Bruselas y el comic celebran el "Año Tintin"

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa tenía por delante la ardua tarea de resurgir de sus cenizas. La posguerra belga no fue ni más ni menos difícil que otras muchas posguerras europeas. El Viejo Continente había perdido su gusto por la vida. Es en esta época cuando un grupo de dibujantes belgas fi ja su teatro de operaciones en Bruselas y crean ese noveno arte, el del cómic. Infl uidos en un principio por los creadores norteamericanos, pronto emprenden el vuelo en solitario y convierten su escapismo limpio en el modo ideal de superar la realidad de una dura posguerra. Son muchos los guiños al cómic que pueden disfrutarse en Bruselas. Decenas de murales espolvoreados por sus calles y callejuelas conforman un delicioso paseo y honran con su presencia la memoria de los grandes creadores belgas del cómic. "Blake y Mortimer", "Lucky Luke" o "Corentin" son sólo algunos de los muchos nombres que toda una generación de niños atesora en sus más tiernos recuerdos de infancia.
Uno de ellos, el famoso reportero "Tintín", celebra en 2007 el primer centenario del nacimiento de su creador, Hergé, y Bruselas, ciudad que lo vio nacer, se viste de gala para hacer del inolvidable "Tintín" un personaje de la Historia.
Hergé esta considerado como el verdadero padre del cómic europeo y el inventor de la llamada línea clara, una técnica de dibujo de trazos precisos y colores deslumbrantes. De la mano de "Tintín" y del olfato prodigioso de su perrito "Milú" recorreremos las calles de Bruselas descubriendo "El cetro de Ottokar" o el escenario real de "Las siete bolas de cristal", llegando a conocer también la casa de Hergé y el mercadillo de "El secreto del Unicornio". Pasearemos Bruselas de la mano de "Tintín" y retrocederemos en el tiempo para terminar admirando su arte en el Museo del Cómic, donde se rinde homenaje a la extensa labor creativa del genial dibujante.
Para los grandes apasionados de las historias de "Tintín" falta un detalle: acercarse a ver el mural que conmemora el pincel de su padre. Se encuentra a dos pasos de otro belga universal, el Manneken Pis, en la rue de l''Etuve, un lugar sagrado para los amantes de las aventuras del pequeño reportero.
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