Hoteles con spa en Tenerife

Los spas y sus múltiples y variados tratamientos de belleza y cuidado del cuerpo siguen ejerciendo de imán para los mortales por sus indudables beneficios. Si a ello le unimos la belleza y singularidad de una isla como Tenerife, encontramos una oferta difícil de rechazar. Cuatro hoteles de la isla cobijan modernos centros que brindan a sus huéspedes el verdadero significado del descanso: la relajación total.

Hoteles con spa en Tenerife
Hoteles con spa en Tenerife

En el Mare Nostrum Resort, que está situado en Playa de las Américas, hay, si nuestros cálculos no fallan, que es posible, cinco hoteles de cinco estrellas con un total de 1.038 habitaciones, 13 restaurantes -desde un ruso hasta uno de cocina mediterránea donde se cena oyendo ópera en directo-, cuatro piscinas climatizadas -sin contar las cien suites que tienen la suya propia-, tres pistas de tenis, dos de squash, un minigolf, 28 salas de reuniones para 3.400 personas, un auditorio para 2.360 espectadores, un catamarán de 225 plazas bautizado Lady Shelley (¿en honor a la creadora de Frankenstein?) para salir a otear delfines y ballenas... y alguna otra cosa que posteriormente se dirá.

Más aún que estas cifras, estupefacta la cornucopia decorativa del complejo. La entrada, tipo Partenón, aparece custodiada por 32 arqueros. Justo detrás se alza la Pirámide de Arona, una especie de zigurat o teocalli donde todas las noches se celebra algún sarao flamenco. Y, por doquier -en la fuente monumental del Hotel Sir Anthony, en la piscina Romana que rodean los hoteles Julio César, Marco Antonio y Cleopatra...-, Discóbolos, Neptunos, Venus y Victorias de Samotracia que explican por qué se le llamó Mare Nostrum a un lugar que está a 1.500 kilómetros del Mediterráneo, en vez de Mare Atlanticus o, con más propiedad, Maremágnum.

Un hidromasaje oceánico

A Zeus gracias, el Mare Nostrum Resort ofrece, para relajarse de tanto sobresalto, uno de los mejores spas de la isla. Una piscina termal marina adornada con discretos motivos mironianos preside este centro de talasoterapia donde uno es objeto de infinidad de tratamientos muy profesionales y bastante apañaditos de precio -por 28 a, hidromasaje oceánico, envoltura de tierras volcánicas, hidrojet y mascarilla facial-. Tras lo cual, ese uno puede acabar de desestresarse en el denominado espacio cardio-training (gimnasio, o sea) o en la taberna andaluza, que es el mejor restaurante del complejo y, según parece, en varios kilómetros a la redonda.

Perlas como el Mare Nostrum, aparentemente irrepetibles, abundan en Playa de las Américas. Aunque alguna sospecha tenemos, no sabemos (ni nos quita el sueño) qué asunto de vida o muerte reúne a gentes de ciudades remotas en esta otra ciudad -pues eso es Playa de las Américas- del suroeste tinerfeño; lo que sí sabemos es que, según se avanza por la misma costa hacia el norte, los colosos van cediendo terreno a una arquitectura más sensata, más humana, más pegada a la tierra. Tal es el caso del Hotel Jardines de Nivaria, cuyo título -así le dijeron los antiguos navegantes a esta isla, al ver la cima del Teide peinando nieves- ya revela otra sensibilidad.

Obra y propiedad del arquitecto burgalés Rafael Adrián, el Jardines de Nivaria reparte sus 172 habitaciones y 95 suites en cinco edificios de cuatro plantas, con terrazas abiertas a la playa de Fañabé, mientras que la recepción, los salones y los restaurantes ocupan un sexto edificio central exornado con antigüedades, bronces de Bruno Cuevas, numerosos guiños art decó -el techadillo del bar imita una lámpara Tiffany- y una cúpula de vidrio emplomado de 12.000 piezas en la que los hermanos Barrio han reproducido la situación exacta de las constelaciones en el cielo tinerfeño el 21 de marzo.

La eterna primavera que anuncia la cúpula se verifica en el jardín del hotel, un auténtico botánico de flora tropical que abraza tres piscinas: una de agua marina climatizada, otra de agua dulcísima -que no se saca del grifo, porque estamos en Canarias, sino de una estación de ósmosis inversa- y otra con burbujas. Completa el capítulo acuático el Aequor, un spa chiquito pero con toda clase de tratamientos relajantes, desde acupuntura hasta envolturas de chocolate o yogur.

