Mónaco, una burbuja de glamour en el Mediterráneo

A medio camino entre el cuento de hadas y el escenario de Hollywood, el segundo país más diminuto del mundo atrae a aquellos que desean ver y ser vistos, a enamorados de la ruleta y a miles de turistas ansiosos de saborear de alguna manera el glamour de sus residentes millonarios. Es, simplemente, Mónaco, la tierra de los Grimaldi

Casino de Montecarlo, Mónaco

Fachada del casino de Montecarlo

/ Cristina Candel

La bandera roja y blanca preside las torres genovesas de la Roca. Allí, en lo más alto del Principado de Mónaco si exceptuamos sus mareantes rascacielos, empezó todo en este singular país situado entre Francia e Italia. La historia de los Grimaldi que arrancó en 1297 y continúa hoy, 33 generaciones después, bajo la tutela del Príncipe Alberto II, el único hijo varón de Rainiero III y la princesa Gracia. Hoy el soberano está instalado en el despacho del palacio que ocupó su madre, la musa de Alfred Hitchcock, y es en esa sala donde decide personalmente a quiénes debe otorgar la nacionalidad monegasca tras una larga tramitación que suele alcanzar al menos una decena de años.

Vista aérea de Mónaco

Vista de Mónaco desde El Trofeo de Augusto en la ciudad francesa de La Turbie

/ Cristina Candel

Fuera del edificio, los carabineros de uniforme blanco deslumbrante en época estival (o de azul al llegar el frío) pasean impasibles frente a la guardia de honor que se releva todos los días poco antes del mediodía, una ceremonia de cinco minutos que concentra a los curiosos poco después de haber entrado en la catedral de Mónaco. Es en este templo donde se encuentran las tumbas de Rainiero y Gracia, la singular pareja que protagonizó una de las historias más románticas del siglo XX con una sonada boda retransmitida a todo el mundo en 1956. Todavía hoy nunca faltan flores en esos dos panteones de este templo de Monaco-Ville, la ciudad vieja, escenario de la fiesta del Día Nacional de Mónaco cada 19 de noviembre.

Amarres millonarios

Para muchos vivir en Mónaco es disfrutar de un sueño, sobre todo para los 30.000 residentes extranjeros que se han instalado en el Principado consiguiendo la exención fiscal en los países de origen. De hecho uno de cada tres habitantes es un millonario al que le gusta ser visto en este espacio de dos kilómetros cuadrados más pequeño incluso que Gibraltar. Y se les puede observar en alguna de las 700 embarcaciones de Puerto Hércules, donde se paga unos 3.000 euros diarios por el amarre de cada embarcación, o pilotando el último deportivo de las grandes marcas del motor casi siempre en el entorno del Casino de Montecarlo o del Hotel de París. A los turistas les gusta acercarse desde Niza o desde la italiana Ventimiglia para pasear por este triángulo que completa el Café de París o por las boutiques y joyerías mostrando cadenas de oro, anillos, brazaletes o los bolsos de última generación. La policía siempre está presente en estos lugares y el índice de seguridad es quizá el más alto del mundo.

Pasillo del Hotel Hermitage, Mónaco

Pasillo del Hotel Hermitage

/ Cristina Candel

En Mónaco se ven pocos taxis por las calles de los distritos de Larvotto, Montecarlo, La Condamine o Fontvieille, este último con terreno ganado al mar artificialmente durante los años 70 del pasado siglo. Los yates de recreo están más presentes en el Principado y a veces resulta más fácil divisar un helicóptero por el cielo monegasco que un taxi, siempre más interesado por conseguir carreras hacia Italia o a Niza y su aeropuerto. Lo normal para los monegascos, unos 9.000 en la actualidad, es utilizar las seis líneas de autobuses urbanos o caminar y utilizar los 37 ascensores que facilitan los desplazamientos desde las zonas más elevadas hasta el mar. Ellos conocen esos caminos secretos que para los visitantes son casi invisibles.

