Escapada a Segovia: 10 paradas irresistibles

Están a una hora (o poco más) de Madrid, pero quien cruza la sierra de Guadarrama tiene la impresión de que ha viajado mil años atrás. Castillos, ábsides mudéjares… Estos son los 10 pueblos más bellos de Segovia.

Pedraza, Segovia

Plaza Mayor de Pedraza, Segovia

/ JAVIER_SANCHEZ

La Granja

La idea era abdicar y retirarse, aún joven, a un discreto refugio en la sierra de Guadarrama. Pero no pudo ser. Felipe V, muy a su pesar, hubo de reinar hasta el último día y el refugio se acabó pareciendo a los palacios y jardines de su abuelo, el Rey Sol (Luis XIV de Francia). De ahí, el doble encanto de La Granja: un lugar muy palaciego pero, al tiempo, muy rústico y serrano, donde se comen judiones y se bebe whisky DYC. “Tres minutos me diviertes y tres millones me cuestas” es el famoso reproche que Felipe V le hizo a una de las 26 fuentes de los jardines de palacio, y es que, ni enchufadas al Amazonas, podrían correr todas juntas sin parar. La mejor foto se saca desde lo alto de la Cascada Nueva, con la fachada de piedra rosa de Sepúlveda del palacio como telón de fondo.

La Granja, Segovia

Palacio Real de La Granja

/ Javier Sánchez Martínez

Coca

A mediados del siglo XV, el señor de Coca, Alonso de Fonseca, que era uno de los tipos más ricos y rumbosos de España, se hizo construir un castillo de ladrillo rosáceo, repleto de garitones ochavados, remetidos matacanes, molduras, canutillos, esquinillas, espigas, lacerías... Lo diseñó el alarife mudéjar Alí Caro. Barato, desde luego, no fue. Encaramados a la torre del homenaje, los visitantes contemplan hoy estupefactos, como figurillas de una tarta nupcial, la rosa filigrana de los adarves almenados, el abismático foso seco de 560 metros de perímetro, los jardines reventones de petunias, las casitas blancas de la villa y las alamedas de los ríos Voltoya y Eresma, que se casan justo al pie del castillo.

Coca, Segovia

Castillo de Coca

/ JAVIER_SANCHEZ

Riaza

En 1956, Cela escribió que Riaza era “villa de calles anchas y empedradas y de casas de airosos balcones de madera”. Esto apenas ha cambiado, y realmente no se entiende que un pueblo plantado a 1.190 metros en la gélida ladera norte de la sierra de Ayllón se asome al exterior con tanta alegría, con tanta balconada, con tanto portón artísticamente herrado, con tanta aldaba mona… De lo que no dijo ni pío Cela es de la plaza Mayor, y es raro, porque no es una plaza cualquiera, sino una en forma de lágrima, rodeada de soportales, con 97 columnas de piedra o madera. A cuatro kilómetros, en la falda del cerro de la Buitrera, se alza la ermita de Hontanares. En los días claros, se avizora hasta el Moncayo, que dista 150 kilómetros en línea recta.

Riaza, Segovia

Ermita de la Virgen de Hontanares de Riaza

/ JAVIER_SANCHEZ

Maderuelo

Repentino y misterioso, como caído el cielo, aparece Maderuelo en el horizonte cereal del noreste de Segovia, encastillado sobre un cerro al que sirve de foso el río Riaza, cuyas aguas acrecienta la presa de Linares del Arroyo. Por el arco de la Villa se accede al recinto amurallado, dos calles paralelas donde se apiñan 97 vecinos en vetustas casas de piedra y adobe, las fachadas llenas de capiteles, estelas, lápidas y símbolos de ignotos orígenes y significados; bajo ellas corre un pasadizo donde la leyenda sitúa el tesoro nunca hallado de Álvaro de Luna, que fue señor de esta villa. Aguas abajo están las hoces del Riaza: 12 kilómetros de acantilados que albergan una de las mayores poblaciones del mundo de buitres leonados.

Maderuelo, Segovia

Ermita de la Vera Cruz de Maderuelo

/ JAVIER_SANCHEZ

Sepúlveda

Sepúlveda es villa de vieja historia, plaza mayor pintoresca (Solana y Zuloaga, de hecho, la pintaron), mucho arte románico y mucho asador, 23 para ser exactos. Falta nos va a hacer comernos una buena ración de cordero de Sepúlveda para recorrer a pie o remando en piragua las hoces del Duratón. Y es que este río, al pasar por Sepúlveda, se encañona durante 25 kilómetros entre acantilados calizos de 70 metros donde anida la mayor colonia de buitres leonados del mundo: más de 700 parejas. Un buen lugar para verlos es la ermita de San Frutos, que está en una península rocosa rodeada por todas partes, menos por un estrecho puente, de precipicios, buitres y aguas verdes, las del Duratón.

