Conoce el Bilbao más moderno

Bilbao ha cambiado su estilo industrial, sus viejas factorías y su tono gris por las nuevas tecnologías, la arquitectura vanguardista, los edificios emblemáticos, el turismo, el ocio y los negocios. La capital de Vizcaya se ha abierto al mundo actual y lo ha hecho de la mano de prestigiosos artistas internacionales.

Bilbao
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Miles de turistas se acercan a la capital vizcaína para contemplar la metamorfosis de una ciudad que ofrece arte, cultura, espectáculos, excelente gastronomía y el encanto de una urbe cosmopolita que preserva tradiciones seculares.

Me hospedo en el hotel Sheraton Bilbao, un edificio lujoso cuyo interior es una curiosa obra de arte diseñada por el arquitecto Ricardo Legorreta, que emula el legado artístico de Eduardo Chillida.

La belleza del recinto, que reúne una buena colección de obras de arte, es la primera toma de contacto con una ciudad que se ha moldeado, diseñado y renovado bajo la dirección de arquitectos internacionales de primer nivel.

El moderno Bilbao tiene el sello y la firma, entre otros, de Norman Foster, Frank Gehry, Santiago Calatrava, Atara Isozaki, Zaha Hadid, el estudio Stirling and Wilford, César Pelli y Francisco Soriano. Espacios adornados por esculturas de Chillida, Garraza, Zugasti, Oteiza, Lupertz, Tucker, Ruckrien y Jeff Koons, entre otros afamados artistas. La que fue una metrópoli fría, oscura, fabril y contaminada ha dado paso a una ciudad con edificios, avenidas y parques emblemáticos donde los artistas más vanguardistas están dejando su huella más creativa y arriesgada.

El hotel está estratégicamente ubicado en lo que se denomina nuevo Bilbao, la zona de Abandoibarra, un amplio terreno que albergó industrias, astilleros y atraques de buques y que ahora está salpicado de equipamientos culturales, parques, centros comerciales y hoteles de lujo.

Desde las cómodas habitaciones del hotel se observa la ría del Nervión, el Palacio Euskalduna, auditorio de música y sede de conciertos y de congresos, la silueta de titanio del Museo Guggenheim, la Universidad de Deusde to, el parque de Doña Casilda (cuya vegetación envuelve el Museo de Bellas Artes) y el monte Artxanda, pulmón de la villa.

En tranvía al corazón de Bilbao

Esta ciudad dividida por la ría del Nervión, cuyos muelles, puentes y embarcaderos retienen la memoria y la historia de la villa fundada en el año 1300 por don Diego López de Haro, se ha moldeado a su alrededor. Mi estancia en Bilbao tendrá como testigo y acompañante su perfil, sus puentes, sus paseos y sus mareas.

Tomo el moderno tranvía, que discurre por la margen izquierda del Nervión, que me acerca hasta el Casco Viejo de la villa, por una ruta que en apenas diez minutos conecta el Bilbao del siglo XXI con el más tradicional y castizo. Un contraste armónico, sin estridencias. Este transporte limpio, silencioso y eficaz me deja junto al Teatro Arriaga y el parque del Arenal.

Este lugar es el corazón de Bilbao, con siete siglos de historia a sus espaldas, una zona peatonal, llena de sorpresas, un laberinto de callejuelas empedradas con salidas hacia la ría y sus antiguos puentes. Declarado Monumento Histórico, la actividad comercial es frenética. Cientos de tabernas, restaurantes, boutiques, zapaterías, comercios de productos variados muestran lo que los oriundos denominan el "Bilbao auténtico", el "de toda la vida". Un espacio que, tras las trágicas inundaciones de 1983, se revitalizó, adecentó y restauró.

Por aquí pasa la ruta del Camino de Santiago denominada de la costa. También fue el eje fluvial, comercial e industrial de la ciudad. Así, en el siglo XV se levantó la catedral de Santiago. Ya en el siglo XIX se erigió el edificio de la Bolsa, la sede del Banco de Bilbao y, posteriormente, el teatro Arriaga, así como el puente del Arenal, que permitió la apertura de la ciudad hacia el moderno Ensanche, donde se ubicarán las sedes de las potentes compañías navieras vascas, de empresas mineras, siderúrgicas, industriales, consignatarias y bancarias.

En el casco histórico, si se cuenta con tiempo suficiente, se puede visitar el Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco. En los aledaños está la Iglesia de San Antón, uno de los símbolos de Bilbao, que va cediendo terreno ante el icono del Guggenheim, el mercado de la Ribera, que es el mercado cubierto más grande de España, el convento de la Encarnación y la Plaza Nueva, centro social de la villa hasta mediados del siglo pasa- do, que mantiene mercadillos tradicionales los fines de semana y es sede de conciertos musicales. En sus porches está el restaurante Víctor Montes, donde se pueden degustar buenos pintxos y delicatessen varias. Los visitantes pueden degustar sabrosos pintxos de diseño en las innumerables tascas, bares y restaurantes situados en esta zona.

