Helsinki, capital del centenario

Edificios originales y a la última, espacios artísticos vibrantes, tiendas de diseño, saunas reconfortantes, lugares históricos, atardeceres desde la terraza de un café, excursiones en barco a sus islas más próximas... Helsinki vive en armonía y se asoma en verano al Mar Báltico con una vibrante vida cultural y multitud de eventos que este año se acentúan para festejar el primer centenario de la independencia de Finlandia.

Catedral luterana de Helsinki
Catedral luterana de Helsinki / Eduardo Grund

Oonea, 100-vuotias Suomi (Felicidades, 100 años de Finlandia). Así reza el panel más vistoso en el puerto de Helsinki, adosado a la fachada de uno de los edificios blancos del arquitecto Alvar Aalto, el finlandés más ilustre del siglo XX, que revolucionó el diseño en su país. El puerto y sus alrededores son los lugares más paseados por locales y turistas, entre la catedral ortodoxa más grande de Europa Occidental y la Noria Gigante (la Skywheel), que se abre a un Mar Báltico que cada año se hiela menos, cosas del destino o del cambio climático. Pero sí, Finlandia está de fiesta. Celebra el centenario de su independencia, obtenida después de tres siglos de dominio sueco y algo más de uno bajo el poder ruso. Y lo celebra a su modo, casi en voz baja, con la calma nórdica que les distingue y disfrutando de esa naturaleza que embriaga a todos sus habitantes. La fecha lo merece. El país se independizó el 6 de diciembre de 1917, tras quedar a salvo de la Primera Guerra Mundial y después de que Helsinki fuera proclamada capital del nuevo Estado.

Los finlandeses, siempre francos y muy abiertos, han querido conmemorar esta efeméride con una idea común, la de "estar juntos", locales y visitantes, y por eso, además de las exposiciones sobre la historia y el diseño del país, han organizado decenas de actividades bajo ese objetivo de "unirse como un pueblo". En dos ocasiones, por ejemplo, han montado una mesa gigante para mil personas a lo largo del paseo Esplanadi, en pleno corazón de la ciudad, para comer compartiendo los platos que los vecinos preparaban en sus casas. O se han desplazado a sus cercanos bosques para cantar a coro temas tradicionales de Jean Sibelius, otro de los iconos del país, el mejor compositor de su historia y que fue también personaje clave en el desarrollo de la identidad nacional durante la lucha de Finlandia por lograr su independencia de Rusia.

Helsinki, la capital, vive el centenario de su país con sosiego, sin grandes alardes, aunque se hayan programado más de tres mil eventos. Para captar su esencia, lo mejor es caminar para sentir el ambiente de otros tiempos pasados disfrutando de sus calles adoquinadas, de su arquitectura, de sus preciosos jardines y espacios donde se puede descubrir la naturaleza y la cultura de este país. Comenzando, quizás, por la Plaza del Mercado, degustando las fresas del país en verano o los arenques al llegar la temporada otoñal, o saborear un buen café en sus carpas, una pasión esta última que trajeron los suecos en el siglo XVIII y que sigue muy viva en Helsinki. En la capital hay más de 500 cafés y cafeterías, con nombres tan famosos como Ekberg, abierto en 1852, donde hay que probar el korvapuusti (pan de canela); el Fazer, para pasmarse con sus chocolates y bombones; el Regatta, el Aalto, o los más recientes Kuuma y Mumim Kaffe. Al final casi siempre se termina junto al Mercado Viejo de Helsinki, con sus puestos de venta de alimentos típicos; o más al norte, en el renovado barrio del Ayuntamiento, con sus bailes en la plaza y sesiones de cine, y a un lado, el edificio más famoso de la ciudad, la Catedral, unida con la Plaza del Senado por unas llamativas escaleras en las que resulta imposible renunciar a un selfi.

