Visitar el único pueblo-jardín de Francia, uno de los 9 secretos de la Turena francesa
Pasear por un pueblo convertido en jardín, descubrir una de las ciudades fortificadas más bonitas de Europa, navegar el Loira en un barco tradicional…
Nos vamos a Turena, la provincia francesa bañada por el Loira y que cuenta entre sus tesoros con las ciudades de Tours, Loches y Montrésor. En ella podremos montarnos en un barco de época para recorrer el río salvaje más largo de Europa, entre otras actividades chulas.
1. Un paseo floral por Chédigny, el pueblo-jardín
Chédigny es el único pueblo francés galardonado por el Ministerio de Cultura con la denominación Jardin Remarquable (Jardín notable). 1.000 rosales y 5.000 plantas perennes adornan fachadas, puertas y muros de este pueblo abierto siempre al público.
Una visita especial es la que invita a descubrir el Jardín del Cura, una reconstitución de un huerto del siglo XIX, con plantas medicinales, una gran variedad de flores, árboles frutales, un pequeño corral…
2. Castillo de Montrésor
Clasificado como uno de lospueblos más bellos de Francia, Montrésor, situado en el valle del río Indrois, está dominado por un elegante castillo medieval modificado durante el Renacimiento y en el siglo XIX por un conde polaco en el exilio, Xavier Branicki, cuyos descendientes siguen viviendo una parte del año en él.
El castillo de Mi tesoro (montrésor en francés) está rodeado por un precioso parque romántico, con árboles centenarios y bellas esculturas de Constantino Corti y Jules Franceschi.
Uno de los mejores paseos que se pueden dar para admirar Montrésor, una de las joyas de Turena, es por las riberas del río Indrois, pero también merece la pena parar en su mercado de los Cardadores (Halles des Cardeux), donde actualmente se celebran exposiciones, y en su museo de la Vidriería, en su calle Xavier Branicki con sus casas antiguas y en la colegiata de San Juan Bautista.
3. Un paseo por 1.000 años de historia en Loches
Loches ocupaba antiguamente un emplazamiento estratégico en la ruta que unía París con España y recorrerlo es hacer un viaje a 1.000 años de historia. El paseo por sus callejuelas y puertas monumentales del casco renacentista lleva a un promontorio donde se descubre el núcleo medieval dominando el valle del río Indre.
De su rico pasado dan muestra sus palacetes, su ayuntamiento, su torre de Saint-Antoine, la iglesia colegiata de Saint-Ours… Esta última es una joya del románico, fundada en el siglo X, con su fantástico portal policromado compuesto por personajes y animales fantásticos, uno de los mejores preservados de Turena. En la cubierta de la nave destacan sus dos pirámides octogonales, llamadas dubes, una particularidad única en Francia.
De obligada visita es su ciudadela real, que incluye en el recinto su torre del homenaje, con sus 36 metros de altura, que fue una de las más imponentes de su época y desde la que hay vistas 360 grados de la ciudad y alrededores. Esta fortaleza residencial y defensiva fue transformada en una prisión real al final de la Edad Media. Durante su visita se pueden observar algunas de las jaulas donde metían a los prisioneros y numerosas galerías subterráneas.
Y para los amantes del senderismo, a las afueras de Loches se encuentra uno de los bosques de robles más bonito de Francia.
4. Descubriendo el Loira en un barco tradicional
Una manera de disfrutar del río salvaje más largo de Europa, el Loira, es embarcar en uno de los barcos tradicionales con fondo llano llamados toue en La Chapelle-sur-Loire.
La localidad es uno de los 160 municipios que forman parte del tramo del río y el valle declarados Patrimonio de la Humanidad, y que discurre entre Sully-sur-Loire y Chalonnes-sur-Loire. El barco ofrece degustación de vinos con denominación AOP Bourgueil y Saint-Nicolas de Bourgueil acompañados de productos locales para merendar.
5. Visitar las 'guinguettes' de Tours
Si se visita Tours en verano, hay que dejarse caer por sus famosas guinguettes, esas terrazas a las orillas de los ríos franceses que servían de esparcimiento y que solían incluir restaurantes y salas de baile. Hoy mantienen la misma función y en Tours son cita obligada cuando el buen tiempo acompaña.
6. El pueblo que se refleja en el río
Savonnières es un pueblo muy cercano a Tours situado a orillas del río Cher. Sus fachadas que se reflejan en el río son una de sus estampas más encantadoras. Antiguamente, cruzaban esta vía fluvial 2.000 barcos al año. Hoy hay itinerarios por la orilla para admirar el río desde la bicicleta, como la ruta Loire à vélo, que se puede tomar para llegar a Tours.
El pueblo es también conocido por sus Grottes Pétrifiantes (Cuevas petrificantes), un universo fascinante formado por un lago subterráneo y las formaciones calcáreas extrañas y brillantes.
7. Entre casas históricas del siglo XV en Tours
La plaza Plumereau es el centro neurálgico de Tours. Siempre está animada, llena de terrazas donde tomar algo y admirar la colección impresionante de bellas casas con entramados de madera del siglo XV.
8. El fascinante castillo de Langeais
Con permiso de la torre de Foulques Nerra, la torre del homenaje más antigua de Francia, en Langeais el rey es el castillo de Luis XI. Sus 15 aposentos están decorados con cofres, tapices... y en ellos se celebraron algunos de los acontecimientos más importantes de la historia del país, como la boda real de Carlos VIII y Ana de Bretaña, que conllevó el fin de la independencia del ducado. Una de las atracciones que más gustan al viajero es su puente levadizo, uno de los últimos que aún se accionan manualmente para abrir y cerrar el castillo.
Los jardines que rodean al castillo de Langeais son otra de las joyas de esta localidad, con sus áreas de juego y su mirador sobre el Loira. Ya dentro del castillo, destacan el Salón de entablados pintados, el de las Mil flores (con sus tapices floreados del siglo XVI) o la Sala de Luini.
9. El castillo y los jardines de Villandry
A escasos kilómetros de Langeais se encuentra Villandry, otra de las villas dominadas por un castillo excepcional que ha sobrevivido gracias al doctor Joachim Carvallo, español bisabuelo de los propietarios actuales. Carvallo compró el castillo en 1906 y lo salvó de ser demolido y creó, en plena armonía con la arquitectura del Renacimiento, los actuales jardines, distribuidos en tres niveles. Todos los años, a principios del verano, los jardines se iluminan con la luz de 2.000 velas.
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