Primavera blanca en el Valle del Jerte
Con la primavera, el Valle del Jerte se transforma en una mancha blanca en la Sierra de Gredos. La floración de los cerezos, que superan el millón en este rincón de Cáceres, convierte a este paraje en un Shangri-La oculto entre montañas. Un rincón perfecto para escaparse del mundanal ruido y contemplar un espectáculo único.

Los lugareños no paran de repetirlo: "El mejor momento para visitar el Valle del Jerte es el otoño". Pronuncian esta frase como un mantra con el que combatir la realidad. Y la realidad es que este tesoro de Extremadura adquiere su máximo esplendor durante la primavera. No se puede luchar contra los elementos. A mediados de marzo, miles de cerezos, jalonados en bancales a lo largo del valle, comienzan a florecer, otorgando al paisaje su característico manto blanco. Una delicia que los japoneses, grandes amantes de este árbol frutal, expresan magistralmente en la poesía haiku: "¡Cuidado, cuidado!/ La contemplación del cerezo/ te embriaga" (Ume Shushiki, 1668-1725).
El mejor camino para adentrase en este valle es desde Ávila. De esta forma, una vez ascendido el puerto de Tornavacas, el viajero puede contemplarlo en toda su extensión. La N-110 es la espina dorsal del Jerte, ya que la atraviesa de norte a sur en paralelo al río que también lleva su nombre. La primera gran localidad que se alcanza por esta carretera es Jerte, una villa de poco más de mil habitantes que alberga en sus calles el más atractivo alojamiento de la zona: El Túnel del Hada.
Este pequeño hotel de cuatro estrellas fue abierto en 2005 gracias al esfuerzo de una empresaria jerteña. Con tan sólo 17 habitaciones, El Túnel del Hada cuenta con una elegante decoración y una iluminación pensada para transmitir una constante sensación de calma y relax. Esta idea se remarca con la presencia de un pequeño spa en la planta baja. Gracias a sus ventanales, el cliente puede disfrutar del paisaje de los cerezos mientras descansa en el jacuzzi. Además, a escasos metros del hotel se encuentra una piscina natural en pleno río.
A estas alturas, el lector atento habrá intuido que la presencia del agua es una constante en el valle. Jerte proviene del término árabe xerete, que tiene como principales acepciones "angosto y cristalino". Dos características definitorias del valle y del río que lleva su nombre. La Finca El Carpintero, un acogedor alojamiento rural con apenas ocho habitaciones, es un punto estratégico para adentrarse en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos. La principal atracción de esta reserva de casi 7.000 hectáreas, la única de toda Extremadura, es el elevado número de cascadas, saltos de agua, arroyos, pozas y piscinas naturales creadas a causa de la erosión del agua sobre el granito.
En Valdastillas, el uso del agua cobra otra dimensión. Aprovechando la presencia de un manantial de aguas sulfurosas, unos empresarios extremeños abrieron en 2006 el Hotel Balneario Valle del Jerte. Si bien sus instalaciones hoteleras no destacan, el balneario posee tratamientos para dolencias del aparato locomotor, afecciones dermatológicas y enfermedades respiratorias. La presencia de aguas medicinales en esta finca está documentada hasta la época de los godos. Los historiadores sostienen que aquí estaba Villa Gérticos, quinta con aguas termales donde falleció el rey Recesvinto.
También en el término de Valdastillas se encuentra la casa rural Garza Real. Este alojamiento ofrece seis habitaciones sencillas, pero llenas de encanto. Teresa y Domingo, los propietarios, logran con profesionalidad y pasión que cada visitante se sienta como parte de la familia. Y en toda familia hay un bicho raro. En este caso es Roco, un grajo que deambula por allí como Pedro por su casa. No es raro que el visitante oiga cómo el grajo llama a su ventana para que le dejen entrar. Adoptado por Domingo cuando era una cría, Roco ha adquirido una sociabilidad atípica para los de su especie.
Además de alojamiento, Garza Real ofrece también comidas. Y no de cualquier tipo. Cuando se pregunta a los profesionales de la hostelería cuál es el mejor restaurante de la zona, todos coinciden. En los fogones, Teresa elabora, entre otras, delicias como el solomillo de cerdo con chutney de cereza; el bacalao sobre chalota; calabacín y picotas o la ensalada de brotes tiernos con jamón de pato, foie y vinagreta de cerezas.
