Istria, el jardín del Adriático

No hay fronteras para el sabor que destila la Península de Istria, sea su población italiana, eslovena o croata. El Mar Adriático puso denominador común a su arquitectura, playas y recetas gourmet: la excelencia. Istria vio piratas en sus costas, romanos, bizantinos, turcos y austriacos. Al final atesora lo mejor de todos ellos, entre el Golfo de Venecia y la Costa Dálmata. Tres países se entienden allí en el dialecto de la buena vida.

Istría
Istría / ISTOCK

La caída del Telón de Acero cambió los mapas en Europa, atendiendo a nacionalismos durante siglos soterrados. Hasta el Danubio habían llevado rusos y otomanos sus disputas. Pero, tras las dos guerras mundiales, todo imperio se retiró de los Balcanes, dando lugar provisionalmente al Estado yugoslavo... Un avispero de minorías raciales y religiosas, llamada tarde o temprano a ondear distintas banderas, aunque bajo afinidad inevitable de idiosincrasias. Tal ocurre cuando hablamos de la Península de Istria como espacio geocultural por encima de las nacionalidades que contiene. Un pescador de Eslovenia tiene más en común allí con su homólogo croata que con sus compatriotas de los Alpes.

La Península de Istria imprime carácter, hable dialecto veneciano de Trieste o lenguas eslavas. Eslovenia fue el primer Estado en constituirse al estallar la guerra serbo-croata de 1993, logrando salida marítima para separar las fronteras italianas del conflicto. Después se hizo valer Croacia como país independiente. La población croata ocupaba casi todo el litoral adriático de los Balcanes y, en consecuencia, la mayor parte de Istria quedó de su lado, entre el Golfo de Trieste y la costa de Knavar.

Rovinj
Rovinj / ISTOCK

Dalmacia se llamó esta comarca, bajo posesión romana, el año 177 a.C. De ahí que Eslovenia lleve conservando en pie, más de dos milenios, el palacio pretoriano de Koper, su puerto peninsular más activo. Los piratas tenían en Istria una de sus plazas fuertes, dueños de los secretos para navegar sus corrientes marinas. Ya el historiador griego Estrabón se refería a la dolce vita de sus latitudes... En fin, los posteriores trasvases de población impuestos por las potencias que allí gobernaron hicieron el resto a la hora de unir a unos y otros bajo la misma brisa adriática, por encima de fronteras trazadas o por trazar. Unas fronteras bastante diluidas, ahora, al ingresar Eslovenia y Croacia en la UE.

Viaje en el tiempo

La ciudad italiana de Trieste no pertenece a la Península de Istria, pero viene a ser el acceso natural a ella para los viajeros que llegan del Mediterráneo Occidental. Trieste, encrucijada entre la Europa del Este y el Oeste, dos estilos diferentes tres décadas después de la Perestroika. Para comprobarlo no hay más que desplazarse 30 metros de su estación de tren modernista a la de autobuses. Una calle separa su Ferrovia del hangar donde los viejos autocares del socialismo real ponen rumbo a los Balcanes, con pasajeros taciturnos... Todo un viaje en el tiempo.

Solo Muggia conserva nacionalidad trasalpina, a día de hoy, entre las localidades preferentes de la península. Y eso que hasta 1797 dominó  aquellos pagos la República de Venecia, lo que explica que aún se hable italiano en Rovinj, el extremo sur de Istria. Muggia en todo caso se postula como centro turístico norte, antes de pasar a sus espacios eslovenos, sin que su periferia fabril haga presagiar lo mejor: el relax de playas a la sombra de villas con encanto que desde Koper llega más tarde. Koper tira del antiguo Condado de Istria hacia el sur, entre fuentes, arcadas y callejones venecianos que no impiden la amplitud de plazas como la que recuerda a Tito, el caudillo socialista que gobernó Yugoslavia durante 27 años.

Apenas 42 kilómetros de costa adriática posee Eslovenia. Los suficientes, sin embargo, para custodiar también unas salinas, cerca de las cuales, en Portoroz, opera una granja salvaje de peces, que nada tiene de piscifactoría. En cuanto a puertos deportivos, Piran le pone al país plaza mayor frente al mar, galerías de arte y tabernas de genuino sabor, en un intento de dirigir su turismo hacia el consumo cultural. Porque se trata de un burgo cuyas casas caen en cascada hacia la ensenada, con señas de identidad modernistas entre los estilos Liberty y Secession de sus edificios. Fue Piran antiguo faro de navegantes, lo que le otorga autoridad estética.

Piran

Piran

/ ISTOCK

Vestigios romanos

El interior esloveno de la península abunda asimismo en conjuntos monumentales y amurallados tales como Rihenberg y Stanjel, donde la familia Ferrari se hizo diseñar espectaculares jardines. Se diseminan por latitudes cársticas y Gorisçia reina sobre ellos entre viñedos, con el museo etnográfico más llamativo y un festival de jazz que ha traído artistas residentes al lugar, tanto patrios como foráneos. Queda dicho que Piran desciende hacia las aguas a modo de ladera.

Y, ya por tierras croatas, de esta guisa encuentran también la playa, hasta la localidad de Porec, pueblos menores como Savudrija, Umag y Novigrad, también amurallado este último y dueño de un celebrado festival veraniego que atiende por Cittanova Music Nigths. Hablamos de tierras que se adentran en el mar y vivieron de la pesca, industria que en Porec se remonta a la mitad del siglo XIX. Decumanus y Cardo Maximus se siguen llamando las avenidas de Porec, rumbo al templo de Neptuno que vio tallar mosaicos bizantinos en la Basílica Eufrasiana, su primera construcción cristiana, hoy Patrimonio de la Humanidad. Fuera del casco antiguo custodia Porec las estalactitas cavernícolas de Beredine y, para prevenir conductas primitivas del turismo, lo conduce a los complejos Laguna Verde y Azul, asimismo extramuros. En Porec quedan casas romanas y palazzos venecianos que los siglos mantienen, a resguardo, como vivienda privada.

