¿Por qué adoramos los bosques de pinos?

Enero es un mes muy frío, los árboles caducifolios han perdido todas sus hojas y muchos animales invernan. Sin embargo, el bosque de coníferas, el pinar, mantiene su verdor, y junto a la lluvia, la nieve, el viento o la niebla, ofrece un espectáculo muy sugerente, el contacto directo con la naturaleza extrema. La Península Ibérica está llena de pinares.

Los hay de muchos tipos, de alta montaña, de arenas, de costa… es uno de nuestros bosques principales, no siempre bien valorada su aportación a la biodiversidad. En la gaditana Sierra de Grazalema hay pinsapos, casi en exclusividad, y en el bosque segoviano de Valsaín, pinos silvestres. En las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas domina el pino negral; en los arenales de Castilla, el piñonero, y en la costa mediterránea, el pino carrasco.

Muchos bosques distintos principalmente distribuidos por el interior peninsular, por la llamada España vacía, donde Teruel y Soria aparecen como ciudades interesantes. Teruel avanza con su nuevo plan de movilidad vertical y en Soria, capital indiscutible del pinar, se debate muy seriamente sobre la Nueva Ruralidad, un concepto de vida distinto y atractivo que pretende impulsar estas zonas desfavorecidas.

Siguiendo por tierras sorianas, en los Pinares de Urbión se ha creado el Museo del Bosque, que, además de hacer de casa del Parque Natural de la Laguna Negra, contiene una exposición permanente sobre los aspectos sensoriales y productivos de este inmenso pinar. Y ya para terminar nos acercamos a la Tierra de Pinares, en Valladolid y en el norte de Segovia, donde encontramos la Posada Real del Pinar cerca de Medina del Campo y una colección de buenos restaurantes donde disfrutar de la gastronomía ecológica que producen estos bosques de pinos.