En busca de las 27 aldeas de esquisto, el secreto mágico de Portugal
Viajamos a lo más profundo del país luso para descubrirlas.

Pequeños pueblecitos aislados del centro de Portugal ocultos entre sierras donde frondosos bosques crean el ambiente perfecto para regalarnos una experiencia de cuento… ¿qué más se puede pedir como plan rural?

Nos adentramos en el interior del país luso para descubrir este conjunto de aldeas de postal que sobresalen por la conservación de su arquitectura tradicional basada en la piedra de esquisto.
5.000 kilómetros cuadrados de puro encanto
El centro de Portugal es quizás uno de los sectores más genuinos y bucólicos del país, especialmente las áreas montañosas, donde el aislamiento geográfico ha permitido que se den las condiciones idóneas para preservar las culturas y costumbres más ancestrales.
Uno de los mayores exponentes de este acervo, herencia de la tradición, lo encontramos en un área que abarca una superficie de unos 5.000 kilómetros cuadrados, donde una veintena de municipios enarbolan una identidad en común que tiene que ver con las propias características geológicas de la zona.

Con las sierras de Lousã y del Açor y la presencia de los ríos Zêzere, Tajo y Ocreza como elementos vertebradores de este conjunto de territorios nos vamos encontrando con hasta 27 aldeas en cuyos entornos predominan los bosques, el agua y, sobre todo, el esquisto, un material metamórfico parecido a la pizarra cuyas tonalidades oscuras se reflejan fielmente en el patrimonio arquitectónico de las casas, construidas con este tipo de piedra estableciendo una estrecha relación entre las gentes que habitan estos lugares y su entorno natural.

La lógica diversidad de esta gran cantidad de aldeas no es impedimento para que distingamos con facilidad esa omnipresencia del esquisto, marca inconfundible de este sector montañoso. La altitud moderada de las elevaciones en toda esta área se combina, sin embargo, con valles profundos en los que el acceso se ve dificultado por la orografía, favoreciendo la persistencia de una arquitectura vernácula en estos rincones del macizo central y unos cielos oscuros que han recibido certificación.
Un paisaje único
El aislamiento geográfico de estas aldeas contribuyó a la conservación de su arquitectura tradicional y a la preservación de costumbres que datan de siglos atrás. Durante muchos años, las aldeas de esquisto estuvieron alejadas de los circuitos turísticos y se mantenían como enclaves rurales dedicados a la agricultura y la ganadería. Sin embargo, en las últimas décadas, el interés por el patrimonio cultural y natural de Portugal ha permitido que estas aldeas ganen reconocimiento y sean ahora un atractivo turístico, especialmente para aquellas personas interesadas en el ecoturismo y el turismo cultural.

La piedra de esquisto, que se encuentra abundantemente en la región, fue utilizada desde tiempos inmemoriales para edificar las viviendas de estas aldeas. Las casas, de techos a dos aguas y paredes de piedra sin mortero, han sido adaptadas al duro clima montañoso, ofreciendo resistencia a la lluvia y al viento. Este material, de color oscuro, es una característica distintiva de las aldeas, tanto de las viviendas como de los pavimentos de las calles, formando conjuntos que parecieran surgir de la propia tierra, integrándose perfectamente en el entorno circundante hasta llegar a confundirse muchas veces y creando un paisaje cultural único.

Joyas como Talasnal, Figueira, Candal, Cerdeira, Aigra Velha… son ejemplos sobresalientes y paradas imprescindibles en cualquier ruta que busque la esencia de estos territorios.
Estas aldeas no solo son un testimonio de la historia y la arquitectura de Portugal sino también una muestra de cómo el desarrollo sostenible y el turismo pueden convivir con la conservación del patrimonio cultural y natural. Las aldeas de esquisto han logrado encontrar un equilibrio entre la modernidad y la tradición, convirtiéndose en un referente de la belleza rústica y la autenticidad en la vida rural portuguesa.
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