Claro que, para vestigios romanos de envergadura en la península, el anfiteatro que preside Pula, mirando al mar. 60.000 habitantes hacen de Pula la mayor ciudad del Condado. Roma comprendió pronto su importancia geoestratégica. También el Imperio Austrohúngaro, que allí tuvo su Academia Real para ingenieros militares. Y, por lo demás, actrices como Laura Antonelli y Alida Valli vinieron al mundo en su caldo de cultivo mediterráneo.

Anfiteatro de Pula

Anfiteatro de Pula

/ ISTOCK

Camino de Pola desde Porec se pasa por Vrsar, que presume de mareas azul turquesa. Se atraviesa luego el fiordo de Lim y Rovinj, asentamiento isleño que en 1763 se unió al continente, tras ver cómo sus tribus de Iliria se romanizaban, adquirían naturaleza bizantina, se sometían a los francos, al Patriarcado de Aquilea y, a la postre, al Doge veneciano. De aquel entonces data su renacentista Torre del Reloj y el Arco de Balb, uno de los tres accesos que poseía su ciudadela. Posteriores son sus magníficas vistas desde la iglesia de Santa Eufemia y la colonia de pintores que puebla el lugar.

Medulin se llama la villa más meridional de Istria, ubicada entre olivos, viñedos, campos de trufa y yacimientos arqueológicos, como los del Vizula, el monte Vzcevan y Sveti Petar. Y, al doblar la península en dirección Este, surge la cuenca minera de Labin, en su día también fortificada por los venecianos. Vestigio de ello es la Puerta de la Santa Flor, tras la que se alcanza la plaza principal de esta villa, cuyas fachadas lucen colorido casi tropical. La llamada de la costa permite al Condado atesorar, tierra adentro, los orígenes remotos del castillo en torno al cual creció la medieval Pazin.

Bajo su museo etnográfico, el río Pazincica se adentra en la tierra, dando lugar a una espectacular sima cárstica: la Cueva de Pazin. Sus caminos discurren por un cañón de medio kilómetro, sobre 100 metros de caída libre... Toda una puesta en escena geológica que en 1885 inspiró a Julio Verne la novela titulada Mathias Sandorf, entre espeleólogos.

Muggier

Muggier

/ ISTOCK

Región de grandes artistas

Los novelistas Julio Verne y James Joyce habitaron y escribieron en Istria, siglos después de que lo hiciera Dante Aligheri, padre de las letras italianas. La belle époque y el modernismo, en todo caso, fraguaron la edad dorada de la península, sumando a sus crónicas el quehacer del compositor Gustav Mahler, el médico Robert Koch e Isadora Duncan. No en vano, la aristocrática ciudad de Opatija ejerció como epicentro de la vida artística centrouropea en tiempos del emperador Francisco José, allí donde el continente se anuncia.

Fue Opatija la gran residencia estival de los cortesanos austrohúngaros, del siglo XIX al XX, según pregona todavía su urbanismo costero, festoneado de palacetes, casas de baño y fachadas de grand hotel. Abbazia se llamaba entonces y el parque de Villa Angiolina, con su jardín botánico y sus marquesinas de orquesta, invita a cerrar los ojos, para oler y oír lo que fue perfume sonoro en la cultura de los grandes balnearios. Su arquitectura historicista, así como el museo que la casa suiza añade a las exposiciones de Villa Angiolina, explica que Opatija lleve por sobrenombre La Rivera del Adriático. Más allá queda ya la Bahía de Kvarner y la actual ruta del turismo dental que parte de Rijeka. Se siguen tomando las aguas medicinales por estas latitudes, cuyos odontólogos, por si fuera poco, se han hecho además famosos en todo el mundo. Pero esta ya es otra historia.

Vino y jamón más allá...

Dioniso se recostó en Istria al pasar a llamarse Baco en el panteón de divinidades romanas... Aunque desconocido todavía, bajo las viñas franco-alemanas de riesling y frente a los caldos italianos, gana puntos y adeptos el vino de autor esloveno. Se sirve en las tierras cársticas de la península y, regando su cocina creativa, atrae a quienes piensan que la brisa mediterránea se reduce en Eslovenia a sus 42 km de costa, con puerto de recreo en Piran y cargueros en Koper. El malvasía con Denominación de Origen sorprende en las bodegas de San Martin, Cejkotova Domaiya y Casa Crasna.

Jamón con rúcula en Trieste

Jamón con rúcula en Trieste.

/ ISTOCK

Por si fuera poco, en semejante comarca se anuncian jamones de calidad pata negra... No necesitan ahumarlo para que sepa a gloria, lejos de Extremadura. La villa rehabilitada de Goriska ejerce como epicentro cultural de tal zona viticultora, permitiéndose cada año un festival de jazz y otro de poesía, ambos al calor del vino. Stare Goriska se llama la ciudad que, tras la I Guerra Mundial, quedó del lado italiano, con población balcánica. El reajuste de aduanas, tras la caída del Imperio Austrohúngaro, hizo que en la Yugoslavia de Tito naciera una Nova Goriska, a su vez partida en dos con el Telón de Acero. Se entiende así que, frente a su estación ferroviaria, donde se estableció el último checkpoint trasalpino, en el 2004 celebrase Eslovenia, a bombo y platillo, su entrada en la UE sin fronteras.

 

Síguele la pista

  • Lo último