Pasear por ciudades medievales y dormir en chateaux que sí puedes pagar: la escapada perfecta y asequible está en el Sur de Francia
El paraíso se esconde al otro lado de los Pirineos, justo en esa región bañada por el Mediterráneo que hay entre la sofisticada Costa Azul y la tradicional Costa Bermeja.

Yates de lujo anclados frente a la costa, alfombras rojas, coches de alta gama… Para quien no haya estado todavía en el sur de Francia, cuesta creer que haya algo más que el glamour de Cannes y el lujo de Saint-Tropez. Y es que es muy difícil competir con la fama y el brillo que desprende la Riviera Francesa cuando se trata de hacer una escapada de ensueño… o no.
Frente al exceso y la sofisticación más explícita, hay otra Francia que presume de calidad frente a cantidad, del disfrute de los pequeños placeres cotidianos y un ritmo de vida pausado. Se esconde precisamente en esta región en la que es posible navegar por un canal centenario, visitar ciudades medievales y dormir en castillos rodeados de viñedos.
El arte de vivir en la Côte du Midi
Estamos en la Côte du Midi o sur de Francia, y ponemos rumbo a la región del Languedoc-Rosillón, que es esa parte de paisajes de viñedos que se abre al mar Mediterráneo al otro lado de los Pirineos, en el corazón de Occitania.

Para que nos situemos, es la zona que se extiende por el sureste del mapa de Francia hasta la preciosa zona de Provenza-Alpes-Costa Azul. Y, aunque parezca increíble, estamos a menos de dos horas en tren desde Barcelona (tres, para quienes van en coche).
Primera parada: Narbona
La acogedora Narbona es como la gran puerta de entrada a la región. Una ciudad tranquila, para descubrir a pie, que presume como pocas de historia: tiene más de 2.000 años de antigüedad (de hecho fue la colonia romana más antigua de toda la Galia) y su patrimonio es tan rico como sorprendente.

Precisamente uno de los grandes legados de Narbona procede de aquella época, de cuando fue fundada por los romanos en el año 118 a.C. Es la calzada romana, un tramo de la Vía Dolomita que hay en el centro de la ciudad, en la plaza del Hôtel de Ville (el ayuntamiento.
La catedral gótica es el otro gran exponente del patrimonio de Narbona, un templo único en el mundo. Y es que, aunque inacabada, es una de las catedrales más altas de Francia (sus bóvedas están a más de 40 metros de altura). A pesar de no tener naves y que gran parte del templo se haya levantado a cielo abierto, únicamente apoyado en la muralla medieval de la ciudad, el ábside está completamente construido (al ser la parte más sagrada del templo, en su interior se dan misas de manera regular).

Mucho más moderno es el Museo Narbo Via, el centro de arte abierto por el arquitecto británico Norman Foster en 2021. En sus más de 3.000 metros cuadrados de exposición, cuenta la historia y el pasado romano de Narbona a través de más de 7.000 piezas de arte.
Un chateau para dormir (o quedarse a vivir)
El mejor ejemplo de la filosofía de l’art de vivre francés lo hemos descubierto en la carretera que va de Narbona a Gruissan, otro de esos pueblos más que pintorescos (fachadas de color ocre y ventanas de madera pintadas en un sugerente verde menta) en los que dan ganas de quedarse a vivir.

Ahí, entre el mar Mediterráneo y las lagunas del Parque Natural Regional de Narbona se alza, majestuoso, un edificio del siglo XIX de tejas rojas y torreón de terminación cónica cuya silueta recuerda a un castillo de película. Nadie diría, a simple vista, que se trata de un hotel de lujo, pero un tipo de lujo sin estridencias, más bien silencioso y relajado.
Además de las habitaciones del Chateau Capitoul, de la compañía Domaine & Demeure, cuenta con villas independientes dispuestas en hilera, como si de un pueblo con encanto se tratara: por fuera discretas y sin estridencias, por dentro, de diseño cómodo y funcional.

Están rodeadas de un paisaje de viñedos y jardín mediterráneo, con piscina infinita y bodega, en una finca que ocupa más de cien hectáreas. El silencio y la armonía lo invaden todo (y no es solo una forma de hablar) y, aunque parezca inalcanzable, en temporada baja el precio por habitación cuesta poco más de cien euros. En serio.
Béziers, la visita imprescindible
La Côte du Midi no se entendería sin la magia que desprende la que es la ciudad más antigua de Francia, Béziers, a solo 30 kilómetros del hotel. Aunque se sabe que existía desde el Neolítico y que durante el imperio fue un importante asentamiento romano, fue en el siglo XVII cuando Béziers pasa a la historia de Francia por su importancia comercial gracias a la construcción de una de las grandes obras de la ingeniería industrial: el Canal du Midi.

Se trata de un sistema de esclusas que permitía navegar por el interior del sur de Francia, desde el Mediterráneo hasta Toulouse, a través de este canal (único en Europa) que se convirtió en el eje comercial del Midi. Jean Paul Riquet es su maestro, y su historia se cuenta en uno de los trampantojos hiperrealistas que salpican las fachadas de esta ciudad de carácter medieval, calles empedradas y catedral.
Las vistas que se tienen desde este rincón son el mejor broche para despedirnos de esta magnífica ciudad cuya historia está directamente vinculada a los cátaros. Pero ese relato lo dejamos para otro día.
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