La Gruta Azul de Capri, una catedral en el mar
Bienvenidos al lugar más escénico de esta isla del Golfo de Nápoles

Se ha dicho de ella que está habitada por sirenas, que es un lugar maldito en el que vagan los fantasmas. Misterios que no hacen sino confirmar la fascinación que ejerce la Gruta Azul (Grotta Azzurra), uno de los enclaves más increíbles de Capri, la más famosa de las islas del Golfo de Nápoles, perteneciente al archipiélago de la Campania.

Estos mitos acerca de monstruos y criaturas sobrenaturales mantuvieron aislado este lugar durante muchos años, alejando a los visitantes de esta auténtica joya que entre los pescadores era conocida como la “Gradola”. Creencias hostiles que con el tiempo se acabaron de confirmar: dentro de la cueva se encontraron esculturas cuyas sombras recordaban formas aterradoras.

La realidad es que fue el emperador romano Tiberio quien encargó la elaboración de estas estatuas, que recrean a Neptuno, Tritón y otras criaturas marinas. Según los historiadores, el mandatario quiso que con estas figuras se adornara la cueva en la que le gustaba nadar y a la que, cuenta la leyenda, mandaba arrojar a sus propios enemigos.
Azul imposible
Más allá de su carga mítica, la Gruta Azul es un paraje realmente hermoso que encontramos en el noroeste de la isla, a pocas millas de los farallones. Pero ¿en qué consiste en realidad?
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Geológicamente es un sistema cárstico de cavidades subterráneas abiertas al mar, que confluyen en un espacio más amplio conocido como la Catedral Azul, el único que está abierto al público para la visita, que se realiza en compañía de un marinero experto y a bordo de un bote de remos. La luz del sol atravesando el mar y observada desde la oscuridad proporciona un impresionante tono azul semejante al efecto de un foco sumergido.

La exploración
Hay que partir del Puerto de Marina Grande en lancha motora y luego hacer el trasbordo a la barquita, desde la que se accede lenta y silenciosamente. Así se atraviesa una hendidura existente en la roca de sólo un metro de altura, motivo por el cual hay que tumbarse en el fondo de la barca en el momento de entrar.

Una vez superado, se accede a la Catedral para maravillarse con su inesperada amplitud: 22 metros de profundidad por 25 de anchura y 60 de extensión. Es el momento de constatar la belleza del lugar que se comunica a su vez con otros espacios misteriosos: la gruta de Guarracini, por el lado izquierdo, o la Galleria dei pillastri (Galería de los Pilares) que enlaza a través de un pasadizo con la conocida como Sala dei Nomi (Sala de los Nombres) donde figuran las firmas de antiguos visitantes.
La maravillosa tonalidad azul resulta realmente inconcebible. La luz del sol filtrada por las aguas absorbe las tonalidades rojas y deja pasar tan sólo solo los destellos zafiros, celestes y turquesas que iluminan el espacio.
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