Suomenlinna y Vallisaari

Antes de abandonar el puerto hay que abrazar ese mar Báltico repleto de buques de carga, veleros y cruceros con destino a Tallin, Estocolmo o San Petersburgo tomando un barco a las islas cercanas del archipiélago de Helsinki. Por ejemplo, en dirección a Suomenlinna. Tras 15 minutos de travesía se llega ante su fortaleza marítima, Patrimonio Mundial de la Unesco, responsable de que Helsinki se convirtiera en la capital del país al estar tan próxima de esta isla histórica.

En Suomenlinna hay que visitar sus seis museos con una entrada conjunta y asistir a conciertos de música y obras de teatro. La isla acoge también muchas bodas. Los habitantes de Helsinki suelen llevarse el almuerzo e improvisar un picnic en los días soleados, tanto en esta isla como en su vecina Vallisaari, separadas por un canal de 200 metros en el que es asombroso ver cómo maniobran los grandes cruceros para atravesar este angosto estrecho. Vallisaari, conocido como el Gibraltar del Norte, fue utilizado desde el siglo XVII como defensa militar de la bahía de Helsinki, a la que protegía con sus cañones y sus pertrechados refugios de armamento. Desde mayo de 2016 se ha convertido en un espacio abierto al público, con un café y dos pequeños puertos. Los habitantes de Helsinki lo frecuentan porque, además de visitar las baterías defensivas alrededor de la isla, alberga un hábitat único para la vida animal, repleto de murciélagos, mariposas (más de mil especies diferentes) y cientos de aves. En los años 30 y 40 del siglo XX vivieron aquí unas cuarenta familias. Hoy la isla está deshabitada.

Calle de Helsinki.
Calle de Helsinki. / Eduardo Grund

Es tanta la pasión que sienten los habitantes de Helsinki por la naturaleza que resulta muy habitual que adquieran una segunda casa, pequeña y a veces sin agua corriente, junto a algún bosque cercano sin salir de la capital. Una sencilla residencia cuyo precio puede oscilar entre cincuenta y cien mil euros. Leena, coordinadora de Visit Helsinki, lo explica desde su punto de vista: “El urbanismo llegó muy tarde a nuestro país y por eso los finlandeses nos sentimos un poco campesinos, aunque hayamos entrado en el siglo XXI. De ahí que tengamos más de medio millón de cabañas en Finlandia y algunas se levantan en ciudades como Helsinki. Nuestra pasión es la naturaleza en su concepción más básica”.

Esplanadi, el gran paseo

De vuelta al puerto puede ser el momento de enfilar el paseo Esplanadi, la gran vía de la capital desde hace 200 años. Habrá que pasar por la fuente de bronce de Havois Amada, la figura de una joven surgiendo del Mar Báltico que simboliza el nacimiento de la ciudad de Helsinki. Antes habremos sorteado con seguridad decenas de bicicletas que circulan reguladas por semáforos propios en el área portuaria, "un peligro mayor que el de los coches", en opinión de nuestro guía, Arthur, en una ciudad de medio millón de habitantes y muy pocos vehículos de cuatro ruedas. Tomando el paseo Esplanadi en dirección a la Estación Central de Ferrocarril, a la izquierda abren los restaurantes, como el Kappeli, el más antiguo de la capital, con café, bar y restaurante independientes y un kiosco de música para conciertos y eventos en verano. A la derecha se extiende una hilera de tiendas –Aarinkka (objetos de madera), Kalevala (joyería), Lapponia (compras), con una bella colección especial para el Centenario en los colores azul y blanco de la bandera finlandesa, y Maria Korxi (pañuelos)– y el hotel Kamp, el más famoso de los últimos cien años, donde siempre es posible encontrarse con algún personaje de la jet-set o de Hollywood.

