Todas las caras de Tokio: moderna, tradicional, gastronómica y natural

La capital japonesa proporciona al viajero un juego de contrastes que permite exprimir al máximo el que bien podría ser el primer gran viaje tras la pandemia. Lo hace, además, en un entorno seguro, hospitalario y con múltiples aventuras por vivir en una línea temporal que va del pasado al presente y, por supuesto, al futuro.

Tokio, Skyline

Tokio, Japón

/ yongyuan

Volver a planificar grandes viajes después de la pandemia no es fácil, pero hay destinos que lo ponen fácil: es el caso de Tokio. La capital japonesa trabaja para ofrecer a los visitantes una ciudad limpia, segura y hospitalaria. Y, además, les muestra sus múltiples caras para abarcar de un solo vistazo todo el presente, pasado y futuro, en el que se revela como un juego de contrastes continuo.

Se trata de una de las urbes más modernas del mundo (y la zona Shibuya es un ejemplo evidente) y, a la vez, ha sabido conservar sus raíces en barrios como Asakusa, Nihonbashi y Ryogoku. Además, la cocina forma parte imprescindible de su identidad y eso se puede sentir en lugares como la nueva lonja de pescado de Toyosu, la más grande del mundo. Y a un paso de la ciudad aparecen múltiples vías de senderismo que conducen por montes, valles y desfiladeros. Ahora en otoño, además, la naturaleza más salvaje y los parques urbanos cobran vida a medida que los arces y los ginkgos adquieren tonos cada vez más ocres y cobrizos. Un espectáculo que demuestra que, como bien saben los japoneses, las cosas sencillas son las que provocan un mayor goce.

El corazón que palpita: Shibuya

El cruce de Shibuya está en el podio de escenarios icónicos urbanos, junto a Times Square y Picadilly Circus. Esta encrucijada caótica, pero milagrosamente bien organizada, se ha convertido en un símbolo del dinamismo de Tokio y de un barrio que crea tendencias globales sin parar. Solo hay que dejarse llevar por la corriente y visitar sus tiendas, bares de moda y restaurantes, librerías y espacios artísticos. Y tener los ojos bien abiertos porque lo estímulos van a ser constantes.

El famoso cruce de Shibuya

El famoso cruce de Shibuya.

/ D.R.

Shibuya es estimulante a pie de calle y también desde las alturas. El Shibuya Scramble Square se ha convertido en uno de los rascacielos más reconocibles de la ciudad desde su inauguración en el 2019, gracias en parte a la vista que se obtiene desde sus 230 metros de altura. Aparte, está repleto de tiendas en los que encontrar incluyendo ropa, cosmética, libros, artesanía comida, electrónica y, por supuesto, comida. Y aunque podría parecer que no queda espacio en el barrio para darse un respiro, lo cierto es que en Tokio han encontrado la solución: el renovado Parque Miyashita es un innovador parque urbano ‘multidimensional’, de tres plantas y diseño creativo.

La puerta del Trueno, vía a la tradición

En Tokio, uno puede bajar al metro en el presente y salir en el pasado. Sobre todo si el destino es el barrio de Asakusa. Allí se encuentra el Templo Sensoji, al que se debe acceder a través de la Kaminarimon, es decir, la Puerta del Trueno, un gigantesco portal rojo con grabados de dragón y un enorme farol, también rojo, con grandes caracteres japoneses kanji escritos. Flanqueando el farol hay dos estatuas –el Dios del Trueno y el Dios del Viento– a las que los japoneses rinden homenaje para pedir por la paz, la tranquilidad y abundantes cosechas. Al cruzar la puerta aparece la calle comercial Nakamise y, al final, el templo budista, el más antiguo de Tokio, que tiene su origen en el siglo VII.

La Puerta del Trueno, entrada al Templo Sensoji

La Puerta del Trueno, entrada al Templo Sensoji.

/ D.R.