Sepúlveda, Segovia
Sepúlveda, Segovia / JAVIER_SANCHEZ

Fuentidueña

¿Quién no ha oído hablar de Sepúlveda y las hoces de Duratón? Nadie. Que levante en cambio la mano quien sepa algo de Fuentidueña, villa medieval por la que el mismo río pasa poco más abajo, lamiendo las heridas de su castillo, sus murallas, sus iglesias románicas de San Miguel y San Martín, su palacio, su hospital de la Magdalena, su puente romano… Entre Fuentidueña y San Miguel de Bernuy, discurre la senda Las otras hoces del río Duratón, a lo largo de la cual se puede ver a los buitres leonados sobrevolar bellísimos paredones verticales (que poco tienen que envidiar a los de sus hermanas mayores, las famosas hoces de la parte de Sepúlveda) y tomar el sol en los San Martines, los San Pedros y las Ermitonas, cuyas ruinas salpican la llanura.

Fuentidueña, Segovia

Cruz en la iglesia de San Miguel, Fuentidueña

/ JAVIER_SANCHEZ

Turégano

Juan Guas, el arquitecto de moda del Renacimiento, construyó el castillo rosa de Turégano, que es una bonita fortaleza con recinto exterior almenado, torres laterales de ángulos redondeados y elegantes torreones cilíndricos. Si uno mira en su interior, descubre un templo románico de tres naves, de los siglos XII y XIII, anterior por tanto a la obra de Guas; de modo que, hablando con propiedad, es una iglesia-fortaleza. Pero el principal uso que se daría al lugar no sería el de castillo ni el de iglesia, sino el de cárcel de estado. Antonio Pérez fue su preso más famoso. Desde la torre más alta, se ve como Dios la plaza de España, por sus soportales conocida como la de los Cien Postes. Hasta la torre llega el olor a corderito asado.

Ayllón

De los vastos dominios de Álvaro de Luna (más de 120 pueblos y 20.000 vasallos), Ayllón fue el lugar que eligió al ser desterrado de la corte en 1427; donde pasó un año sabático, tañendo el laúd, escribiendo poesías y viendo cómo sus rentas crecían, mientras sus enemigos se destrozaban. Ayllón sigue recordando la vida y milagros de su antiguo señor en una fiesta medieval que se celebra el último fin de semana de julio, y cuidando con mimo sus rojas piedras románicas y góticas, a tal punto que si el fantasma de Luna se presentase hoy en ella, no la encontraría muy cambiada. Entrar en el recinto amurallado por la puerta del Arco, guarnida con matacán y empedrada de blasones, es como recibir un mazazo. Un mazazo de pura Edad Media.

Ayllón, Segovia

Plaza Mayor de Ayllón, Segovia

/ JAVIER_SANCHEZ

Pedraza

Hay dos Pedrazas: la famosa, la que sale en los anuncios, la que a partir de las 12:00 se llena de madrileños que hormiguean en sus muchos asadores, tiendas de decoración y hoteles de estilo rústico-chic. Y hay una Pedraza reservada para los madrugadores, que antes de esa hora la hallan dormida dentro de sus murallas, como un animal enroscado en su concha. Acentúa esa apariencia de pétrea caracola, de fósil amonites, el hecho de que, a pesar de los siglos transcurridos, Pedraza siga teniendo una sola entrada: el arco de la Villa. Es la Pedraza que enamoró a Zuloaga. En 1925 compró su castillo roquero, hoy museo Ignacio Zuloaga. Le pidieron solo 13.000 pesetas, pero como era supersticioso, prefirió pagar 14.000.

Cuéllar

“Una isla de mudéjar en un mar de pinares”, rezaba el viejo eslogan turístico y es verdad. Estamos en la comarca de Tierra de Pinares, una de las mayores extensiones de pino resinero de Europa.

Cuéllar, Segovia

Arco de San Basilio, Cuéllar

/ JAVIER_SANCHEZ

Y estamos en Cuéllar, donde hay tantos monumentos de ese estilo, que no podemos ni mencionarlos, no nos caben en estas pocas líneas: la iglesia de San Martín, que alberga el Centro de Interpretación del Mudéjar; la puerta de San Basilio, en la muralla; las iglesias de San Andrés y San Esteban; el Torreón de la Memoria, la torre sureste del castillo-palacio de los Duques de Alburquerque, el edificio más emblemático de la villa… Judíos, moros y cristianos hicieron de Cuéllar una isla de convivencia en el revuelto mar de la España medieval.

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