Salvo por la placa solar que hace más llevadera la vida en una yurta, por las motos con las que en ocasiones, en vez de a caballo, pastorean sus rebaños de cabras, ovejas y yaks, o salvo por el culebrón coreano que cada velada hipnotiza a la familia ante la pantalla mientras apuran sus tazones de leche fermentada, el día a día de los nómadas de Mongolia dista poco de como era siglos atrás. De los tres millones de habitantes que moran en este territorio tres veces más grande que España, cerca de un millón sigue siendo nómada. Son las infinitas estepas y la forma de vida de estas gentes, con el alma y la piel curtidas como un cuero por los vientos de Siberia y el Gobi, las que vuelven único a este país.
Las estepas de Mongolia
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Monasterio de Erdene Khamba.
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Una mujer ataviada con un traje tradicional en Harahorin.
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Las hospitalarias familias mongoles agasajan a sus visitantes con leche agria de yak.
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Estatua ecuestre de Genghis Khan.
Las estepas de Mongolia
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Monasterio de Erdene Zuu.
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Monasterio de Gandantegchenling.
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En la capital, Ulan Bator, los rascacielos se funden con edificios de estética soviética.
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Yurtas o gers en la reserva de Hustain Nuruu, por cuyas praderas es posible ver pastar a los "takhi", los últimos caballos del mundo que viven en libertad.