Al Jabal Al Akhdar o Jebel Akhdar, la “Montaña Verde” de los montes Al Hajar del norte de Omán, es un rincón fascinante de la península arábiga en el que el desierto y la aridez cohabitan entre espectaculares formaciones del relieve, haciéndonos pensar, de manera equívoca, que su nombre no es el más acertado.
Sin embargo, estas tierras ocultan uadis de los que emergen terrazas escalonadas en laderas aparentemente imposibles para el cultivo, mostrándonos una riqueza cuya joya por excelencia es la rosa de Damasco, la antiquísima y delicada flor de la que surge la apreciada agua de rosas.

Paisajes que impresionan con culturas ancestrales, la combinación perfecta para una experiencia de viaje excepcional.
Gargantas del desierto
La grandiosidad del macizo de Al Jabal Al Akhdar, las arenas de Wahiba y la meseta de Saiq confluyen en esta parte del mundo bajo los límites territoriales de Omán, exponiendo de forma sobresaliente la espectacularidad de los paisajes de esta franja climática de duras condiciones para la vida del ser humano.

La roca estéril convive en Jebel Akhdar con terrazas y huertas que coexisten aún gracias a métodos de riego tradicionales como el sistema de irrigación falaj, que convierte en un fenómeno casi milagroso la carencia de prolongados periodos de lluvias de la zona.
Aquí los paisajes son majestuosos, conformados por relieves colosales personificados en gargantas, uadis, pueblos con casas de barro que se ciernen sobre precipicios, cuevas naturales y cultivos tan diversos como rosas, almendros, nogales, olivos, granados o melocotoneros.

Los algo más de ciento cincuenta kilómetros que separan esta zona de la capital del país no son obstáculo para llegar hoy en día a esta aparentemente inhóspita y accidentada región de las montañas de Al Hayar, con alturas medias que superan los dos mil metros sobre el nivel del mar y una altura máxima que sobrepasa los tres mil metros.
Llegar hasta aquí resulta una grata sorpresa al descubrir uadis como el de Nakhr o Bani Habib y pueblos como el mismo Bani Habib, Al Agar o Al Ayn, mientras los desfiladeros amenazan desde las alturas creando panorámicas de montaña verdaderamente bellas que pueden ser admiradas desde miradores como el que asombró célebremente a la princesa Diana y Carlos de Inglaterra a mediados de los años ochenta.

La apreciada rosa de Damasco
Las terrazas de Jebel Al Akhdar se ven inundadas de árboles frutales durante todo el año pero, solo unos pocos meses, de marzo a mayo, el color de las rosas de Damasco hace acto de presencia acaparando el protagonismo. La flor, originaria de Oriente Medio y llevada desde Siria hasta Europa en el siglo XIII, comenzó en ese punto toda una historia de éxito que la ha convertido en todo un símbolo del mundo del perfume y la repostería.

De aquí salen las mejores rosas de Omán, gracias a un pequeño grupo de habitantes de este lugar, que no llega a la centena, que ha conservado un cultivo y un modo tradicional de tratarlo para la obtención del agua de rosas.
Las flores son recogidas en aldeas como Al Aqur y son llevadas a las destilerías, donde se transforman sus aceites esenciales, mediante condensación, en los tradicionales recipientes de adobe llamados borma, obteniendo un producto, el attar, que acabará posteriormente en el zoco de la ciudad de Nizwa. Una práctica artesanal que ya ha sido reconocida en la localidad siria de Al-Mrah como patrimonio cultural de la Unesco.
A pesar de que es Bulgaria el país más conocido en cuanto a la extracción de la esencia de las rosas de Damasco, Jebel Al Akhdar constituye un reducto genuino de esta cultura y suma un gran aliciente para descubrir esta parte de Omán que se ha convertido por sus paisajes en uno de los sitios más admirables del país.