Safaris en la nieve al estilo Sami

Un espeso manto blanco cubre por completo la estación de Saariselkä, la zona más seductora de Finlandia, mientras los trineos de renos, eternos compañeros de los sami, el pueblo originario de estas latitudes, pasean a visitantes venidos de todos los rincones del planeta. Una naturaleza amplia, prístina y serena es el envolvente escenario de estos fascinantes "safaris blancos" y de muchas otras actividades propuestas para disfrutar al máximo de la temporada de nieve que aquí se inicia a finales de octubre y que dura hasta mayo.

Safaris en la nieve al estilo Sami
Safaris en la nieve al estilo Sami

La Laponia Finlandesa, con sus casi cien mil kilómetros cuadrados, ocupa un tercio del país, y la mayor parte del año se haya envuelta en nieves. Pasados 28 kilómetros del Círculo Polar Ártico, hacia el noreste, se ha desarrollado el complejo turístico más septentrional de Europa, la estación de esquí más de moda, Saariselkä, un poblado situado en un paraje silvestre, junto al Parque Nacional Urho Kekkonen, de 255.000 hectáreas lindando con la frontera rusa. La mayoría de los 300 habitantes de Saariselkä se dedican a atender al medio millón de turistas que acuden cada año ávidos de nieve, naturaleza y experiencias diferentes. Aunque hay actividades todo el año, la temporada estrella coincide con la época de nieve. Los propios finlandeses acuden con frecuencia a empaparse del sosiego que se respira en estos bosques imperturbables.

Se pueden elegir sugerencias variadas para cada día, todas basadas en el contacto con la naturaleza. Los clásicos pueden decantarse por la práctica del esquí en todas sus modalidades, con doce pistas y seis telesillas a su disposición, y alquiler de equipos completos, aunque aquí lo que resulta popular es el esquí de fondo por una red de senderos que suman 240 kilómetros en total, 40 de los cuales brindan paseos nocturnos... Más originales todavía son los llamados safaris, ineludibles reclamos para penetrar los bosques al estilo sami, conduciendo trineos de huskies, dejándose llevar por renos o manejando motos de nieve.

Una misma idea pero tres formas muy distintas de practicarla. Cualquier principiante aprende rápidamente a llevar una moto de nieve por recorridos que pueden durar unas pocas horas o extenderse hasta los confines del Océano Ártico a través de blancos páramos, intrincados bosques, ríos y lagos congelados y altiplanos de la tundra. En este caso el contacto con la naturaleza es más efímero, ya que la velocidad y el equipo aíslan un tanto del entorno. Cuando se elige el safari de trineo de perros, a la experiencia hay que añadirle la fascinación del contacto con estos inteligentes y tenaces animales que ya se empleaban en Siberia hace tres mil años. Los trineos suelen estar ocupados por dos personas: la que lo lleva, de pie en la parte posterior, y la que va sentada, prácticamente a ras de suelo, para servir de contrapeso.

Los recorridos se efectúan bajo la supervisión de expertos guías e incluyen paradas para descansar y calentarse con una taza de café, o almuerzos al aire libre alrededor de un fuego de campamento, en cabañas intrincadas en el bosque o en kotas (los tipis indígenas), y siempre hay ropa adecuada y accesorios disponibles para quien no lleve suficiente abrigo.

En los paseos de trineos que son tirados por renos se ofrece incluso una pequeña capa azul de estilo sami, con lo que, además de protegerse del frío, se consigue que la comitiva no desentone, manteniendo ese aspecto tan peculiar que le otorgan los samis al paisaje cuando visten sus llamativas indumentarias, esos trajes de azul intenso adornados con cintas de vivos colores, amarillas, rojas y verdes, los preciosos gorros de picos y las cómodas botas de piel.

En Laponia sigue viva la cultura de los samis, el único pueblo europeo que conserva lazos firmes con sus remotos orígenes gracias a una fortaleza innata, a su sosegada tenacidad y a la capacidad para superar todo tipo de pruebas, cualidades forjadas por la severidad y el rigor de la climatología de estos parajes. Existe un vocablo finés, sisu , que significa algo así como " tesón " o " determinación ", precisamente una de sus palabras determinantes... Los samis vivieron de la caza y la pesca hasta el siglo XVI, época en la que se iniciaron en el nomadismo tras los rebaños de renos, a la vez que condescendían con el inicio de una exigente cristianización. Hoy la comunidad sami se extiende por un vasto territorio norteño que incluye partes de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Suman una comunidad de 75.000 personas, de las cuales unas 8.000 están instaladas en el norte finlandés. La cría de renos sigue siendo su principal actividad, aunque ya no son del todo nómadas. El reno es medio de transporte, se emplea como bestia de carga, se aprovecha su piel y se cocina de mil maneras distintas como base principal de una dieta que también incluye al salmón, el otro alimento esencial en todas las cartas.

Hoy los samis amalgaman sus ancestrales conocimientos con la más alta tecnología -informática sin cables, motos de nieve y helicópteros para controlar sus rebaños- y, como en otros sitios, están comprobando cómo la industria del turismo pasa a convertirse en sustento y apoyo de su continuidad. Hasta 1913 no se completó la primera carretera hacia esta zona: los traslados hasta principios del siglo XX se efectuaban con renos en invierno, y a pie o en barca durante el verano. La colonización finlandesa, que padecieron desde principios del XIX, no siempre fue respetuosa, pero se puede decir que convivieron en armonía y que el carácter civilizado de unos y otros terminó por imponer un gran respeto hacia su identidad.

