Escocia, la Ruta 66 de las Highlands

Una nueva ruta circular de 800 kilómetros de longitud (500 millas) permite recorrer en coche el noroeste de Escocia, las Highlands. A esta carretera, señalizada como la NC500, ya la consideran como la Ruta 66 escocesa.

Escocia, la Ruta de las Highlands
Escocia, la Ruta de las Highlands / Eduardo Grund

Antes de iniciar la aventura por las Tierras Altas escocesas hay que mentalizarse. El trazado cubre más de quinientas millas (algo más de ochocientos kilómetros), que naturalmente hay que recorrer conduciendo por la izquierda y salvando las temidas rotondas, con muchos tramos en los que nos encontraremos la señal Passing Place, un pequeño ensanchamiento de la calzada que sirve para detenerse y dar paso al vehículo que viene en sentido contrario. Aquí, en contrapartida, sí tenemos asegurado que no existe el tan temido estrés urbano y que solo hay que concentrarse en disfrutar de la naturaleza que descubrimos detrás de cada curva de la carretera. No existen las autopistas ni las autovías en estos parajes, pero a cambio podremos parar donde nos plazca, dormir si se quiere en cualquier rincón del recorrido, cerca de las playas o al lado de riachuelos embellecidos con nenúfares, brezo y helechos, y, sobre todo, deleitarse con un paisaje único, que en cualquier otro país habría sido calificado en su conjunto como parque nacional, con montañas escarpadas, lagos desiertos, valles profundos y verdes laderas de donde brota el agua más pura.

Eilean Donan Castle
Eilean Donan Castle / Eduardo Grund

El epicentro de la ruta 66 escocesa está localizado en Inverness, la capital de las Highlands, y algunos viajeros cubren el recorrido partiendo de esta ciudad en dirección norte y terminando de nuevo, tras recorrer toda la cornisa septentrional de Gran Bretaña, en las proximidades del lago Ness, donde todavía puedes toparte con viajeros curiosos que intentan captar con sus cámaras al famoso monstruo. Nosotros, en cambio, decidimos iniciar nuestra ruta desde el castillo de Eilean Donan, tras aterrizar en el aeropuerto de Edimburgo y alquilar un coche automático, por aquello de que nuestra mano izquierda no está acostumbrada al cambio de marchas, y, por supuesto, con navegador.

Eilean Donan es el castillo por antonomasia de las Tierras Altas del norte escocés. Da igual que la niebla se apodere de sus viejos muros o que estas piedras defensivas sean iluminadas por los rayos del sol, porque no siempre llueve en Escocia, aunque nadie lo crea. La ubicación de esta fortaleza, en medio de tres lagos, con las montañas peladas y verdes que ocultan la isla de Skye, emociona a cualquier visitante. El pueblo más cercano, Dornie, queda a nuestra espalda y los autobuses repletos de turistas están camuflados en un parking discreto. Estés donde estés, aparece siempre la silueta del Eilean Donan Castle con el mástil de su bandera escocesa, azul y blanca, que nos traslada mágicamente al mundo del cine. Aquí se rodaron películas como Los inmortales (1986), con Christopher Lambert y Sir Sean Connery a la cabeza del reparto, y El mundo nunca es suficiente (1999), de la serie James Bond, convirtiendo al castillo en la sede del MI-6, el famoso servicio secreto británico. Olvidándonos de la ficción cinematográfica, puede decirse en verdad que fue en estos muros donde murieron 50 soldados españoles, enviados por Felipe V para ayudar a los jacobitas en 1719. Tras construir un polvorín, fueron aniquilados por los ingleses ya que nunca llegaron los refuerzos esperados de España. Su historia recuerda a la de Los últimos deFilipinas, solo que ellos lo vivieron en el siglo XVIII. Desde ese momento el castillo quedó en ruinas y solo recuperó su esplendor cuando fue comprado por el teniente coronel John McRae en 1911. El heredero del clan McRae arregló el castillo, añadió el puente que une la isla con tierra firme y renovó todas las estancias interiores convirtiéndolo en una vivienda moderna. Hoy es el castillo más visitado en esta esquina del norte de Escocia.

A solo once millas de Dornie, por la A-87, aparece Plockton, un pueblecito formado por una hilera de casas que confirma una vez más los ricos contrastes de estas tierras. A orillas del lago Carron parece como si estuviéramos pisando un destino tropical a juzgar por las palmeras y drácenas de Nueva Zelanda que embellecen la calle principal de esta villa marinera que sí recupera su espíritu británico cuando tomamos una cerveza en el hotel Plockton o cenamos en sus salas alguno de los ricos marisco que proporciona la zona.

