Nepal, trekking en el techo del mundo

Nuestro invierno es la época más acertada para avistar el Nirvana a más de 8.000 metros de altura, entre picos afilados por los dioses del panteón hinduista para deleite de los mortales. Cualquier turista con un mínimo de forma física puede disfrutar de los senderos del trekking por las elevaciones de Nepal. Por los caminos más altos y más bellos del mundo.

Nepal, trekking en el techo del mundo
Nepal, trekking en el techo del mundo

Katmandú y Pokhara (pronúnciese Pojara), la segunda ciudad del país en importancia turística, son las dos bases fundamentales para emprender el camino hacia los Himalayas. Desde Katmandú, la capital del país, cuajada de templos medievales hinduistas y de estupas budistas, y donde hoy apenas se ve una veintena de hippies y cada vez más coches y motos, los trekkings organizados parten hacia el campamento base del Everest -la Cima del Mundo, a 8.848 metros de altura- o al Parque Nacional de Lantang, mientras que desde Pokhara arranca la ruta que discurre bajo la bendición -en Nepal las montañas son sagradas- de las cimas de los Annapurna I y II, el Dhaulagiri, que alcanza los 8.167 metros, y el Machapuchare. Las tiendas especializadas en alquiler de equipos de montaña del turístico barrio de Thamel, en Katmandú, y las agencias que organizan los trekkings en Pokhara han recobrado un ajetreo ausente desde hacía una década, cuando se agravó el enfrentamiento entre las guerrillas maoístas y las fuerzas gubernamentales.

El mayor problema que sufrían los trekkers cuando se topaban con los guerrilleros en la montaña consistía en el pago de unos 100 euros como "impuesto revolucionario", pero el turismo es muy sensible ante cualquier signo de inseguridad y la inestabilidad política del país provocó un colapso en la industria turística nepalí hasta el pasado año, cuando los maoístas y el gobierno llegaron a un acuerdo para iniciar un proceso democrático, que continúa -este mes de noviembre se celebran elecciones- y que ha devuelto la paz a todos los sitios turísticos de este encantador país, que se halla encajonado entre India y China y fue descubierto hace más de cuarenta años por los hippies.

El reino de los sherpas

El trekking hacia el campamento base del Everest, en el noreste de Nepal, es uno de los favoritos de los viajeros. Comienza con un desplazamiento de doscientos kilómetros desde Katmandú hasta Jiri, en un vehículo privado si está organizado por un touroperador español o contratado en una agencia local, o en un desvencijado autobús de línea si el viajero se lo monta por su cuenta.

En Jiri empieza lo bueno. Se trata de llegar hasta el pico Kala Pattar, a 5.545 metros de altura y muy cerca ya de la frontera tibetana y del campamento base del Everest. Es una caminata que requiere entre 12 y 21 días (según el itinerario elegido) y que exige estar en buena forma, dado que su trazado no se asienta apenas sobre los valles sino que los corta con constantes ascensiones y bajadas por las montañas que los rodean. Pero el tremendo esfuerzo se ve recompensado con la contemplación constante de la montaña más alta de la Tierra.

El camino es una maravilla. Desde Sete, a unos 3.500 metros de altura, se atraviesa un bosque de rododendros, más bello aún en primavera por sus flores, y al atardecer se llega a Junbesi, una preciosa aldea habitada por sherpas, la etnia tibetana que mejor domina estas montañas. Es una buena idea descansar un par de noches. Al reemprender la marcha en dirección a Nuntala y llegar al pueblecito de Khurtang aparece por primera vez ante nuestra atónita mirada el Everest, cuya impresionante visión nos acompañará casi permanentemente en este viaje iniciático hasta el campamento base.