Otro barrio donde experimentar tiempos pasados es Ryogoku, al lado del río Sumida. Además de diminutos talleres que manufacturan productos artesanales, alberga diferentes ‘establos’ de sumo, que es como se denominan los centros de entrenamiento, y el estadio Ryogoku Kokugikan, el hogar del deporte nacional de Japón. También hay muchos museos que explican el periodo Edo (1603-1867), una época que supuso un gran desarrollo económico y cultural en Japón. Mientras tanto, en el barrio de Nihombashi conviven de forma pacífica la modernidad y la tradición. Por un lado, oficinas y centros comerciales; por el otro, los laberínticos canales que empiezan cerca del Puente de Nihombashi y aquellos lugares suspendidos en el tiempo en los que se puede asistir a una ceremonia del té, vestir en kimono o realizar artesanía tradicional.

Comer a la (verdadera) manera japonesa

La comida forma parte indisociable de la cultura japonesa y es, posiblemente, la mejor embajadora del país del sol naciente en todo el mundo. Una buena manera de vivirla en todo su esplendor –a la manera popular, sin artificios– consiste en perderse por las laberínticas callejuelas cubiertas del Harmonica Yokocho Alley, en el barrio de Kichijoji. Por la mañana, destacan sus acogedoras tiendas de ropa, una pescadería que se remonta al periodo Showa (que comienza en 1926) y sus fabricantes de dulces tradicionales. Por la noche, se encienden los faroles rojos y las diminutos bares y restaurantes de barra brillan con toda su fuerza. Es uno de los lugares favoritos de los tokiotas para comerse unas brochetas de pollo yakitori y tomarse unas copas después del trabajo. Si se prefiere algo más relajado, tomarse un café en las infinitas cafeterías de Shimokitazawa es una buena opción.

Una de las callejuelas llenas de bares del Harmonica Yokocho Alley

Una de las callejuelas llenas de bares del Harmonica Yokocho Alley.

/ BEN BEECH

Otro lugar de peregrinación para el ‘foodie’ es el Mercado de Toyosu, inaugurado en el 2018 sobre la isla artificial homónima y que se considera la lonja de pescado más grande del mundo. Desde un mirador especial se puede observar la subasta de pescado (si se madruga) y luego se tienen al alcance hasta 39 restaurantes donde degustar, por supuesto, sushi fresquísimo elaborados por algunos de los mejores chefs de la capital.

Los colores del otoño, a un paso

Aunque parezca mentira en una ciudad tan bulliciosa como Tokio, en menos de una hora se puede acceder a parajes de naturaleza salvaje, donde disfrutar de los cambios que regalan las estaciones. Ahora, en noviembre, los tonos de rojo, dorado y púrpura transforma el paisaje, en una vista casi tan celebrada como la floración primaveral. Una de las excursiones más populares es la que conduce al monte Takao, a solo 50 minutos en tren de la estación Shinjuku. Múltiples senderos conducen a la cima, a 599 metros de altura, y desde el que se puede observar el monte Fuji en las mañanas claras. En la parte baja se encuentran los baños termales Takaosan Onsen Gokurakuyu, con siete tipos de baños, sauna y masajes, todo al estilo tradicional.

Inicio de la exursión al monte Takao

Inicio de la excursión al monte Takao.

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Si en vez de mirar a la montaña se prefiere el mar, otra excursión que vale la pena es a las llamadas islas de Tokio, un grupo de islas que ofrecen un paisaje de ciencia ficción. La mayor de ellas es la de Oshima, a unos 100 kilómetros, dominada por un volcán aún activo y que es el responsable de que la zona sea conocida como el desierto negro. Dicen que caminar por la luna sería algo parecido. En cambio, en islas como la de Kozushima o la lejana Chichijima, las playas de arena blanca y la vegetación tropical invitan a uno a relajarse y a olvidarse, por unos instantes, de que el mundo sigue girando.

De esta forma, Tokio ofrece al viajero un juego de contrastes continuo, que permite hacer varios viajes dentro de un mismo viaje, como si fuera una novela onírica de Haruki Murakami. De la modernidad a la tradición, del asfalto a la tierra fresca, de los centros comerciales innovadores a los templos budistas en lo que se respira paz… Si el primer viaje transoceánico tras la pandemia tiene que ser muy especial, la capital japonesa es una candidata idónea.

Logo turismo tokio
Logo turismo tokio / D.R.

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