A la mañana siguiente, la ruta continúa penetrando en la península de Applecross y ascendiendo por el Paso del Ganado, cuyo nombre gaélico es Bealach na Ba. Se trata de un tortuoso paso montañoso, que alguno podría comparar o confundir con los Alpes centroeuropeos, con pendientes ascendentes de hasta el 20 por ciento y curvas cerradas bordeando barrancos. Lo crearon en 1822 para facilitar el traslado del ganado y ahora es un punto muy visitado por sus vistas antes de dirigirse a las espectaculares montañas de Glen Torridon, que conforman uno de los paisajes más hermosos del Reino Unido. En este valle no hay apenas poblaciones y en invierno suele cubrirse de nieve.

Flores tropicales en Escocia

Bastará una hora de coche desde Glen Torridon por esta ruta 66 que ya emociona para alcanzar Gairloch, una excelente base para realizar excursiones en busca de ballenas y delfines. Hay varias compañías que organizan excursiones desde el puerto en barco o zodiac para divisar la ballena minke, el delfín común o el tiburón peregrino, a la vez que se alucina con los vuelos en picado del alcatraz o el más sereno del águila de cola blanca. El pueblo de Gairloch invita también al paseo por su museo local, donde se exponen las típicas barcas de pesca, su bonito cementerio con las tumbas orientadas hacia el mar y su magnífica playa de arena, la más extensa por estos lares, sobre todo en bajamar. Un mundo marinero que vuelve a chocar en nuestra mente al acercarnos a los Jardines de Inverewe, a solo 10 kilómetros, para comprobar cómo su microclima creado por la Corriente del Golfo lo convierte en un espacio natural atípico para estas latitudes, con unas cuatro mil especies diferentes de plantas procedentes de países como Nueva Zelanda, Costa Rica, China o Japón. Un exótico vergel de 10 hectáreas protegido por los pinos escoceses en la costa atlántica azotada por las tormentas. También es muy llamativo el faro Rua Reidh, localizado en la punta de esta península entre el lago Gairloch y el lago Ewe, que ofrece la posibilidad de pasar la noche en uno de sus apartamentos. Toda una experiencia para sentir de cerca la dura vida de un farero en un lugar muy aislado donde rompen las olas con gran fiereza.

Nos encontramos ya en Wester Ross. Se distingue fácilmente porque los paisajes en esta región son cada vez más inhóspitos. No hay apenas carreteras y los pueblos son casi insignificantes en esta extensa área que ha servido de escenario para la serie de Juego de Tronos. Nuestro próximo destino se sitúa en Ullapool, la mayor población, con 1.500 almas, a orillas del lago Broom. Su centro es minúsculo, una franja de casas que parece franquear la entrada del agua en este brazo de mar flanqueado por imponentes colinas, pero se ha convertido, después de ser un clásico puerto de pescadores, en el punto de partida de los ferries que ponen rumbo a las islas Hébridas.

Fantasmas y leyendas

El viaje continúa por el último tramo que hay que recorrer para alcanzar la cornisa norte de las Islas Británicas. Las ovejas se multiplican no solo por los prados sino en la propia carretera y los mosquitos –ojo con ellos porque son minúsculos– se mueven en bandadas y pican desde la cabeza a los pies. El castillo Ardvreck es parada obligatoria en una pequeña península al este del lago Assynt. No deja de ser una ruina del siglo XVI que permanece en un promontorio rocoso de Sutherland, pero se ha convertido en una de las postales clásicas de las Highlands. Solo se conserva en pie un torreón y parte de la muralla, pero mejor visitarlo de día que de noche pues una vieja leyenda asegura que aquí viven dos fantasmas que hicieron malos tratos con el diablo. A solo unos metros se levanta la Calda House, hogar del clan MacKenzie desde la conquista del castillo en 1672. Un incendio sucedido en 1737 lo dejó en el estado ruinoso que se puede ver hoy.

De camino a Durness, la huella vikinga queda patente en un paisaje único, con las fallas geológicas más espectaculares de Gran Bretaña; a nuestra izquierda queda el desvío a la isla de Handa, un paraíso para más de 200.000 aves reproductoras, donde nuestro estómago puede llegar a ser feliz, si vamos con tiempo suficiente, en The Shorehouse. El restaurante se encuentra junto al embarcadero desde donde parten, solo en verano, los barcos a esta isla (13,50 libras por trayecto de ida y vuelta) y el local está rodeado de aparejos de pesca y nasas que invitan a un festín de marisco realmente muy fresco.

Atravesando Laxford Bridge, dejando uno de los ríos salmoneros más fértiles del norte de Escocia, espera Durness. El mar penetra con toda su fuerza hacia el interior de estas ventosas tierras, dejando una serie de playas vírgenes de inusitada belleza. Una de ellas, Sango Sands, se encuentra en el mismo pueblo, junto a la oficina de turismo, y es muy accesible desde el acantilado. Los viajeros descienden a pie para maravillarse con el color verde del mar cuando el sol brilla y con las aves marinas revoloteando sobre las rocas puntiagudas de la playa. Y algo parecido hacen cuando bajan a la cueva de Smoo, en el mismo Durness, para visitar esta caverna que fue habitada hace unos 6.000 años y que cuenta con una llamativa cascada en su interior.