Desde 1972 disponen de Parlamento propio, han diseñado una bandera y tienen garantizados sus derechos de pueblo indígena, así como el uso de su idioma. Para preservar la herencia cultural y espiritual de este pueblo se creó en Inari el Museo Siida (www.siida.fi), un edificio dedicado a recuperar la memoria sami junto a un espacio abierto que, en época de buen tiempo, dedica siete hectáreas a explicar métodos tradicionales de caza, pesca y vida nómada.

En el término municipal de Inari se agrupan unos 2.000 samis, la mayor concentración de toda la Laponia Finlandesa. Situada junto a uno de los mayores lagos de Finlandia, el Inarijärvi, esta localidad ofrece las mejores oportunidades para adquirir artesanía sami, telas y cintas tejidas en telares manuales, joyas populares de plata y cuentas, figuras y utensilios de madera, de hueso y de asta, las redondeadas tacitas con asa de madera clara pulida, y los afamados cuchillos de campo con su funda de cuero, imprescindibles para cualquier sami que se precie.

La Laponia Finlandesa es una tierra de fuertes contrastes que, aunque en comparación con latitudes similares resulta algo suavizada por la influencia de los golfos del Báltico, propicia un clima único de temperaturas bruscas y extremas. Sin embargo, esta rudeza, que en principio asusta, se convierte por arte finlandés en un atractivo más al ser aprovechada para crear, entre otras originalidades, bares, hoteles, restaurantes y demás edificios de hielo, una idea cada vez más de moda que demuestra la capacidad de estas gentes para transmitir a otros el amor intenso que sienten por su país y su honda comprensión de los largos y blancos inviernos, reflejada en un vocabulario que cuenta con 15 palabras específicas y diferentes para nombrar al hielo y otras 16 para la nieve.

Entre los alojamientos más sorprendentes destaca el Hotel Kakslauttanen, a 10 kilómetros al sur de Saariselkä, que ofrece, frente a sus clásicas y acogedoras cabañas de madera, la posibilidad de dormir en dos tipos de iglús construidos a orillas de un lago helado. La mayoría de ellos aparecen curiosamente adosados entre sí, formando una especie de edificio fluctuante de nieve, con una hilera de puertas en su fachada principal y temperaturas interiores de entre 2 y 6 grados centígrados bajo cero, en las que se puede incluso descansar, tapándose hasta las orejas con cálidos sacos, sobre camas de hielo cubiertas por unas gruesas pieles de reno. Toda una vivencia.

El otro modelo de iglú consiste en una reinterpretación a base de paneles triangulares de cristal que conservan la primitiva forma redondeada, a la vez que permiten el uso de calefacción, y se abren a visiones celestiales de los cambiantes cielos nórdicos y a la sensación de verse literalmente rodeado por ingentes cantidades de nieve. Parejas de japoneses acuden esperanzados a estos originales aposentos convencidos de la leyenda que les augura unos hijos varones sobresalientes si los conciben bajo una aurora boreal. Pero volvamos de nuevo al paisaje. Lo espléndido de estos parajes no reside principalmente en la geografía, de montañas bajas y de líneas suaves, amplios páramos mesetarios y ordenados bosques de coníferas; el drama exquisito de estos confines lo otorga la rareza de las luces, los tenues azulados, los grises perlados, los suaves rosas teñidos de amarillo pastel, que se esparcen como velos sobre los días, y la rápida caída de las noches, de un índigo profundo y tembloroso que, de pronto, se cubre con una infinidad de estrellas dejando al descubierto el perfil completo de la bóveda celeste.

En lo más profundo del invierno -que aquí llaman kaamos -, desde el 7 de diciembre al 17 de enero, el sol desaparece casi por completo. Sin embargo, la tierra no queda huérfana en total oscuridad porque la nieve refleja sutilmente los brillos lejanos de la luna y las estrellas transformando la vida en una especie de sueño casi mágico, casi irreal... Por contraste y para compensar, el sol de medianoche perdurará suspendido sobre el horizonte, sin llegar a abandonarlo nunca, desde el 24 de mayo hasta el 20 de julio.

Una de las sorpresas de estos extraños cielos es el fenómeno de las auroras boreales. Científicamente consiste en una lluvia de partículas procedentes del espacio que al cruzar la atmósfera colisionan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno de las capas inferiores provocando un desprendimiento de energía de forma lumínica. Pero, según los antiguos lapones, en realidad se trata de un viejo zorro ártico que durante sus vagabundeos por la blanca tundra levanta con su cola chispas y copos al rozar la nieve. Venga de donde venga, la estremecedora visión de una Aurora Borealis a nadie deja indiferente, destellos danzantes coloreados de azufre ondean como un mar de fuego en el horizonte mientras la nieve de pronto se ilumina con reflejos asombrosos. Absolutamente impredecible, este majestuoso espectáculo puede contemplarse con suerte, y con mucha paciencia, desde finales de enero hasta pasado el mes de abril. Conseguir fotografiarla supera el reto de verla. Las mejores tomas obtenidas llenan páginas enteras de libros. En algunos hoteles tocan campanas de aviso en caso de aurora boreal a la vista.

Así son las cosas en la Laponia Finlandesa: impredecibles, diferentes, cautivadoras... En esta delicada región donde la dulzura de las luces del invierno se desvanece en sedosas sombras y donde el frío ha impuesto una capa de silencio espeso todavía abunda uno de los lujos más escasos de nuestros días, el espacio, el silencioso espacio lapón, garante de una paz envolvente e inquebrantable.

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