Confirmando lo que decíamos de que cuanto más al norte se desplaza uno por esta costa, más carácter va reconociendo en sus edificaciones, nos topamos al llegar a Playa del Duque con el elegantísimo hotel Gran Tacande. Inaugurado tres años ha, este cinco estrellas del grupo Dreamplace simula con gran fineza la arquitectura de una vieja ciudad colonial, con cuatro barrios de diversa atmósfera -Casa Fuerte, Sansofé, Plaza San Sebastián y Malpaís- distribuidos alrededor de un gran vestíbulo octogonal, el cual, a su vez, finge una típica mansión canaria, aderezado como está con piedra volcánica -"tacande", en guanche- y artesonados de madera.

En el Gran Tacande hay 45 suites con bañera circular de hidromasaje y amenities ecológicos. Pero aunque uno no pueda permitirse más que una modesta habitación doble, nadie le privará del placer de pasearse por sus plazas, terrazas, balconadas y jardines con vistas al Océano Atlántico y a la vecina Gomera. Bien es verdad que este hotel no tiene acceso directo a la playa (hay que cruzar una calle), pero posee dos hermosas piscinas escalonadas, de tal suerte que sus aguas se funden visualmente con el mar. Tampoco se hallarán tropecientos comederos, pero sí un par de buenos restaurantes -Bocoy y Zurrón- en los que se borda la nueva cocina canaria: bacalao con pisto bubango y estofado de sus callos, langosta en cazuela con papitas negras, carrillera con papas bonitas y piña del Hierro con malvasía...

Además de esto, que ya es mucho, el Gran Tacande brinda los servicios de Vitanova, un spa de 2.000 metros cuadrados -inspirado en las telúricas arquitecturas manriqueñas- con piscinas e hidromasajes de agua de mar a diversas temperaturas, ducha bitérmica con aceites esenciales, sauna, baño turco, terma romana, cueva de hielo, duchas escocesas y cabinas para proporcionar hasta más de 50 tratamientos distintos. Sí, hay que pellizcarse las relajadas carnes: estamos a sólo cinco kilómetros de Playa de las Américas.

Lujo asiático al norte de la isla

Para hallar un hotel que ofrezca mayores blanduras terrestres y acuáticas, hay que viajar, cómo no, al norte de la isla. En concreto, a la villa de Puerto de la Cruz, donde se erige, casi desde los tiempos del adelantado Alonso Fernández de Lugo, el Hotel Botánico.

Este venerable establecimiento, que ya estaba un poco desgastado de tanto rey y tanto famoso, fue renovado en el año 1995 por el Grupo Loro Parque, que apostó en la decoración por los lacados en rojo, los leones de porcelana y los budas dorados, además de por las aves parleras marca de la casa. Ciertamente no es un hotel de diseño, pero quién se acuerda de Philip Starck o de Santa Cole habiendo habitaciones grandes como casas, con vistas al mar o al Teide, y con terrazas asomadas a un jardín del que alguien ha dicho -ahorrándonos tener que pensar una frase- que es la parte más bonita del famoso Jardín Botánico, que abre sus taquillas justo enfrente.

Lo que sí constituyó un acierto pleno, sin matices, fue la apertura en 2003, dentro del mismo hotel, de The Oriental Spa Garden, un magnífico centro de salud y belleza especializado en masajes orientales -ayurveda, shiatsu, thai, reiki...-, en envolturas de té verde, jengibre y cacao, en baños termales ambientados con aromas y esencias exóticas, y también en tratamientos a base de productos autóctonos, como la lava volcánica de Tenerife, el aloe vera de Fuerteventura o las sales marinas de Lanzarote.

Un spa, el del Hotel Botánico, que relaja con sólo mirarlo, todo lleno de preciosas antigüedades y artesanías procedentes de Tailandia y Camboya. Y que, además, ofrece su circuito termal -con aguas manantiales procedentes de la cumbre del Teide; para ser exactos, de las Galerías de San Nicolás, en el valle de la Orotava- de forma gratuita a los huéspedes del hotel. Con todo, el Botánico es un lujo asiático reservado para gente con posibles -186 a la habitación más barata- y con spa para mayores de 16 años, prudente disposición esta última.

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