Las últimas tendencias de moda

Tras el refrigerio, vuelvo hacia la ría. Concretamente al paseo del Arenal, que cuenta con un kiosco tradicional donde se reunían cientos de bilbaínos a escuchar los domingos a la Banda Municipal. Tras el concierto, las cuadrillas se diseminaban por ese Casco Viejo plagado de barras repletas de aperitivos y escaparates con las últimas tendencias de la moda.

Pero el Arenal, como las nuevas zonas en transformación de Bilbao, estaba en obras. Incluso los tradicionales vendedores de barquillos han dado paso a las máquinas excavadoras. Me quedé contemplando desde el asfalto la fachada de la Iglesia de San Nicolás de Bari, erigida en el siglo XVII en honor a los navegantes que desembarcaban en este lugar.

Por la margen derecha de la ría, a unos quinientos metros, el visitante se topa con el Ayuntamiento de Bilbao y el puente que lleva el mismo nombre y que fue levadizo hasta los años 60 del pasado siglo. Sobre sus ya fijas planchas se observa la pasarela de Calatrava, la estructura esquelética de las torres Isozaki y el mástil del Museo Guggenheim.

La que fue maloliente y turbia ría del Nervión discurre ya con aguas más claras donde se reflejan los nuevos iconos de Bilbao. Tomo el paseo del Campo Volantin y en la calle Castaños decido, antes de empaparme de arte moderno y contemporáneo, montar en el funicular de Artxanda. Bilbao, además de tranvía, Metro ultramoderno ideado por Foster y ascensores que salvan las cuestas de sus barrios más altos, cuenta con este medio de transporte que asciende por una ladera que desemboca en una de las colinas que cierran la villa.

Un observatorio privilegiado

Desde esta atalaya, una zona de esparcimiento de tintes clásicos donde los bilbaínos ascienden a pasear, organizar almuerzos, hacer deporte y tomar el sol, la ciudad se observa en toda su plenitud. Desde este punto se puede desglosar su fisonomía, establecer una radiografía de la villa, de sus detalles, las cúpulas de sus iglesias, sus parques, las aberraciones urbanísticas, el discurrir de la ría hasta su desembocadura, los viejos y los nuevos puentes... Destaca como un coloso el Museo Guggenheim, con el titanio reluciente, una obra maestra de la arquitectura que con esta perspectiva adquiere más intensidad y matices.

También el Palacio Euskalduna, que simula un astillero cuyo barco se hunde en la ría, las vanguardistas zonas recreativas y de esparcimiento con sus nuevas edificaciones y las que ya se vislumbran como futuros rascacielos. Una visión espectacular en la que se puede apreciar cómo el Gran Bilbao del siglo XXI se expande hacia el mar.

Las márgenes que sufrieron la reconversión industrial, de las que se han rescatado como reliquias de otro tiempo algunas viejas chimeneas, grúas historiadas y embarcaderos, han cedido el lugar a zonas verdes, amplios paseos y edificios singulares. Éste es uno de los atractivos de Bilbao, el milagro de su renovación, su cambio de imagen, que concita la curiosidad y el estudio de miles de profesionales del urbanismo, la arquitectura y el diseño que toman nota de lo que ocurre en la capital vizcaína.

Es lo que se denomina el efecto Guggenheim. Vuelvo al Campo Volantín, atravieso la coqueta pasarela de Calatrava y por un amplio paseo, ya en la margen izquierda de la ría, me encamino al Museo Guggenheim, la obra maestra de Frank Gehry que se ha convertido en la seña de identidad de la ciudad y en el símbolo de su modernidad, del cambio radical. Es el logotipo del Bilbao del siglo XXI, el motor del turismo en Vizcaya.

Las placas de titanio guardan en su interior las mejores muestras de arte del siglo XX. Además, en su restaurante se puede degustar la cocina de autor de Martín Berasategi. Con el alma y los sentidos satisfechos con nuevas sensaciones, llega la hora de acercarse al Museo de Bellas Artes de Bilbao, que se encuentra a escasos cien metros. La pinacoteca está considerada como una de las mejores de España. Posee obras de El Greco, Zurbarán, Goya, Van Diek, Gaughin, Delaunay, Bacon, Tàpies, Zuloaga y Arteta, entre otros.

Por "la ruta de los cafés"

Anochece en Bilbao y es hora ya de hacer un alto en el camino. Me alejo de la ría y por la Gran Vía hago la llamada ruta de los cafés en Bilbao. Destacan el Iruña, en los jardines de Albia, que es un recinto singular por su decoración y sus peculiares celebraciones gastronómico- culturales. En su techo mudéjar hay inscripciones en árabe.

En La Granja, ubicado en la Plaza Circular, hay buen ambiente hasta altas horas de la madrugada, y en el Boulevard, en pleno Arenal, se puede observar el discurrir de la gente. Termino en el café Antzokia, justo enfrente del Iruña, un antiguo cine reciclado en sala multiusos. Durante el día es un amplio bar, en el que se sirven comidas; por la noche cambia y se convierte en sala de conciertos. Bilbao es una ciudad cómoda, cara y con amplios paseos junto a la ría, es una ciudad abierta al futuro que año tras año deparará sorpresas a los visitantes. Por la margen derecha vuelvo hacia el hotel...

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