En medio del paseo, donde históricamente la gente acudía para ver y dejarse ver, hoy llena sus terrazas y come sobre la hierba cuando el día es soleado, surge la estatua del poeta nacional Johan Ludvig Runeberg, un icono en la ciudad. También lo es la tienda Artek, en la calle peatonal Keskuskatu, llamativa no solo por sus comercios sino también por su sistema de calefacción instalado bajo el pavimento para evitar los hielos del invierno. En Artek, tienda perteneciente al grupo Vistra de Basilea, se puede admirar y comprar, si el bolsillo lo permite, las creaciones de Alvar Aalto, el genio finlandés que tenía un don especial para buscar la luz en todas sus composiciones arquitectónicas y artísticas. Para encontrar la pieza más vendida aquí hay que lanzar la mirada a su famoso taburete (195 euros), aunque los más adinerados se atreven con otra pieza especial: un sillón que alcanza los 4.000 euros. A solo unos metros de Artek se alza otro clásico de Helsinki, los grandes almacenes Stockmann, abiertos al público desde 1862. Un poco más adelante los pasos se dirigen a la estación principal de trenes, un edificio art-decó con una sugerente fachada de granito y cuatro gigantes que sostienen esferas luminarias en sus manos. Enfrente queda el Ateneum, el museo de bellas artes más popular de Finlandia, que ha organizado la exposición más importante del Centenario, El arte y la forma moderna, en honor de Alvar Aalto, autor de edificios tan emblemáticos como la gran Biblioteca y la Casa Finlandia, auditorio y sala de congresos desde 1971. La muestra, una de las grandes atracciones del centenario finés, estará abierta hasta el domingo 24 de septiembre.

Distrito Arabia de Helsinki
Distrito Arabia de Helsinki / Eduardo Grund

El Distrito del Diseño

Desde esta zona neurálgica de Helsinki hay que encaminarse hacia el Distrito del Diseño, no sin antes asombrarse con la sencilla Capilla de Kamppi o del Silencio. Es un ejemplo de la destreza finlandesa en la construcción de edificios de madera y constituye un oasis de paz en medio del constante ajetreo urbano. Hombres y mujeres pasean o dan pedales por este punto donde también el diseño más moderno sigue presente, como en casi todos los rincones de la ciudad. Hablamos de un diseño de lo cotidiano, alejado del lujo, funcional y muy nórdico.

El Distrito del Diseño abarca varios barrios céntricos, entre los que se encuentran Punavuori, Kaartinkaupunki, Kruunuhaka, Kamppi y Ullanlinna. Recorrerlo implica un plan fantástico para conocer alguna de sus 200 boutiques, talleres, museos, galerías y cafés, así como marcas de diseño reconocidas internacionalmente, como Marimekko, famosa por sus coloridas producciones en prendas para vestir, ropa de cama y de la casa, o Arabia, que cuenta con un centro un poco más alejado del centro de la ciudad, donde se puede adquirir diseño finlandés en algunas de sus marcas más conocidas: Littala (famosa porque vende el jarrón de cristal de Alvar Aalto), Fiskars, Hackman y Pentik. El pabellón y la tienda están abiertos al público, justo al lado de las salas que alquilan algunos artistas para trabajar sus piezas buscando un diseño hecho para todos. Y detrás del edificio se levanta una zona residencial, Arabianranta, levantada durante los últimos quince años, que presenta una arquitectura muy creativa, con obras de arte muy cerca del mar en un entorno natural protegido donde se pueden avistar más de trescientas especies de aves diferentes.

Excursión a Porvoo

Cincuenta y dos kilómetros separan Helsinki de Porvoo, la segunda ciudad más antigua del país tras Turku, con 800 años de historia a sus espaldas. En poco menos de una hora por la E-18 se llega a este destino clave en la historia de la independencia de Finlandia. Ya desde 1916 se organizaron convocatorias y protestas contra el poder ruso desde la parte más moderna de esta ciudad de 50.000 habitantes. Hoy más de un millón de personas visitan Porvoo cada año. La ciudad mantiene en el casco viejo su apariencia del siglo XVIII, con casitas de madera de color rojo que fueron construidas en honor de la visita del rey Gustavo III de Suecia y que se apiñan ordenadamente a orillas del río que lleva el nombre de esta villa.

