfecto del pueblo sureño, de la arquitectura popular, la cal, el sol y el geranio. Puerta de entrada a la comarca cordobesa de la Subbética, Zuheros se resume en un puñado de calles y plazas que ejercen de miradores hacia la campiña olivarera y la sierra. Las calles principales del pueblo están decoradas con casonas dieciochescas de portadas adinteladas y ventanas encerradas con artísticas rejas. La plaza principal de Zuheros recibe el agraciado nombre de La Paz.

Arcos de la Frontera

Arcos de la Frontera, Cádiz.

Arcos de la Frontera, Cádiz.

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Cal, romanticismo y leyenda. No hay palabras que mejor definan Arcos de la Frontera, una de las ciudades más emblemáticas de la provincia de Cádiz. Arcos es, por encima de todo, el prototipo de los pueblos blancos del Sur. Su barrio viejo es entrada y salida a una de las rutas turísticas más fascinantes de España, aquella que llega hasta Ronda entre los caminos y veredas que discurren por las rugosas sierras de Cádiz y Málaga. Los viajeros románticos del XIX fijaron sus ojos y sus plumas en esta localidad de calles estrechas y tortuosas, recostadas sobre un áspero cerro, abrazado a las caudalosas aguas del río Guadalete.

Casares

Casares, Málaga.

Casares, Málaga.

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Prototipo de los pueblos blancos malagueños, emparentado con las vecinas villas gaditanas donde los románticos comprendieron el significado de la cal, la luz y la arquitectura andaluza, Casares arracima su intrincado caserío entre los últimos pliegues de la Serranía de Ronda, en el borde oriental del Campo de Gibraltar, con el Peñón allá a lo lejos. Lo más bello es la irregularidad de sus calles, de sus plazas, la belleza que desprenden sus casas de arquitectura sencilla y sin pretensiones. Hay miradores donde el viajero se queda largo rato observando las proporciones cúbicas del caserío, las azoteas, las tejas árabes sobre las aguas de los techos.

Iznájar

Iznajar, Cordoba
Iznajar, Cordoba / PABLO UTRILLA / ALAMY

Las aguas del mayor embalse de Andalucía lamen la base del cerro en el que se refugia Iznájar. El apretado caserío de esta villa cordobesa sobrevuela las tierras meridionales de la serranía subbética. Su reguero de callejuelas empinadas se remansa en estrechas plazas y en miradores naturales abiertos a un paisaje de agua, valles y olivos preñados de leyendas medievales. Si los adarves del castillo y las calles que contornean la iglesia de Santiago brindan, aquí y allá, sugerentes perspectivas de los contornos, la mejor vista del conjunto amurallado y el casco histórico de Iznájar se obtiene desde el mirador de la Cruz de San Pedro.

Zahara de la Sierra

Zahara de la Sierra, Cádiz.

Zahara de la Sierra, Cádiz.

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Zahara de la Sierra es la puerta de entrada al Parque Natural de la Sierra de Grazalema que tiene el honor de ser el lugar donde más llueve de España y de contar entre sus especies botánicas con el pinsapo, un abeto de extraordinario porte heredero directo de las primeras glaciaciones sobre el planeta. Su castillo y sus calles son una herencia de la cultura árabe que durante siglos estableció por estos lugares la frontera entre las tierras cristianas y al-Andalus. Su caserío está milagrosamente conservado. El trazado de las calles y de las pequeñas plazas que se asoman hacia el valle que dibuja el embalse responde al origen de la ciudad misma.

Frigiliana

Frigiliana

Frigiliana, Málaga.

Frigiliana es sobre todo sus calles y sus plazas, el encanto de sus rincones, la cal de las fachadas, el azul que subraya las ventanas y la entrada de los vestíbulos y los zaguanes. Son sus arcos, sus callejones sin salida, las escaleras que suben y que bajan, las macetas que perfuman el paseo y los arriates por donde trepan loa jazmines, los geranios y las madreselvas. La calle Real es la vía principal del pueblo y por encima de ella discurre otra calle paralela, tan llena de encanto como esta. La iglesia de San Antonio se halla a un lado de la calle Real.

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