San Cristóbal de la Laguna (Tenerife)

En las calles de San Cristóbal de la Laguna (Tenerife) cualquiera pensaría estar en la América colonial. Esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1999, fue un modelo a seguir en el Nuevo Mundo. El repertorio de iglesias, conventos, palacios y casas se admira también en villas insulares como La Orotava, Icod, Garachico o Santiago del Teide.

Hasta el siglo XVIII San Cristóbal de La Laguna fue la capital de Tenerife.
Hasta el siglo XVIII San Cristóbal de La Laguna fue la capital de Tenerife.

El arquitecto italiano Leonardo Torriani levantó, hacia 1588, un plano de San Cristóbal de la Laguna, la ciudad fundada por el conquistador y primer Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, en el tinerfeño valle de Aguere, junto a una laguna que sólo sería drenada en 1837.

El plano de la ciudad actual sigue siendo esencialmente el mismo. Era la primera población moderna que se implantaba en la isla, una ciudad organizada o planificada como territorio, como remedo de la polis platónica, abierta, sin murallas medievales ni defensas agobiantes; una ciudad para la ciudadanía, para la convivencia y las nuevas inquietudes e ideales que arrastraban las ideas renacentistas. Este modelo fue exportado a las tierras americanas recién conquistadas, como también lo fueron sus avances arquitectónicos.

En La Laguna se ha conservado de manera casi milagrosa no sólo la planta, también una asombrosa cantidad de edificios nobles y humildes, los cuales, arropados por una vegetación tropical, confieren a la urbe ese aire de parentesco con lo americano. Tal vez tenga parte de culpa en esa constancia el hecho de que a finales del XVIII la capitalidad de la isla fuese transferida a Santa Cruz, si bien La Laguna siguió siendo capital académica (con la universidad más antigua de Canarias, de 1742) y sede episcopal de la diócesis nivariense. Se ha conservado mucho, y desde que fue declarada Patrimonio de la Humanidad el casco antiguo está siendo objeto de continuas mejoras. Gran parte de él se ha peatonalizado, se han adquirido y restaurado edificios, destinándolos a usos públicos o confiándolos en ciertos casos a instituciones y empresas que se encargan de darles una función y mantenerlos.

No sólo es una ciudad a escala humana, es que tiene, además, mucho de ciudad humanista, en sentido a la vez histórico y lato. El centro totalmente descentrado es la Plaza del Adelantado, donde se arraciman las Casas Consistoriales y el grupo más nutrido y evocador de inmuebles históricos.

Claustro renacentista

De ese cogollo cívico parten varias calles oblongas, paralelas, cortadas por vías transversales que dan al plano su aspecto de damero algo irregular. Las dos calles principales son la antigua Calle Real (actual San Agustín) y La Corredera (actual Obispo Rey Redondo). Ambas desembocan en el polo opuesto que cierra el trazado: la iglesia matriz de la Concepción, la primera parroquia tras la conquista.

A esas dos arterias se asoman los principales conjuntos y edificios. Como el antiguo convento de San Agustín, cuya iglesia ardió en 1964 y que aloja ahora el Instituto de Canarias Cabrera Pinto; uno de sus dos claustros es el mejor de estilo renacentista de Canarias. En la misma calle se encuentran palacios como el Lercaro, convertido en Museo de Historia de Tenerife. Alejado de ese raíl de calles, el antiguo conjunto de Santo Domingo (el convento, aprovechado por la Junta Canaria, la iglesia, con recuerdos del jesuita P. Anchieta, fundador de São Paulo), el monasterio de San Juan (o clarisas, de fuerte sabor colonial) y el monasterio de San Francisco, o del Cristo, ya que allí se guarda el célebre Cristo de la Laguna , talla gótica que es la imagen más venerada del archipiélago, envuelta en un chaparrón de plata americana. A estos conventos y templos -sin olvidar la catedral neoclásica- habría que sumar las capillas urbanas y de cruces, las ermitas, las demás iglesias y parroquias, los palacios, las casas nobles (con patio, generalmente) y las casas terreras de la gente humilde, de un solo piso y ventanas de guillotina; más todo el riquísimo repertorio que dejó el siglo XX: edificios racionalistas y regionalistas (como el Casino o el teatro Leal), así como las últimas intervenciones con que se va remendando, de una manera digna, la carnadura urbana: edificios públicos como la Facultad de Derecho, el Colegio Mayor San Agustín, viviendas de profesores, y también algunas casas privadas, que estaban completamente roídas por el paso del tiempo y los yerbajos crecidos con insolencia sobre las tejas.

Nobleza histórica

Esta ruta de sabor americano se prolonga en La Orotava, que bien pudiera haber sido declarada igualmente Patrimonio de la Humanidad. De la iglesia de la Concepción, que parece brotada de un diseño de Bramante, sube en épica cuesta una calle, la de San Francisco, cuajada de casonas, balcones, palacios y antiguos molinos de agua que, al caer la tarde, esfumados los numerosos turistas, conforman una pura estampa andina. También la localidad de Icod de los Vinos esconde muchos rincones de nobleza histórica, además de los vinos (que tanto trajín y animación le dan, gracias al gancho de las degustaciones) y, por supuesto, del drago milenario.

Garachico, que fue puerto importante y ocupa una geografía singularmente atractiva, perdió casi todo lo antiguo con la explosión del volcán Chinyero, en el año 1706.

Sobre su cogote, en plena sierra, Santiago del Teide se regodea en el epíteto de villa histórica, pero conserva más bien poco; lo más llamativo es sin duda la Casa del Marqués, cuya apertura como museo y hotel se acaba de producir. La pureza del aire serrano presenta allí un filo andino; abajo, en el puerto de Santiago, el largo acantilado de Los Gigantes (más de ocho kilómetros) constituye una de las más sorprendentes visiones de estas islastrampolín del Nuevo Mundo.

Dormir

Al final de la ruta, el hotel Barceló Santiago ocupa uno de los lugares más bellos y tranquilos de la isla, con vistas al friso deslumbrante de Los Gigantes. El hotel acaba de ser remodelado con diseño depurado, y a sus terrazas, jardines y piscinas suma un spa abierto a no residentes (La Hondura, 8. Puerto Santiago. Tel: 922 86 09 12. E-mail: santiago@barcelo.com).

Comer

En La Laguna, Casa Maquila (callejón de Maquila. Tel: 922 25 70 20) ofrece recetas caseras de la isla en un ambiente popular; también es recomendable, por el sitio, la terraza del Casino. En Garachico, el restaurante del hotel San Roque (Esteban de Ponce, 32. Tel: 922 13 34 35) es una casona tradicional llena de encanto y con cocina muy cuidada.

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