En este punto, resulta ineludible hablar de un tema omnipresente en el Valle del Jerte: las cerezas. Las características geográficas y climatológicas de la zona son ideales para esta fruta, cuya calidad está asegurada por la Denominación de Origen Cereza del Jerte. Existe también una variedad autóctona denominada picota. Aunque las confusiones en este punto son habituales, las picotas sólo provienen del Jerte. Su principal característica es que carecen de péndulo, ese rabillo del que penden de las ramas, que se cae de forma natural durante la recogida. Además de mermeladas y licores, su presencia cada vez es más frecuente en el recetario de esta comarca extremeña. Para cerrar el capítulo gastronómico, hay que mencionar la trucha, otra de las estrellas de la gastronomía del valle. Su elaboración más típica es con jamón, ajo y piñones.
Aunque no se encuentra estrictamente en el Jerte, el Parador de Jarandilla es una excelente opción para conocer la comarca y sus alrededores. Situado en el vecino Valle de la Vera, para llegar a él conviene seguir la carretera que atraviesa el Piornal, pueblo conocido por sus jamones y por ser el más alto de toda Extremadura (1.175 metros). El Parador ocupa un castillo construido por los condes de Oropesa y los marqueses de Jarandilla a finales del siglo XIV. Convertido en Parador en 1966, cuenta con 52 habitaciones que aúnan decoración clásica y las últimas ventajas de la modernidad. Sin lugar a dudas, el lugar más entrañable del hotel es el patio interior, donde se puede disfrutar de su acogedora terraza. Durante todo el año, las cigüeñas merodean el castillo y es habitual escuchar su peculiar crotoreo. El motivo de este sedentarismo no es bucólico sino materialista, ya que han asegurado su alimentación gracias a los desechos de los humanos.
El pimentón y el aceite son los principales embajadores gastronómicos de la Vera. No obstante, poco a poco empieza a extenderse entre los sibaritas las virtudes de su queso de cabra, omnipresente en la cocina del Parador. En Losar de la Vera se encuentra una de las más importantes fábricas de la región, una cooperativa agraria que elabora de forma artesanal varios tipos de queso de cabra: fresco, curado, semicurado y blando de cabra, que se obtiene gracias a la acción del hongo penicillium. Jarandilla es, además, un punto estratégico para iniciar algunas de las numerosas rutas de senderismo que transitan por la Vera y el Jerte. La más popular de todas ellas es la del Emperador. Este trayecto recrea la peregrinación que realizó Carlos I de España y V de Alemania, tras su abdicación en 1556, desde Laredo (Cantabria) hasta el Monasterio de Yuste (Cáceres), lugar donde murió el 21 de septiembre de 1588. La ruta está perfectamente señalizada y es una excelente forma de conocer la zona en contacto directo con la tierra.
El Valle del Jerte constituye un secreto que debe ser revelado. Además de la espectacularidad de sus cerezos en flor, la comarca cuenta con otros muchos atractivos. Quizás ahora se entiendan mucho mejor las palabras de los lugareños reclamando más atención para estas tierras extremeñas. Sí, es cierto. La primavera se manifiesta de una forma tan espectacular, que el resto de sus encantos pasa a un segundo plano. Unos encantos que esperan ser descubiertos desde hace años.
En 1908, Miguel de Unamuno, gran conocedor de los pueblos de España y Portugal, ya reclamaba una mayor atención para este valle: "Los que hablan de Castilla, León y Extremadura, como si no fuesen más que pelados parameros, desnudos de árboles, abrasados por los soles y los hielos, áridos y tristes, no han visto estas vistas sino al correr del tren y muy parcialmente. Donde en estas mesetas se yergue una sierra, tened por seguro que en el seno de ella se esconden valles que superan en verdor, en frescor y en hermosura a los más celebrados del litoral cantábrico. Por mi parte prefiero los paisajes serranos de Castilla y Extremadura. Son más serios, más graves, más fragosos, menos de cromo. Están, además, menos profanados por el turismo y por la banal admiración de los veraneantes".
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