Los cambios de vegetación y hasta de color del cielo son constantes a medida que se trepa y se desciende de un modo abrupto y se pasa por enclaves míticos en la historia de la conquista del monte más alto del planeta, como Namche Bazaar, centro administrativo de la región de Solu Khumbu. Aquí la belleza de la cultura tibetana se apodera mágicamente del entorno con la multiplicación de los pequeños monasterios, las estupas budistas, los mandalas en los hitos del camino... En Kala Pattar, a 5.545 metros de altura y ya muy cerca del campamento base, se obtienen las mejores y más próximas vistas del Everest, como una sobrada recompensa a nuestras piernas sobrecargadas. Es momento, pues, de retornar a Lukla y despegar de vuelta a Katmandú desde el único aeropuerto de la región.

Camino del Annapurna

Situada a una altitud de 885 metros y a 205 kilómetros al oeste de la ciudad de Katmandú por la Prithvy Highway, la carretera principal del país, Pokhara es la base desde donde emprender los trekkings hacia la cordillera del Annapurna, la diosa de las cosechas para los nepalíes.

Pokhara, con más de 170.000 habitantes, asienta su zona más interesante a orillas del hermoso lago Fewa, rodeado, a su vez, por el impresionante Machapuchare, conocido como el dedo de Dios por su afiladísimo pico que rasga el cielo a 6.993 metros de altitud, y por los excepcionales Dhaulagiri (8.167 metros), Annapurna I (8.091 metros) y Manaslu (8.156 metros). En un día despejado de otoño o invierno, que son la mayoría, la contemplación de esta cordillera, la Annapurna Range, reflejada en las cristalinas aguas del lago Fewa, es una de esas estampas impresas para siempre en la memoria de un viajero, haciendo compañía al templo de Angkor Wat, las pirámides de El Cairo, Machu Picchu, la Alhambra o el Perito Moreno.

Desde Pokhara, el trekking que asciende hasta Jomsom es el que más entusiasmo despierta entre los viajeros por varias razones: en primer lugar, no ofrece mucha dificultad y, aunque supone un intenso ejercicio, no hace falta ser un montañero experimentado para emprenderlo sino simplemente estar en buena forma. S e puede hacer en unas catorce jornadas, o en apenas una semana si se vuelve en avión desde Jomsom. Además, se lleva a cabo -cómo no, tratándose de Nepal- en medio de unos paisajes sobrecogedores por su belleza y la inmensidad de las montañas presentes en todo momento, con tres cumbres que sobrepasan los 8.000 metros y en un entorno cambiante a medida que se asciende.

Así, poco a poco van desapareciendo los bosques de rododendros y las terrazas de cultivos de arroz dispuestas de manera escalonada y de verdes infinitos, y cuando se desciende de los 3.210 metros de Pun Hill a los 1.180 metros de Tatopani, la vegetación subtropical surge de nuevo.

Las aguas termales de Tatopani

En pocas horas se pasa de caminar sobre la nieve en el paso Deorali a sumergirse en las aguas termales de Tatopani ("agua caliente", en nepalí). Tatopani, un oasis gracias a su microclima, constituye el lugar ideal para hacer un alto de una jornada y disfrutar de su benigna temperatura y la amabilidad de unos habitantes que raramente pierden el buen humor.

La aldea, que era el típico pueblo de las montañas con casas de madera y de piedra hasta que las inundaciones de 1988 obligaron a reconstruirlo, es una de las paradas en este trekking que mejor alojamiento y comida proporciona.

Desde aquí hasta Jomsom, a 2.713 metros de altura, la mayoría de las aldeas está habitada por thakalis, una casta que domina el sector turístico desde hace bastantes años. En las proximidades de Jomson la vegetación va desapareciendo y el paisaje se va tornando árido y pedregoso; igualmente, los pobladores empiezan a ser mayoritariamente tibetanos, abundan las pequeñas estupas con sus banderas de colores desplegadas al viento y los hitos de las bifurcaciones están marcados con las sílabas sagradas del Om mani padme hum, el mantra del budismo tibetano. S obre colinas rocosas que emergen como navíos que navegaran sobre las grises arenas se yerguen lamaserías con sus monjes y novicios vestidos de azafrán y púrpura.

