Cinco razones (y las hay infinitas) para conocer Valladolid

Su historia, su cultura, su vino, sus gentes hospitalarias…

Castillo de Peñafiel, Valladolid
Castillo de Peñafiel, Valladolid / AndresGarciaM

Las múltiples huellas que le dejó la historia, la riqueza de su caudal cultural, las entrañables escenas que tejen sus costumbres. Hay en las tierras vallisoletanas infinidad de motivos para justificar un viaje… o muchos, puesto que también goza esta provincia de una variedad que muchos desconocen.

Desgranamos (sólo) cinco de las virtudes de Valladolid. Desde la noble huella de los caballeros en sus imponentes castillos hasta el regalo al estómago de su gastronomía, pasando por el vino y las huellas literarias. Un territorio que, ni tan recio, ni tan amarillo, esconde un puñado de agradables sorpresas.

10. Valladolid - 0.26 metros de carril bici por habitante
10. Valladolid - 0.26 metros de carril bici por habitante / DoloresGiraldez / ISTOCK

La provincia con más castillos

Fortalezas de origen romano, baluartes que fueron testigos de sangrientas batallas, alcázares en los que nobles caballeros exhibían su poderío... Tantos castillos atesora Valladolid (más que ninguna otra provincia española-) que sólo ellos, por sí mismos, constituyen una ruta apasionante. Algunos nacieron en tiempos de la Reconquista para garantizar la posesión del territorio; otros, fueron orgulloso fruto de las disputas entre León y Castilla.

Nombrarlos todos sería labor imposible. Valga como muestra el de Montealegre, en cuyas atalayas pudimos ver a Charlton Heston en la película El Cid, o el de Fuensaldaña, nido de amor de los Reyes Católicos en los días siguientes a su boda. También el de Peñafiel que, comparado con un inmenso barco anclado en la meseta, se ha erigido en símbolo de la provincia.

Castillo de Peñafiel
Castillo de Peñafiel / Manfred Gottschalk / ALAMY

Un jugoso patrimonio monumental

Empecemos por los palomares, la construcción popular por excelencia de Valladolid. Belleza rústica donde las haya porque en su día sirvieron para complementar la economía familiar con la cría de pichones y hoy son ya un reclamo turístico porque otorgan al paisaje un elemento único en la rutina de los campos amarillos. También están las iglesias, como la de San Cebrián de Mazote o la de Santa María de Wamba y los monasterios soberbios , como el de la Santa Espina. Y ello por no nombrar la Colegiata de San Luis, el llamado Escorial Vallisoletano, donde se educó Jeromín, el hijo bastardo de Carlos V.

No nos olvidemos tampoco de los múltiples vestigios de arte mudéjar en localidades como Alcazarén, Fresno el Viejo, Matapozuelos, Olmedo y Medina del Campo. Y del arte clásico, que también lo hay, condensado en el Museo de las Villas Romanas, en Almeara de Adaja y Puras, donde perviven los restos de una casa del siglo IV, así como un museo con todas las claves de esta época.

Medina del Campo

Castillo de la Mota

/ Turismo de Medina del Campo

Los ecos literarios

Valladolid es literatura. No sólo porque esta tierra ha visto nacer y crecer a tantos escritores ilustres (José Zorrilla, Jorge Guillén, Rosa Chacel, Miguel Delibes...) sino también porque aquí reside la primera Villa del Libro de España y una de las únicas 25 que existen en todo el mundo. Se llama Urueña y es una cita imprescindible para los amantes de las letras. En esta recoleta aldea medieval, dotada de unas murallas del siglo XII y de un castillo que ejerce como balcón sobre Tierra de Campos, todo gira en torno a los libros. En especial a los libros antiguos, raros, viejos o descatalogados. Repartidas por sus calles y sus corros, las librerías se multiplican en espacios públicos recuperados y especializadas en temas (naturaleza, cine, tradiciones, vino...) como bien indica la cita literaria que cada una de ellas tiene caligrafiada en su fachada.

Valladolid
Valladolid / Aneb / ISTOCK

La gastronomía exquisita

Con la gran baza de una excelente materia prima que resulta especialmente apta para la receta tradicional y la elaboración artesanal de sus platos, la cocina de esta provincia se muestra realmente deliciosa. Si hasta el pan tiene en Valladolid marca de garantía, qué no será del resto de su gastronomía, una de las más completas y variadas. ¿El protagonista absoluto? El lechazo, alimentado con la leche materna de la oveja churra y asado en horno de leña. También el cochinillo, el conejo, las perdices y la liebre. Y los embutidos, salchichas y morcillas derivados del cerdo. Para compensar, los productos fresco de la huerta (lechugas, endivias, espárragos… y el famoso ajo castellano) y también hongos, setas y níscalos que crecen bajo los bosques.

Lechazo

En lo relativo a la pitanza, el lechazo es el producto estrella, aunque el tapeo es una institución arandina.

/ Álvaro Leiva

Los prestigiosos vinos

Hablar de Valladolid es hablar de sus famosos vinos, con los que se riegan las delicias del apartado anterior. Nada menos que cinco Denominaciones de Origen atesora esta provincia: Rueda, Cigales, Tierra de León, Toro y Ribera del Duero, esta última con bodegas tan emblemáticas como Vega Sicilia o Protos. Para entrar de lleno en el inabarcable mundo enológico de Valladolid (y de toda Castilla y León) hay que visitar el Museo del Vino, en el solemne Castillo de Peñafiel. Un espacio que explora y explica todos los aspectos relacionados con la viticultura, al tiempo que organiza catas y maridajes. Por algo se trata de uno de los museos más visitados de España.

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