Sajonia: atracón de verde en Alemania

La región de Sajonia en Alemania presume de su rico patrimonio histórico visible en sus monumentos y museos. Como en Dresde y Leipzig, las dos ciudades más pobladas del este germano, o en Görlitz, una joya escondida junto a la frontera polaca muy vinculada al mundo del cine. pero también sus paisajes naturales y sus montañas rocosas invitan a tomar la bicicleta o a practicar senderismo.

Alemania, verde, natural

Paseo en piraguas e incluso en góndola por el Karl Heine Canal.

/ Eduardo Grund

Cada año que pasa, Dresde, la bella y tantas veces alabada Florencia del Elba, va recuperando su antiguo esplendor. El de una ciudad con ocho siglos de existencia que fue la más arrasada de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Para los alemanes esta eterna ciudad en obras enclavada en el corazón de Sajonia, de poco más de medio millón de habitantes, ha repuesto gran parte del alma que perdió tras ser bombardeada brutalmente entre el 13 y 14 de febrero de 1945 cuando la guerra estaba decantada del lado aliado. Ese bombardeo provocó la destrucción de la ciudad y más de 30.000 muertos.

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Mapa de la ruta verde por Sajonia

/ VIAJAR

Aunque esos trabajos siguen aún presentes y parece que nunca terminan en el Altstadt, la capital del estado de Sajonia ha vuelto a disfrutar de su fantástico casco medieval. La Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora), su templo protestante favorito, fue inaugurado el 30 de octubre de 2005 tras una restauración que superó los 130 millones de euros con donaciones del pueblo incluidas y su plaza anexa, en la que se alza la figura de Martín Lutero, ha sido testigo de cómo un gran número de edificios han sido levantados a su alrededor manteniendo un encanto y un orden arquitectónicos. Todos ellos en torno a la punta de cobre de su cruz de oro en lo alto del templo, el gran símbolo de la conciencia protestante.

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Ciclistas llegando al Zwinger de Dresde, el palacio barroco situado en el casco antiguo.

/ Eduardo Grund

Un paseo por el Casco Viejo

En realidad, todo el Altstadt o casco viejo de la ciudad merece un tranquilo paseo para saborear esta gran joya barroca germana. Ya desde el puente de Augusto se puede percibir el encanto de una resucitada Dresde,“cambiada como nadie podía imaginar desde 1995”,según nuestra guía Christine, con la silueta de todos los edificios históricos a orillas del Elba. Da igual mirar hacia un lado o hacia el otro, todo desprende una gran belleza. A la derecha, la iglesia católica Hofkirche, que construyó Augusto el Grande (1670-1733) tras ser coronado rey de Polonia, con su torre de 83 metros de altura; el Palacio Residencial y la famosa Ópera Semperoper, también renovada, en la plaza del Teatro; a la izquierda, sobre un romántico balcón que mira al río (la terraza de Brühl) y que Goethe llamó el balcón de Europa, la Sinagoga, el Albertinum, la Frauenkirche, el antiguo Parlamento de Sajonia, la torre del Ayuntamiento…

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Vista de la Theaterplatz de Dresde, con el monumento al rey sajón Johann.

/ Eduardo Grund

Al cruzar el puente hay que dirigirse al Palacio Residencial, un histórico edificio que se empezó a construir en el siglo XVI donde se custodian las impresionantes colecciones de arte de Augusto el Fuerte (Augusto II): el gabinete de grabados en cobre, la biblioteca de arte y, sobre todo, el legendario museo con el gran tesoro del más importante príncipe elector de Sajonia.

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Barcos de vapor por el cauce del Elba.

/ Eduardo Grund

En la nueva Grünes Gewölbe (la Bóveda Verde) se puede admirar el trabajo de los grandes joyeros de la época con todo tipo de metales preciosos, plata, ámbar-marfil-piedra, y otras joyas, pero todas las miradas se centran en el diamante verde más grande del mundo o la famosa Corte de Delhi, con 137 figuras de oro entre más de 3.000 piezas de un tesoro comparable al de la Torre de Londres, el Louvre en París o el Ermitage en San Petersburgo. Milagrosamente esta legendaria colección, significativa también por sus exhibiciones de armas, trajes ceremoniales y piezas de arte otomano, sobrevivió al paso de las décadas, las numerosas guerras, los reiterados saqueos e incluso a la destrucción de la Residencia en 1945 y al transporte de la colección a la Unión Soviética, donde permaneció hasta el año 1958.

