Jerez, una tierra con mucho duende

El solar jerezano puede presumir de condensar en sus animadas calles todos los valores culturales más típicos de Andalucía. El toro color azabache que salpica las carreteras españolas vincula en una sola imagen la cultura del vino y el toreo con el duende del flamenco y el arte ecuestre de estas tierras gaditanas.

Catedral de
Nuestro Señor de San
Salvador, finalizada en
el año 1980.
Catedral de Nuestro Señor de San Salvador, finalizada en el año 1980.

Jerez, la segunda capital de Cádiz, tiene tanto que ver que no basta con un día. Frente a un copioso desayuno, planifico con detalle un recorrido por los lugares indispensables de la ciudad. Mi itinerario comienza en el Palacio del Tiempo, en el barrio de Santiago. Alojado en una casa señorial del siglo XVIII conocida como el Palacete de la Atalaya, es el resultado de la obsesión por el paso del tiempo de su primer dueño, un comerciante de vinos asentado en Jerez. El Museo de los Relojes cuenta con una colección de más de 300 relojes de todo el mundo en perfecto estado de funcionamiento. Un espacio expositivo ensoñador al que contribuye el Misterio de Jerez, un espectáculo multimedia que constituye un recorrido por la tradición vitivinícola de Jerez.

Muy cerca, el Museo Taurino pone de manifiesto la relevancia del arte del toreo en las tierras gaditanas. Por su parte, el Museo de Carruajes hace algo más que complementar la pasión de los jerezanos por sus caballos. Un aperitivo que me propongo completar en la Real Escuela de Arte Ecuestre. Antes de abandonar el barrio conviene hacer una parada en La Casa del Jerez, en la calle Divina Pastora, donde se puede adquirir artesanía típica y asistir a una demostración del uso de la venencia al tiempo que se degustan las variedades de vino local.

Lo primero que llama la atención nada más atravesar la verja de lo que en otro tiempo fuera el Recreo de las Cadenas de Jerez es un palacio del siglo XIX proyectado por Charles Garnier para una de las familias más destacadas de Jerez, los Pemartín. En el interior, altos salones decorados al estilo de la época, se alojan las oficinas de la Real Escuela de Arte Ecuestre. Los caballos más bellos del mundo regalan a las doce en punto -los martes y jueves- un espectáculo sin igual: Cómo bailan los caballos andaluces. Adiestrados durante años, ejecutan con precisión una danza al ritmo de músicas con claro tinte andaluz. La puesta en escena resulta excelente. Junto al picadero, las cuadras son pequeños palacios que albergan a unos cincuenta caballos.

Para familiarizarme con el mundo ecuestre, entro en el Museo del Enganche, que desde su inauguración hace cuatro años ocupa las antiguas bodegas de Pemartín. La colección está organizada según su uso y completada por una exposición de guarniciones y lanzas. Los guías me informan de que el origen de los caballos jerezanos se remonta al siglo XV y al Monasterio de la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión, a cinco kilómetros de la ciudad. Los monjes cartujos dedicaron sus días a la cría y doma de los purasangre cuyos descendientes conformaron la actual Yeguada de la Cartuja-Hierro del Bocado. La Cartuja merece una visita sólo por la portada de su iglesia, obra de Andrés de Ribera, y el claustro, ambos de corte gótico. Antes de abandonar el Recreo de las Cadenas, visito también el Museo de Arte Ecuestre, un lugar predilecto para los enamorados del caballo.

Pongo rumbo a la plaza del Mercado, centro del barrio de San Mateo, con la intención de realizar un viaje desde la Prehistoria hasta la época de la dominación árabe. El Museo Arqueológico reparte en sus tres plantas circulares nueve salas expositivas que lucen piezas como una colección de ánforas prerromanas o bustos romanos del siglo I a. C.

Tapeo con manzanilla

Ha llegado la hora de darse al tapeo. Además de las incondicionales cervezas, en Jerez es típico tomar una copa de manzanilla como aperitivo.

Para acompañarlo no puedo resistirme al marisco del que tanto presumen por aquí. Las mejores gambas dicen que son las de Sanlúcar de Barrameda, así que hoy va a caer una racioncita antes del almuerzo. La carta de tapas incluye carne de caza y atún de almadraba -a la plancha está exquisito-.

Para terminar el almuerzo me han recomendado un arroz marinero. Todavía con el estómago medio lleno busco, mapa en mano, La Casa del Arroz, de la que cuentan maravillas por las variedades que ofrece y por su inspiración en la cocina mediterránea.

Caballos, flamenco y motos

Jerez es una tierra alegre que celebra todas sus fiestas en las calles. El calendario festivo se inicia a primeros de enero para celebrar la noche de San Antón. Muy conocido es ya el Festival de Flamenco de Jerez que, entre febrero y marzo, llena el aforo del Teatro Villamarta e invita cada año a los mejores en este arte. Aparte de la Semana Santa y la Navidad, la gran fiesta de Jerez, aquella de la que presumen los jerezanos allá por donde van, es la Feria del Caballo, que cada mes de mayo saca a la calle a toda la ciudad y a centenares de visitantes de todo el mundo, pues goza de la consideración de Interés Turístico Internacional. Ese mismo mes se celebra el Campeonato del Mundo de Motociclismo, momento en el que moteros y aficionados invaden las calles y los alrededores de Jerez, copando las plazas hoteleras de la ciudad. Es muy apreciado el Festival de Otoño, en septiembre, y fiestas locales como la de la Merced (24 de septiembre) y la de San Dionisio (9 de octubre).

Bodegas con solera

Según dicen, para Shakespeare no existía mejor vino que el Jerez. Hoy son muchos los que sostienen esa idea. Jerez contribuye a ello con una cuidada elaboración de todas sus variedades. Una de las bodegas más conocidas es la de González-Byass. En la actualidad es la segunda más visitada del mundo. Pocos amantes del buen brandy desconocen las bodegas Domecq y su bodega de La Luz, donde esta variedad envejece en barricas centenarias. Otro hermoso recinto consagrado al vino, donde los claustros de un antiguo convento del siglo XIV están rodeados de bodegas con aromas embriagadores. La bodega de mayor tamaño de Europa está fechada en el año 1877, posee una superficie que supera los 180.000 metros cuadrados y fue fundada por dos caballeros ingleses. Algunas de sus salas se emplean hoy en actos culturales y sociales. Otras conservan añadas que datan de 1920.

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