En el camino de Jomsom -con la única pista de aterrizaje de la zona- hacia el pueblo de Muktinath merece la pena desviarse para pasar una noche e ir aclimatándose a la altitud en la minúscula aldea de Kagbeni, donde parece que pocas cosas han cambiado desde la Edad Media, a juzgar por sus casas de piedra y adobe con cráneos de yaks sobre entradas que se abren a patios sobre los que se esparce el grano y a la vista de calles de tierra por donde deambulan más cabras que humanos. Sólo la media docena de refugios y hotelitos para los trekkers, con sus generadores eléctricos y duchas de agua caliente, sitúan al visitante en este siglo.

La ascensión a kagbeni Kagbeni es un pueblo eminentemente tibetano, puerta de entrada hacia el legendario y prohibido Reino de Mustang, hoy integrado en Nepal y que se extiende hacia el norte haciendo frontera con el Tíbet. Sin embargo, para penetrar en Mustang hay que contar con un permiso especial y enrolarse en un trekking organizado desde Katmandú o Pokhara.

La subida de Kagbeni a Muktinath es bastante dura en su primera hora para suavizarse después al aproximarnos a este centro de peregrinaje para hinduistas y budistas, situado a 3.710 metros de altitud. Muktinath marca para muchos senderistas el final de la caminata por el Annapurna y el regreso a Jomsom para, o bien deshacer el camino andado en cuatro días hacia Pokhara o para subirse en los aviones de hélice que cada mañana entre las siete y las diez suben y bajan a la ciudad en vuelos de veinte minutos, hasta que la bruma interrumpe el servicio.

Pero quienes no hayan tenido bastante pueden continuar hasta completar el llamado Circuito del Annapurna, que desde Muktinath asciende al punto más elevado de este trekking, el paso de Thorung La, a 5.416 metros, para continuar en dirección sureste siete u ocho jornadas más hasta el pueblo de Besisahar, a seis horas de carretera de Katmandú y cinco de Pokhara.

La tradición montañera marca que la noche que se regresa a Katmandú o Pokhara de un trekking alrededor del Everest o el Annapurna, después de una o dos semanas a base de sopa de lentejas, arroz y verduras, hay que regalarse con un chuletón de carne importada de Calcuta en los restaurantes Everest Steak House y brindar con una botella de vino por sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay, los primeros conquistadores de la cima más alta de la Tierra.

Salud y seguridad

Sus montañas y ciudades están libres de la principal amenaza para la salud en esta zona del mundo: la malaria (no así las tierras bajas del Valle del Terai). El riesgo más grave para el organismo durante un trekking lo constituye el mal de altura. Hay que ser precavido a partir de los 2.500 metros. Es fundamental pasar dos noches en una aldea o refugio antes de acometer otros 1.000 metros más de subida para que el organismo se habitúe. A partir de los 3.000 metros no hay que subir más de 300 metros cada día, y en el momento que se sufran mareos y fuertes dolores de cabeza hay que descender al menos 500 metros. Por otra parte, no se debe beber nunca agua que no sea embotellada, ni siquiera de un torrente en las montañas, pues el caudal puede descender desde una aldea donde se podría haber contaminado. Tampoco deben consumirse verduras sin cocer o frutas sin pelar. Es imprescindible contar con un seguro médico contratado en España antes de salir, para que en caso de accidente o enfermedad en algún paraje remoto se pueda conseguir una evacuación en helicóptero o avioneta sin que cueste una fortuna.

Durante los trekkings el alojamiento consiste en refugios sencillos pero limpios y con habitaciones confortables para pasar una o dos noches, con poca posibilidad de elección. Si no están incluidos en el paquete de un viaje organizado, en todo caso son muy económicos. En los trekkings por las zonas restringidas de Mustang y Dolpo se duerme varias noches en tiendas de campaña.

En cuanto a las comidas, se hacen en los mismos refugios donde se duerme. En los trekkings más aventureros cocinan los propios sherpas. La dieta nepalí en las montañas es saludable, pero resulta muy monótona al cabo de un par de días, pues consiste invariablemente en "dhal" (sopa de lentejas), arroz, verduras y, a veces, algo de pollo o carne de búfalo.

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