Antiguamente los barcos solían subir por este cauce para descargar y cargar sus mercancías en este punto, donde se levantaban los depósitos de los mercaderes. Durante la Edad Media fue este el puerto más importante de toda el área para el transporte de productos, manjares exóticos de tierras lejanas y alimentos, entre ellos la sal que venía desde España en un viaje de ida y vuelta que se alargaba más de ocho meses.

Porvoo
Porvoo / Eduardo Grund

La catedral de Porvoo

Para calibrar la dimensión de Porvoo hay que acercarse al puente que da acceso a la ciudad para disfrutar de una panorámica de sus casas pintorescas y su viejo barrio, donde sobresale su catedral. Esta iglesia fue construida a mediados del siglo XV. Fue saqueada y destruida varias veces en siglos posteriores hasta que se consagró como catedral en 1723. El último percance que sufrió el templo, actualmente luterano, se produjo en 2006 cuando un incendio arrasó su tejado. Dos años después volvió a abrir a turistas y fieles. Una buena noticia para las parejas de Porvoo y para las de la propia Helsinki porque esta catedral es su lugar favorito para contraer matrimonio.

En realidad, todo el paseo por esta ciudad vieja de 800 habitantes resulta una delicia, si nos olvidamos de las cuestas y del suelo empedrado a la hora de caminar. En este trayecto se suceden las galerías de arte, representadas por Colmio; joyerías impecables tan llamativas como Aurum, tiendas de chocolate, con Brumberg a la cabeza, y un gran número de establecimientos de lujo y antigüedades, así como de elegantes restaurantes con esmerado servicio, donde se rinde en muchos de ellos culto a la carne. La ciudad cuenta con una pequeña Universidad, en la que se imparten las carreras de Económicas, Enfermería y Turismo. En Porvoo se encuentra también Runebergin koti, la casa en la que el poeta Johan Ludvig Runeberg (poeta nacional de Finlandia) vivió de 1852 hasta su muerte en 1877. Desde 1882 la casa es un museo dedicado al autor.

Noria de Helsinki
Noria de Helsinki / Eduardo Grund

Una noria con sauna

En Finlandia hay tres millones y medio de saunas públicas y privadas y son, de hecho, el gran invento de Finlandia. Sauna es la única palabra del idioma finlandés que se ha exportado a todo el mundo. Las saunas gozan de gran popularidad y de ahí que haya un día en el que las saunas públicas y privadas se abren a vecinos y visitantes para que puedan disfrutarlas de forma gratuita. Para los finlandeses, la sauna es un acto social que reúne a amigos y familiares para charlar sobre los temas del días. Una de las últimas novedades de Helsinki es el Allas Sea Pool. Este complejo de piscinas y saunas de la plaza del Mercado, abierto desde septiembre de 2016, cuenta con cubos amplios de agua marina purificada como homenaje a la cultura balnearia de los países bálticos. Entre sus instalaciones hay una noria; una de sus cabinas funciona como sauna de lujo (248 euros una hora para cuatro personas). Cuando finaliza el recorrido espera el jacuzzi, que está sobre la superficie, a ras de suelo. La experiencia es ya muy famosa en la ciudad, junto a otro plan que propone la Skywheel: un reservado con champán (195 euros para cuatro personas, con una botella de obsequio) en otra cabina de la noria. Entre las saunas más recientes destaca la Sauna Löyly, ejemplo de nueva construcción en madera de estas instalaciones, con un diseño muy original en una superficie de 1.800 metros cuadrados, donde puedes terminar bañándote en el Báltico, además de disfrutar de un solarium y una azotea con vistas al mar. Dispone de un restaurante con comida de temporada y por las noches su terraza con música de Dj es un punto de encuentro de la juventud.

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