Salón de fiestas al aire libre

Abandonando el palacio hay que echar un vistazo al Desfile de los príncipes, un monumental mosaico de casi 25.000 azulejos que mide 102 metros, donde se recogen escenas de los diferentes soberanos de la dinastía de los electores de Wettin, y después acercarse al Zwinger (La Ronda), el auténtico salón de fiestas al aire libre de Augusto el Fuerte, en el que merece la pena realizar dos visitas: la Colección de Porcelana, se dice que la mejor del mundo, y la nueva Pinacoteca de los Maestros Antiguos con obras de Canaletto, Rubens, Vermeer, Rembrandt, Murillo o Goya. En su interior se pueden admirar los famosos angelitos de la Madonna Sixtina de Rafael, cuadro por el que el rey Augusto III pagó 20.000 ducados en 1754, toda una fortuna para la época.

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Fortaleza de Königstein

/ Eduardo Grund

La visita se puede terminar con un paseo por las siempre concurridas calles de la ciudad más al norte de la Alemania del Sur en la Neustadt, con numerosos establecimientos típicos para saborear la gastronomía sajona y varias casas de tapas, muy de moda en los últimos tiempos, sus áreas más bohemias y sus muestras de street art en el Kunsthofpassage, cinco patios con los mejores grafitis de la ciudad. Es este el barrio alternativo de Dresde y cuenta con más de 150 bares y restaurantes. Otra opción pasa por realizar un recorrido en barco por el valle del Elba en las embarcaciones de la más antigua flota de vapores de rueda del mundo. Al menos hasta Meissen, una asombrosa ciudad medieval que alberga su famosa manufactura de porcelanas establecida en 1709.

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Vista de la ciudad de Meissen, con el castillo de Albrechtsburg al fondo.

/ Eduardo Grund

Apenas una hora en coche desde Dresde basta para acercarnos a Bastei, el icono natural más famoso de la región sajona. Se trata de un puente construido en 1851 con roca arenisca, de 76 metros de largo, sobre un barranco de 40 metros que se ha convertido en el mirador más famoso del río Elba y del sistema montañoso del Elbsandsteingebirge, una formación única que se extiende hasta la República Checa. Englobado en el Parque Nacional de la Suiza Sajona, es este el hogar de numerosas especies (murciélagos, búhos, halcones…) y un auténtico paraíso para los montañeros, pues pueden encontrar dentro de su perímetro 755 rocas de escalada y 12.000 rutas de ascenso, además de 400 kilómetros de senderos señalizados.

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Terraza frente a la Ratsapotheke de Görlitz.

/ Eduardo Grund

De camino al este, en dirección a Polonia, se hace inevitable una parada en la fortaleza de Königstein, aunque sea solo para admirar en lo alto de un gran risco sus cañones vigilantes y las hermosas vistas de uno de los meandros del Elba. El recinto amurallado, de casi dos kilómetros, fue utilizado durante siglos como una prisión y en la actualidad es una de las atracciones turísticas más importantes de Sajonia, recibiendo cerca de 700.000 visitantes al año.

Görliwood, de cine

Espera una ciudad increíble y poco conocida: Görlitz, popularmente llamada Görliwood, porque en sus calles increíblemente conservadas y sus principales monumentos se han rodado más de 100 películas, entre ellas, La vuelta al mundo en 80 días, La ladrona de libros, El Gran Hotel Budapest, Malditos bastardos o El lector. En realidad este set urbano y cinematográfico formaba parte de una ruta de mercaderes en la que esta ciudad monumental brillaba junto a la frontera con Polonia (Zgorzelec), a la que estaba unido por un puente de 100 metros de longitud que desde 2007 puede ser cruzado libremente.

Por una lado, la Vía Regia de Görlitz enlazaba Compostela con Kiev y, por otro, este punto era la ciudad clave que conectaba los puertos del norte de Alemania con los Balcanes. De ahí que surgieran en su casco viejo edificios grandiosos como el Ayuntamiento con su torre campanario, desde el que se divisa todo el conjunto histórico, y su rincón más romántico, la Rathaustreppe, las escaleras donde los recién casados se hacen sus primeras fotos. Tanta fue la riqueza de esta ciudad que hoy se pueden visitar 35 casas hall de antiguos comerciantes y recorrer casi 4.000 edificios históricos —no perderse la Barockhaus con su librería, que guarda 140.000 piezas desde 1501— que permanecieron en el olvido tras la Segunda Guerra Mundial en esta esquina de la vieja Alemania.

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Detalle de la fuente Mendebrunnen en la Augustusplatz de Leipzig.

/ Eduardo Grund

El broche final del viaje por tierras sajonas en encuentra en Leipzig. La Estación Central, la estación terminal ferroviaria más grande de Europa, es un magnífico punto de partida para iniciar el recorrido por esta hermosa ciudad desde la que partió el primer tren de larga distancia en Alemania (1839) y su nueva estación llegó a contar con dos administraciones simultáneas hasta 1934: una prusiana y otra sajona. Hoy esta estación de casi 300 metros de anchura, tan grande que se dice que por su capacidad dentro de ella podría entrar el Titanic, cuenta con 26 andenes recubiertos de arcos de acero, desde donde parten trenes hacia toda Alemania, y un centro comercial repleto de tiendas y servicios.

