El pueblo más espectacular de la Costa Azul que es inspiración para artistas: está repleto de fuentes, plantas y fachadas rosadas con puertas azules

El pueblo de la Costa Azul que te hará sentir algo diferente; el arte se siente y la inspiración llega sola.

El pueblo ideal si eres un artista en busca de inspiración.
El pueblo ideal si eres un artista en busca de inspiración. / Istock / VV Shots

Hay lugares que no necesitan grandes monumentos para ser inolvidables. Les basta con el encanto de sus calles, la armonía de sus colores y el rumor del agua. En la Costa Azul francesa, donde abundan los destinos de postal, hay un pueblo que destaca por su belleza tranquila y su aire de obra de arte viviente Bienvenidos a Mougins.

Situado a solo 15 minutos de Cannes, en lo alto de una colina rodeada de cipreses, pinos y olivos, Mougins no tiene playa ni puerto. Pero tiene una belleza auténtica, aquella que solo se tiene cuando es sin pretensión. Fachadas en tonos ocres y rosados, puertas azules, macetas colgantes, plantas trepadoras que se enredan por paredes centenarias y plazas donde el agua fluye sin prisa desde fuentes de piedra. Todo parece pensado para inspirar… y no es casualidad. Es un lugar en el que se siente el aura de los artistas, de hecho, aquí vivió Pablo Picasso sus últimos años.

Galerías de arte de Mougins, Francia.

Galerías de arte de Mougins, Francia.

/ Istock / genekrebs

Un pueblo que se sube en espiral

El casco antiguo de Mougins es un laberinto circular, como una espiral ascendente de calles con mucho encanto que se abren en plazas diminutas, patios interiores o balcones con vistas al mar y a las montañas del Esterel. No hay coches en el centro, por lo que te recomiendo recorrerlo con tiempo, deteniéndote en las puertas abiertas de los talleres de arte, en las tiendas de decoración provenzal, o simplemente en un banco a la sombra.

Imagen de la espectacular Mougins.

Imagen de la espectacular Mougins.

/ Istock / VV Shots

La arquitectura tradicional se ha mantenido con mimo, observarás contraventanas de madera azul, paredes cubiertas de buganvillas, tejados de teja vieja y faroles que se encienden al anochecer. Aquí no hay estridencias ni remodelaciones agresivas. Todo parece cuidadosamente envejecido. Auténtico.

La villa de los artistas

Mougins ha sido un imán para artistas, escritores y pensadores desde hace décadas. Picasso, que llegó en 1961 y vivió en la masía de Notre-Dame-de-Vie hasta su muerte en 1973, atrajo a otros grandes nombres: Jean Cocteau, Man Ray, Christian Dior, Catherine Deneuve, Winston Churchill… Todos encontraron aquí algo parecido a la inspiración.

Galería de arte, Rue des Orfevres, Mougins.

Galería de arte, Rue des Orfevres, Mougins.

/ Istock / genekrebs

Esa huella artística sigue presente hoy. El pueblo está lleno de galerías, pequeñas salas de exposición, talleres abiertos y esculturas al aire libre. El Musée d’Art Classique de Mougins (MACM) es una joya inesperada, una colección privada que mezcla piezas egipcias, griegas y romanas con arte moderno de Warhol, Dalí o Picasso. Todo conviviendo con naturalidad en un edificio restaurado con exquisitez.

Calle estrecha con flores en el casco antiguo de Mougins en Francia.

Calle estrecha con flores en el casco antiguo de Mougins en Francia.

/ Istock / Ballun

Fuentes, plazas y rincones que parecen de cine

En Mougins, el agua es protagonista silenciosa. Más de una decena de fuentes salpican sus plazas, escaleras y callejones. Algunas se esconden en un rincón, otras presiden patios rodeados de plantas aromáticas. El sonido del agua, sumado al de las hojas moviéndose con la brisa mediterránea, crea una atmósfera que calma. Es fácil entender por qué muchos visitantes vienen por unas horas y acaban quedándose el día entero.

Plaza de Mougins, sur de Francia.

Plaza de Mougins, sur de Francia.

/ Istock / VV Shots

Una de las plazas más encantadoras es la Place du Commandant Lamy, donde se concentra buena parte de la vida del pueblo: cafés con terraza, tiendas de vino y aceite local, y mesas bajo los plátanos. Desde aquí, solo hay que dejarse llevar en cualquiera de las callecitas que ascienden, giran, se cruzan o se abren de pronto en un mirador.

Gastronomía con estrella y sabor local

Otro de los motivos por los que Mougins destaca en la Costa Azul es por su vocación gastronómica. Aquí se rinde culto a la cocina, por lo que si eres un amante del buen comer, aquí vas a disfrutar. La villa ha acogido durante años uno de los eventos culinarios más importantes de Francia, Les Étoiles de Mougins, que reúne chefs con estrella Michelin de todo el mundo.

Imagen de un plato francés.

Imagen de un plato francés.

/ Istock / LauriPatterson

A pesar de su tamaño, el pueblo tiene una oferta gourmet sorprendente con bistrós con encanto, restaurantes creativos y tiendas de productos locales que ofrecen quesos, miel, hierbas provenzales y vinos de la región. Todo servido con la elegancia relajada que caracteriza a la Provenza.

Un clásico imprescindible es Le Mas Candille, un hotel-restaurante con jardín y vistas al valle, que ha sido referencia durante años en la alta cocina del sur de Francia. Pero incluso en las terrazas más sencillas del centro, el nivel es alto; ahí podrás degustar ensaladas con flores comestibles, platos de cordero local o raviolis con trufa hacen que la parada gastronómica sea casi obligatoria.

Más allá de su fama actual

Aunque hoy se asocia con el arte y la alta cocina, Mougins tiene raíces profundas que se remontan a la Antigüedad. Los romanos ya lo ocuparon por su posición estratégica, y en la Edad Media fue un pueblo fortificado, cuya estructura circular todavía se adivina en su trazado urbano. Las puertas de acceso, como la Porte Sarrazine, se conservan como testimonio de su pasado defensivo.

Imagen de Mougins, en el Sur de Francia.

Imagen de Mougins, en el Sur de Francia.

/ Istock / VV Shots

A lo largo de los siglos, la villa prosperó gracias al cultivo del olivo, y aún hoy se pueden visitar antiguos molinos de aceite reconvertidos en espacios culturales o restaurantes. Uno de los símbolos del pueblo es la capilla de Notre-Dame-de-Vie, a las afueras, donde Picasso pasó sus últimos años. Esta pequeña ermita del siglo XII, rodeada de cipreses, inspiró al artista y primer ministro británico Winston Churchill, que la pintó durante una de sus estancias.

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