Siguiendo la ruta, a través de la carretera que en este tramo se extiende en paralelo al mar y tras rebasar Tongue, descubrimos otro de los grandes atractivos de esta región septentrional: los acantilados. En Dunnet Head, el cabo más al norte de Gran Bretaña, pueden divisarse las islas Orcadas, a las que se puede acceder desde Thurso o desde John O’Groats, así como a las focas tomando el sol, las aves acuáticas que anidan en estas paredes (frailecillos, alcatraces...) y el increíble faro que construyó el abuelo del escritor Robert Louis Stevenson; otra opción es contemplar los preciosos farallones verticales (stacks) de Duncansby en John O’Groats, tras un pequeño paseo de diez minutos desde el faro de Duncansby atravesando los verdes campos donde pastan las ovejas. Los dos lugares son fascinantes especialmente a la caída del Sol. Si se busca otra temática muy distinta en los alrededores de John O’Groats, los seguidores de la familia real británica pueden acercarse al castillo de Mey, sobre todo si quieren apreciar la valiosa colección de objetos personales de la Reina Madre en la que fuera segunda residencia de la progenitora de la actual soberana británica.

Tras la visita a esta elegante casa con excelentes vistas al estuario de Pentland, retomaremos nuestro camino hacia Inverness por la costa este del país. Una franja menos salvaje y mucho más bendecida por la bondad del clima. Pasaremos Wick, con la destilería de whisky más importante del norte escocés (Old Pulteney Distillery); Ackergyll Tower, una torre rodeada de misterio y de romances, con 500 años de historia, y, por último, Dunrobin Castle. La mansión aristocrática más grande de las Highlands, digna de un cuento de hadas, tiene casi 200 habitaciones –solo se visita una veintena– y una sorprendente colección de trofeos de caza que pueden admirarse en un edificio anexo a los jardines del castillo, inspirados en los de Versalles. Estas zonas verdes que llegan hasta el mar constituyen el escenario ideal para acoger exhibiciones de cetrería con halcones peregrinos, águilas, lechuzas y búhos dos o tres veces al día, para regocijo del público que visita este histórico castillo.

Parada final en el lago Ness

La guinda final a esta larga ruta costera por el norte de Escocia se encuentra en Inverness, la capital de las Highlands, con un área fluvial que es, sin duda, su mayor punto de interés y un castillo que goza de buenas vistas. Sin embargo, sus visitantes se acercan a sus lagos, unidos con el lago Ness en 1822 por el canal de Caledonia para conectar la costa oriental de Inverness con la costa occidental en Corpach, cerca de Fort William. El objetivo, ya lo saben, es buscar a ese Nessie que ha atraído en los últimos años a millones de turistas deseosos de captar la imagen del monstruo marino en algún punto de este estrecho lago de 37 kilómetros de largo. El gran lagarto de las profundidades sigue siendo hoy un mito en este frío y gélido lugar rodeado de montañas abruptas y silenciosas, con decenas de hoteles, tiendas y negocios levantados que se han convertido en el mayor negocio turístico del norte de Escocia. Es la otra cara de la moneda de esa Escocia salvaje y deshabitada que cautiva a sus visitantes más románticos.

Casarse como un “highlander”

Por teléfono o por Internet. De cualquiera de las dos maneras es posible contratar una boda al estilo highlander y muchas parejas que solicitan este servicio son extranjeras. Dos son los castillos más recomendables para organizar este evento:

Eilan Donan Castle. El alquiler del castillo cuesta entre 1.200 y 1.500 libras (entre 1.400 y 1.800 euros). La primera opción es para un grupo de invitados compuesto por menos de diez personas y la segunda contempla grupos mayores. Casi todas las bodas se celebran en verano después de las 18 horas, cuando el castillo cierra sus puertas al público. En el interior, el salón de banquetes tiene capacidad para 90 invitados, pero si el enlace nupcial coincide con un buen día meteorológico es posible salir a los exteriores del castillo y contratar, incluso, una banda de gaiteros (eileandonancastle.com Tel.: 01599 555 202).

Ackergyll Tower. El Ackergill Tower es un castillo impresionante del siglo XV situado a solo 27,3 km de John O‘Groats. Este hotel de 5 estrellas ocupa un terreno de 13 hectáreas y ofrece aparcamiento gratuito, playa privada y habitaciones de estilo tradicional y elegante. El castillo organiza celebraciones de boda con capacidad para 250 personas y se paga entre 95 y 145 libras (113 y 170 euros) por cada invitado. Si se desea contratar el uso exclusivo del edificio, cuesta entre 10.000 y 15.000 libras (entre 12.000 y 18.000 euros; amazingvenues.co.uk/venue/ackergill-tower/).

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