Rincones secretos de Cádiz

Una torre que no se ve desde la calle, una habitación de hotel desde la que parece que se puede tocar la Catedral y un nuevo bar en el que las latas no contienen lo que se espera son algunos secretos que sólo te contará un gaditano.

Rincones secretos de Cádiz
Rincones secretos de Cádiz

En Cádiz pueden pasarte auténticos Expedientes X. Como que tus anfitriones cojan el coche desde, pongamos, el Paseo Marítimo "para ir a Cádiz", que no aparezcan si quedas con ellos en el puerto o que hablen de una plaza de toros que no existe. Quizás necesites un intérprete local que te explique que del coso no queda ni rastro, pero a su antigua ubicación se le sigue llamando así, que lo que hay de Puerta Tierra a la Caleta, el casco antiguo, se le conoce como "Cádiz" o "Cádiz Cádiz" y a lo demás no tanto, y que el puerto gaditano se llama muelle. Si quedas en el puerto, todo el mundo entenderá que vas a tomar el "vaporcito" (la manera de cruzar la bahía en barco de vapor desde 1929) para esperarles en el Puerto de Santa María. Lo natural.

Cádiz es una ciudad un tanto montaraz y resistente, con tanto carácter como particularidades. Como las cuevas que la surcan hasta desembocar en el mar y que hace siglos que nadie recorre. O las torres miradores con las que los comerciantes oteaban la llegada de mercancías a sus costas. Está, por supuesto, la más conocida de todas, la Torre Tavira (Marqués del Real Tesoro, 10), que está abierta al público e incluye un mirador y una cámara oscura con un sistema de espejos con el que se ve Cádiz en 360 grados. Desde su orgullosa estatura se puede atisbar otra torre menos conocida, La bella escondida, la única de planta octogonal de la ciudad. Está en el número 13 de la calle José del Toro, pero no la van a poder ver desde allí. Dada su peculiar situación, esa silueta azulejeante y mudéjar sólo se puede ver desde otra torre o una azotea. Otro de los mejores lugares para asistir a los más altos secretos de Cádiz es la torre poniente de la Catedral (plaza de la Catedral). Desde allí casi se toca el ático del hotel Patagonia Sur (Cobos, 11), un coqueto tres estrellas abierto el pasado verano. Por 110 € (o hasta 150 € en temporada alta) se puede acceder a su mejor habitación, el ático grande, con una terraza para admirar de cerca las torres de la Catedral.

No hace falta irse lejos de allí para toparse con el barrio del Pópulo, lo que fuera la ciudad medieval, que a su vez ocupaba el lugar de la Gades romana. Bajo sus casas reposa una parte del teatro romano, uno de los más grandes de aquel imperio. La calle Silencio propone verlo desde una perspectiva diferente: ya sea visitando su único patio vecinal abierto -con una ventana al teatro-, asomándose al callejón del Duende o logrando que los dueños del Pay Pay (Silencio, 1) se enrollen y te dejen asomarte a sus ventanucos traseros. Esto, además, te permitirá conocer los camerinos de lo que fuera un célebre cabaré en el siglo XX, reconvertido hoy en sala alternativa. Salgamos del Pópulo por el callejón del Pirata, hagamos un esfuerzo para no detenernos en la Posada del Mesón y vayamos a Casa Manteca. Situado en La Viña, es una taberna taurina donde los chicharrones (tiras de tocino con limón), las copas de pedro ximénez y el cachondeo son la marca de la casa. En esa misma calle, San Félix, está el otro templo hostelero clásico de Cádiz, El Faro. Sus tortillitas de camarones son de otro mundo. En barra propone un tapeo creativo, y en mesa, cocina de temporada. El BarraSiete (Amilcar Barca, 17) es un bar de tapas nuevo y de diseño con falsas conservas que contienen miniplatos vanguardistas. Nos hemos dejado, claro, el Ventorrillo del Chato (Vía Augusta Julia, s/n) y tantos otros sitios, pero todo no puede ser. Para rematarlos con una copita hay que ir al Cambalache ( José del Toro, 20), punto de reunión jazzístico de la bohemia.

Otras visitas que te recomendarán los nativos son la original casa de la doble escalera en hélice que no se toca, en la calle Sagasta esquina con Sacramento; el salón regio de la Diputación, en Plaza de España, decorado con un recargado barroco; el peculiar Casino Gaditano, en la plaza de San Antonio, y su biblioteca de la primera planta; o el reformado Mercado de Abastos.

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