La plaza del Casino

Esos visitantes suelen concentrarse en el entorno del legendario Casino de Montecarlo, que constituye una de las principales fuentes de riqueza del Principado desde que en 1863 decidió permitir las apuestas al contrario de lo que regulaban Italia y Francia impidiendo que los monegascos pudieran apostar. Durante décadas, sobre todo tras la llegada del ferrocarril al Principado en 1868, los famosos y la aristocracia rusa y británica dedicaban al menos un mes al año para lucir sus joyas y vestidos, dilapidar fortunas y pasear a sus perros de compañía con cadenas adornadas con diamantes. Y el casino era el lugar emblemático para todos con un llamativo reloj, inexistente en cualquier otro casino, pero permitía avisar a los jugadores para que pudieran tomar el último tren de regreso a medianoche en la estación ferroviaria que existía bajo el edificio.

Casino de Montecarlo, Mónaco

Hall de entrada del Casino de Montecarlo

/ Cristina Candel

Hoy este casino sigue admirando a todo el que lo visita por sus candelabros, frescos, lámparas de cristal de 150 kilos, columnas jónicas y jarrones, todo un espacio que garantiza ese toque de elegancia que tanto gusta a los jugadores. Las mesas de ruleta inglesa y francesa, de trente et quarante, de black jack o de Texas hold ‘em, donde solo se permite una apuesta máxima de 3.000 euros, el lujo de la sala Moresca y los salones privados Touzet y Médecin o los espectáculos del Teatro anexo de la Ópera encandilan a los grandes aficionados al juego dejando a un lado a las máquinas tragaperras mientras un cuarteto de música español en ocasiones toca y canta en directo, ajenos al trajín de las mesas. Muchos de esos jugadores todavía continúan la tradición de acudir al hall del mítico Hotel de París, a solo unos metros del casino, para tocar la escultura de Luis XV pasando la mano por la pata izquierda del caballo del rey francés. Se cuenta que este hecho les daba suerte en este hotel que ofreció por primera vez en el mundo grifos de agua caliente a sus huéspedes.

Casino de Montecarlo, Mónaco

Coches de lujo frente a la puerta del Casino de Montecarlo

/ Cristina Candel

Por sus refinadas estancias pasaron Winston Churchill, el emperador Leopoldo II de Austria, Salvador Dalí, Charles Chaplin y la mayor constelación de estrellas del espectáculo, encabezada por Cary Grant, Rita Hayworth, Roger Moore o la misma Grace Kelly. La última novedad de su oferta son dos suites con el nombre de Rainiero y Gracia que cuestan entre 30.000 y 40.000 euros la noche. Se trata de dos habitaciones de dos pisos con casi mil metros cuadrados con infinity pool, dos salones, un comedor, una cocina, un estudio y una excepcional vista de 180 grados hacia el Mediterráneo y el Principado.

Jardines

Pese a la limitada superficie del Principado, los jardines son otra atracción de este Mónaco que ha buscado siempre un equilibrio entre las zonas verdes y los grandes edificios, modernos y viejos, que se confunden en el skyline urbano. La Rosaleda de la Princesa Gracia representa el homenaje de Rainiero III a su mujer fallecida en un accidente de coche en 1980. Seis mil rosales, algunos con los nombres de los miembros de la familia real monegasca, de 315 variedades diferentes se alzan junto a la estatua de la princesa realizada por el escultor holandés Kees Verkade. El recinto es muy popular entre los monegascos, igual que el coqueto jardín japonés próximo al Barrio de las Playas, diseñado según las estrictas reglas del arte nipón en un espacio de 7.000 metros cuadrados.

Jardín japonés Princesa Grace, Mónaco

Jardín japonés Princesa Grace.

/ Cristina Candel

El más antiguo es, sin embargo, el Jardín de San Martín, inaugurado en 1816, que fue construido sobre un terreno abandonado para dar trabajo a los habitantes cuando el Principado sufría un periodo de hambre. En su origen, era un jardín típico mediterráneo con pinedas, robles verdes y mirtos, y se completó después con especies exóticas aclimatadas al ambiente. Hoy regala desde la estatua de Alberto I la mejor vista del puerto de Fontvieille, lugar escogido por muchas parejas de recién casados para sus fotos del enlace, a pesar de la cercanía de alguna colmena de miel instalada en 2011 para la producción de miel.

