Descubriendo el hontanar del Nilo, Nyungwe

Un grupo británico ha ido a por las fuentes del Nilo empezando por el mediterráneo, remontando 6.718 kilómetro. Así han añadido 107 kilómetros a la longitud oficial del Nilo, todo un récord, y han retrotraído su origen hasta Nyungwe, un busque protegido de Ruanda.

El hontanar del Nilo
El hontanar del Nilo

La raya del Ecuador atraviesa con su línea de polvo rojo el Parque Nacional Elizabeth, en Uganda, donde los leones, más que rampantes, tienen la buena costumbre de subir a los árboles. Son sólo un ejemplo de los atractivos de ese paraje abrasado por la calima y cruzado como un latigazo por la equinoccial que también secciona las Montañas de la Luna, esa airosa cadena del Ruwenzori en la que un día del año 150 antes de Cristo un griego como Ptolomeo intuyó que podía ubicarse la fuente del Nilo. Pues bien, más de dos mil años después sigue abierto el juego, la adivinanza, la busca, el cálculo, el deseo, y el negocio, de ubicar el hontanar más famoso del mundo. Como si nada hubiese pasado desde los tiempos de Burton y Speke, un grupo británico formado por McGrigor, McLeay y MacIntyre ha ido a por esas fuentes del Nilo empezando por el final, por el Mediterráneo, y desde ahí ha remontado 6.718 kilómetros de río. Haciendo eso, los expedicionarios, como de una antigua madera de roble escocés, han añadido 107 kilómetros a la longitud oficial del Nilo, todo un récord, y han retrotraído el origen fluvial más mítico hasta Nyungwe, un bosque protegido de Ruanda. Sin embargo, no hay que esperar allí algo fastuoso. Junto a un charco lleno de broza, un cartel dice: "Furthest Source of Nile River" ("la más lejana fuente del Río Nilo"). Se puede creer como tantas otras cosas que no vimos. Esa turbia agua va de algún modo al río Kagera y éste muere en el Lago Victoria y de ahí salen las cabelleras que van trenzando la corona fluvial del Nilo más blanco. La Real Sociedad Geográfica de Londres está por verificar todo el asunto, pero la expedición, llamada Ascendiendo el Nilo, no es de las que van a pasear un poco y regalar caramelos a los niños nativos. Un amigo de los expedicionarios, Steve Willis, murió en un ataque de bandidos en Uganda, mientras cocodrilos, mosquitos y rápidos hicieron todo lo posible para que el viaje, hecho además en ochenta días, fuese todo menos ameno. Lo peor, claro está, es siempre el Sudd. El Sudd es el espantoso Sur de Sudán, la zona de pantanos donde los papiros son grandes como árboles de cuatro metros, y donde el aire se amasa con el agua formando un aliento fétido, asfixiante. Hace mucho tiempo fui por la serranía de Cuenca y encontré un ojo de agua que me pareció el propio nacimiento del río Júcar y, si no, era el ojo de al lado. Las fuentes de los ríos no son tan claras como los grifos de casa. Embriones y filamentos de agua hacen charquitos que por su naturaleza fluida van desperdigándose de manera altamente aleatoria. En lo tocante al Nilo, los ramales Azul y Blanco son tan insignes como si fuesen dos ríos distintos. Luego tienen la bondad de juntarse poco antes de Jartum y el Nilo empieza a adquirir esa consistencia de río de piedra, faraónico y un tanto absoluto.

Uno ha visto el Nilo en muchos tramos y países, pero elegiría al Nilo ya dentro de Uganda, y sobre todo al que se despeña en las Cataratas Murchinson. Un paisaje y una historia que a uno le ponen la memoria trémula, como suele ocurrir con las cosas africanas, aunque sean recientes, porque hablo de un viaje de hace unos meses. Es emocionante que a un río tan voraginoso lo llamen Nilo Alberto mientras en las contiguas cataratas se reviven los sinsabores mechados con éxtasis que debió sufrir Samuel Baker, quizás el menos conocido de la saga de grandes buscadores ingleses de las fuentes del gran río. Se ganó ser Sir Samuel Baker del Nilo. Cuando por fin Baker llegó al Lago Luta Nzigé, luego conocido como Alberto, en la aldea Buhuka bebió unos "largos sorbos de la fuente del Nilo". De una de ellas para ser exactos. Lo indudable de Baker fue dar en 1864 con las cataratas más fragorosas del entero Nilo, las que bautizó Murchinson, apellido del entonces presidente de la Royal Geographic Society de Londres. Murchison Falls es un paraje que refresca con sólo mentarlo en el solsticio. A la vera de la mayor caída (porque en 1962 hubo grandes inundaciones y se originó un segundo salto llamado Ofuru, "Independencia" en suajili) se recibe una fantástica ducha de agua estrellada, vapor fresco como combustible de recuerdo imborrable. Luego un hipopótamo bosteza en el Nilo Alberto y parece hacerlo sólo para tus ojos.

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