Ciudad universitaria desde 1409 y con un carácter marcadamente comercial, pues se trata de la ciudad ferial más antigua de Alemania, Leipzig fue un punto neurálgico para la circulación de mercancías en el corazón de Europa, tanto por su Vía Real, que se iniciaba en Kiev y llegaba hasta Santiago, como por la conocida como Vía Imperial, que procedía de Escandinavia y tenía como punto de destino Italia.

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Vista de la Augustusplatz con el Paulinum y el rascacielos City-Hochhaus.

/ Eduardo Grund

En la actualidad, los palacios de ferias del casco antiguo y sus pasajes son las herederas de las antiguas lonjas medievales y una de las principales atracciones para los paseantes que se acercan hasta Leipzig. Uno de ellos, el Pasaje Mädler, donde en el siglo XVI se encontraba la Bodega de Auerbach que frecuentaba Goethe, joven estudiante en esta ciudad durante tres años, fue escenario de algunas partes de su famoso Fausto. Dos esculturas, situadas delante de las escaleras de entrada al que es en la actualidad un restaurante muy recomendable por su tipismo, recuerdan la escena de los estudiantes.

Al lado del pasaje se halla el Foro de Historia Contemporánea de Leipzig, que muestra cómo fue la oposición y la resistencia de la RDA en la más reciente historia de Alemania, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, y enfrente sobresale la estatua de Johann Wolfgang von Goethe, junto a la vieja Bolsa, quizá el edificio más bello de la ciudad, señala el camino de la Iglesia de San Nicolás, escenario de las manifestaciones de 1989 que cambiaron el mapa de Europa en el siglo XX.

Alemania, verde, natural
Alemania, verde, natural / Eduardo Grund

Muchos de aquellos hombres desaparecieron y sus fotos fueron colocadas por sus familiares en las ventanas exteriores del templo. Ahora estas ventanas enrejadas pasan casi desapercibidas ante la deslumbrante belleza de las columnas convertidas en palmeras dentro y fuera del templo.

Al pasear por este Leipzig moderno y desarrollado el visitante se percata de la gran vitalidad de esta ciudad histórica también recuperada con una enorme vinculación hacia la música. Bach y Mendelssohn constituyen los principales referentes musicales de Leizpig, aunque hay otras figuras como Wagner, Grieg, Schumann o Mahler, también muy enraizados en la ciudad. Los dos primeros cuentan aquí con un par de museos dedicados a su memoria y encabezan la Ruta de las Partituras, diseñada junto a las dos grandes salas de la ciudad, la Ópera y la Casa de la Música (Gewandhaus), y un puñado de cafés, que frecuentaron los músicos más famosos que residieron en su casco viejo.

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El puente de Bastei entre las montañas de arenisca del Elba.

/ Eduardo Grund

En el museo dedicado al que fuera organista de Leipzig y responsable musical de todas las iglesias de Leipzig se pueden escuchar todas las grabaciones de este compositor y cantor a lo largo de la historia. Enfrente de este edificio, que fue la casa de un amigo de Bach, se halla una estatua, siempre abarrotada de turistas, y la entrada de la Iglesia de Santo Tomás, que conduce a la tumba del músico y al escenario donde viernes y sábados actúa el famoso coro de Santo Tomás. Otro clásico de Leipzig, con su centenar de jóvenes menores de 18 años vestidos de marineritos, que celebró sus 800 años en 2013.

El museo en honor de Mendelssohn abre en la última residencia del músico fallecido en Leipzig en 1847. Este edificio estuvo abandonado en los tiempos de la RDA, pero ahora se puede admirar con algunos muebles originales en su primer piso. La mayor sorpresa del museo es que cualquier visitante puede sentirse un director de orquesta en un simulador con 13 altavoces que simbolizan los principales instrumentos musicales. Hay otros Leipzig muy interesantes distribuidos por la ciudad. Como el que nos muestra la cara más desvergonzada y alternativa que sigue los pasos de su admirado Berlín.

En el entorno de Plagwitz, una zona abandonada y marginal en los noventa, ha crecido un nuevo barrio lleno de jóvenes donde galeristas, artesanos en Tapetenwerk, kayakistas, ciclistas e inclusos viejos hippies se confunden junto a una red de canales, con rincones románticos en el Karl Heine Kanal, restaurantes de buena comida sajona o china, si se busca algo más exótico y económico, y fachadas llamativas que compiten en el street art de la ciudad. A pie o en bici la excursión nunca defrauda y mucho menos si la terminamos en el Spinnerei, la antigua fábrica de algodón, con decenas de artistas, galeristas, cafés, cine, teatro y un singular hotel.

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