Boda en la Catedral de San Nicolás, casco antiguo de Mónaco

Boda en la Catedral de San Nicolás, casco antiguo de Mónaco

/ Cristina Candel

El Jardín Exótico es la otra gran estrella verde del Principado con más de 30.000 especies botánicas de América, África, Madagascar o el Mediterráneo a lo largo de sus casi 15.000 metros cuadrados. El jardín, inaugurado en 1933 y terminado en los años 60, aloja casi un millar de cactus y algunas plantas sudafricanas únicas, como los aloes (el Aloe pillansii es un ejemplar único en el mundo) y las crassulas. La visita de sus invernaderos es muy popular al divisarse desde este punto las costas de la riviera italiana y francesa, pero si se trata de buscar la mejor panorámica del Principado, lo más acertado es salir de este para alcanzar las cumbres mas altas próximas de los Alpes Marítimos que ya se encuentran en suelo francés. Las más espectaculares se encuentran en la Tête de Chien, a 550 metros de altitud en La Turbie, y en el Pic d’Ormea, más recomendable para los escaladores.

El Museo Oceanográfico

Si no se desea abandonar Mónaco, cualquiera de los muchos miradores que se amontonan en la ciudad ofrecen siempre una perspectiva del mar Mediterráneo al que el Principado se siente profundamente vinculado desde que Alberto I, al frente del gobierno de 1889 a 1922, dedicara su vida al estudio y la investigación marinos. Fue esa la gran pasión del tatarabuelo de Alberto II tras su entrada en la Academia Naval Española a los 18 años y su servicio a la Marina Española como capitán de navío hasta sus 28 exploraciones científicas, que dirigió para estudiar los océanos a bordo de unos navíos cada vez más preparados, como el Hirondelle, el Princesa Alicia, el Princesa Alicia II o el Hirondelle II.

Museo Oceanográfico, Mónaco

Vista desde el mar del Museo Oceanográfico

/ Cristina Candel

Alberto I recorrió el Mediterráneo, llegó hasta las Azores y se aventuró a viajar al Ártico en el Spitzberg y concentró toda su experiencia y sus estudios marinos en el Museo Oceanográfico desde su inauguración en 1910. Hoy este templo del mar muestra más de 6.000 especies marinas en 100 piscinas, desvela la agitada vida de los corales y exhibe el gabinete de curiosidades más grande del mundo marino, obra del artista Mark Dion: más de mil objetos procedentes de las colecciones del Museo Oceanográfico expuestas en 180 metros cuadrados: fósiles, escafandras, libros históricos y objetos del capitán Jacques-Yves Cousteau, que fue director de este museo en varias etapas a partir de 1957.

Mareterra, el nuevo barrio lujoso de Mónaco

Otro de los alicientes de Mónaco es descubrir su circuito urbano, donde todos los años, desde 1929, se celebra el Gran Premio de Fórmula 1 organizado por el Automóvil Club de Mónaco. Este evento deportivo del motor proporciona suculentas ganancias al Principado, que se esfuerza en aumentar periódicamente la superficie del país. El nuevo proyecto emplazado en Le Portier, por la franja costera que se despliega desde el Grimaldi Forum junto a la playa de Larvotto al túnel del Gran Premio de Fórmula 1, ampliará en seis hectáreas ganadas al Mediterráneo el tamaño de Mónaco y se estima que un millar más de residentes podrán ocupar las nuevas villas de lujo y apartamentos de este distrito. Mareterra será en 2025 el nombre del nuevo barrio ultralujoso del Principado, la gran apuesta de Alberto II para el siglo XXI en esta media docena de hectáreas que se construyen tanto por encima como por debajo del nivel del mar. Todo un proyecto, ecológico, sostenible y renovable, que quizá pueda marcar el estándar del glamour en el futuro.

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