La ciudad del norte de Europa perfecta para descubrir en otoño: bañada por las aguas del mar Báltico, sus calles que parecen de cuento
Con un casco antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad, fue la primera capital europea en tener un transporte público totalmente gratuito.

En el norte del continente europeo, abierto al mar del Norte por los estrechos de Skagerrak y Kattegat, se halla el mar Báltico, considerado el mayor cuerpo de agua salobre del mundo. Aunque abarca una superficie de casi 433.000 km², es muy poco profundo (su profundidad media es de 57 metros), lo que hace que, añadido a su limitada apertura al océano, la renovación de las aguas sea muy lenta y las mareas tengan poca amplitud.

Su geografía incluye dos grandes golfos: el golfo de Botnia, situado entre la costa oeste de Finlandia y la este de Suecia, y el golfo de Finlandia, entre el sur del país y el norte de Estonia. Es aquí, en el más pequeño de los tres países bálticos, que encontramos la ciudad de Tallín, la más poblada del país y su capital.
Se calcula que hace unos 5000 años que la costa sur del golfo de Finlandia, por los alrededores de donde se encuentra actualmente Tallín, fue poblada por primera vez. Aún así, no fue hasta mediados del siglo XI que, con la construcción de una fortaleza de madera, que la ciudad no fue propiamente nombrada y reconocida. Desafortunadamente, tanto Tallín como toda Estonia, han tardado siglos en poder ser reconocidas por si mismas, ya que a lo largo de la historia ha estado bajo el dominio de otros países: primero fueron los daneses y los suecos, hasta la llegada de los rusos en el siglo XVIII. Aunque en el 1920 consiguió su independencia, durante la Segunda Guerra Mundial fue ocupada por la Alemania nazi, y posteriormente fue anexada a la Unión Soviética.

El verdadero renacer de Tallín sucedió cuando, en 1990, Estonia por fin declaró su independencia, convirtiendo la ciudad en su capital y devolviéndola a sus raíces mercantiles y centro de comercio europeo. Además, en 2024 fue reconocida como uno de los 100 destinos más sostenibles del mundo, gracias a sus espacios verdes y su compromiso con la movilidad ecológica.
La belleza de Tallín
Gracias a sus dimensiones, Tallín es perfecta para descubrir en una escapada de 2 o 3 días, durante los cuales podrás descubrir una de las ciudades medievales mejor conservadas del norte de Europa. Todavía más perfecta la hace el hecho de que, desde 2013, el transporte público es totalmente gratuito, por lo que moverse por la ciudad es pan comido.

El mayor imprescindible de la ciudad es su casco antiguo. En él encontrarás puntos de interés tales como la Plaza del Ayuntamiento, un edificio gótico del siglo XV rodeado de terrazas donde pararse a descansar y tomar algo. Durante el otoño, a medida que va llegando la Navidad, la plaza se vuelve todavía más mágica, pues es aquí donde se monta el mercado de Navidad de la ciudad.
La muralla
El casco antiguo está rodeado por más de 2 kilómetros de murallas originales, en las cuales se construyeron también 35 grandes torres de vigilancia, de las que se conservan alrededor de 20. En su origen, la muralla tenía seis puertas de acceso, de las que destaca la Puerta Viru. Una de las torres de vigilancia más conocidas es la torre de Margarita la Gorda, un gran bastión que actualmente alberga el Museo Marítimo.

Iglesia de San Olaf
Construida entre los siglos XII y XIII, esta iglesia destaca sobre todo por su campanario, cuya altura es de 123 metros (aunque se dice que originalmente se alzaba hasta los 154 metros), hecho que la convirtió en el edificio más alto del mundo entre los años 1549 y 1625. Símbolo de la ciudad, la subida al campanario es un imprescindible si se visita la iglesia; con una entrada de 3€, podrás subir los más de 200 escalones que llevan hasta la cima y ofrecen una panorámica espectacular de toda la ciudad.

Catedral de Aleksander Nevski
Situada en la plaza del Castillo, esta catedral ortodoxa, declarada Patrimonio de la Humanidad, fue construida entre 1894 y 1900, cuando Estonia todavía formaba parte del Imperio Ruso. Si bien para muchos de los habitantes de Estonia representa un símbolo de la dominación rusa del país, y durante mucho tiempo estuvo a punto de ser demolida, tras la independencia de Estonia la catedral fue restaurada.
Destaca su fachada, de tonos rojizos y cúpulas enormes, así como su conjunto de 11 campanas, entre las que se encuentra la más grande de Estonia. Su interior, el cual se puede visitar gratuitamente, está repleto de preciosas vidrieras, iconos y mosaicos.

Palacio de Kadriorg
Otro vestigio de la época en que Estonia formó parte del Imperio Ruso es este maravilloso palacio barroco del siglo XVIII. El edificio fue uno de los palacios de verano del zar Pedro el Grande, y en la actualidad alberga el Museo de arte extranjero. Frente al edificio destaca un precioso jardín, de acceso gratuito; un espacio perfecto para pasear entre árboles y estanques.
Pasaje de Santa Katarina
Esta calle abovedada y adoquinada, parte de las ruinas de un antiguo convento dominico, es una de las calles más bonitas del casco antiguo, y comunica las calles Vene y Müürivahe. A lo largo de la calle, son varios los artesanos y artistas que ocupan los espacios que en su día constituyeron parte del claustro; en estos talleres podrás ver a los artesanos trabajando vidrio, cerámica o joyas.

Calle Pikk
También en el casco antiguo de la ciudad, es la calle más larga de la ciudad. En el número 71 se erige uno de los iconos de la ciudad: Las Tres Hermanas, un conjunto de tres casas medievales que un comerciante mandó construir para sus hijas, y que son las más antiguas de la ciudad.

Otro edificio de interés turístico de esta calle está en el número 26: el sede de la Hermandad de las Cabezas Negras, una hermandad de comerciantes medievales surgida en 1399 reservada a los comerciantes solteros de origen alemán. Con una fachada de estilo gótico y una portada decorada hasta el más mínimo detalle, hoy en día el edificio acoge varias salas de exposiciones.
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