5 extraordinarias fragas gallegas

En Galicia hay bosques de cuento llenos de misterios, vegetación milenaria, ríos con puentes colgantes y monasterios incrustados en lo alto del monte. El verde autóctono tiene escondites llenos de encanto y magia a lo largo y ancho de su geografía. Son las fragas, magníficos bosques donde aún pasean las hadas y los trasgos, entre la bruma, y el sonido de sus ríos.

Ruinas Fragas do Eume
Ruinas Fragas do Eume / Ramonespelt

Galicia es tierra de leyendas y magia sostenida por los misterios que esconden sus fragas. Son auténticos microclimas húmedos, casi siempre cargados de bruma y neblina. Estos magníficos y desconocidos bosques autóctonos, las fragas, tienen un inmenso atractivo gracias a la gran variedad y biodiversidad de las especies que los forman, donde nunca ha intervenido la mano del hombre para su creación. Y además, su crecimiento tiene que haber sido espontáneo a lo largo de historia. En las fragas, su increíble espesura, su abundancia de especies, su cuajado ramaje que impide que la luz del sol llegue hasta el suelo, mantienen la humedad y la temperatura de manera casi constante. Y así, se convierten en un reino vegetal y animal, un auténtico ecosistema de alta biodiversidad.

Según la altitud de la zona y las condiciones del suelo, el árbol dominante casi siempre es el roble, que suele convivir en armonía con otras especies como los castaños, acebos, espinos, alcornoques y laureles. Y aunque parezca increíble, también poseen perales y otros árboles frutales silvestres. En estos paraísos gallegos, los ríos son grandes protagonistas, por la cantidad y calidad de sus torrentes. Las caudalosas corrientes de agua hacen que en las húmedas y sombrías riberas crezcan y se conservan líquenes, musgos y helechos, una de las joyas más valiosas de estos emblemáticos bosques.

En las fragas el silencio solo se interrumpe por el murmullo del agua que discurre por los cauces, o por el azote del aire contra las ramas de los árboles, o por el crujir de las hojas que yacen en el suelo, o el cantar de los pájaros que se esconden en la frondosidad. Un silencio que, aun no siendo completo, irradia sosiego y misterio. Con el cambio estacional, las fragas pasan de una gama de verdes infinitos, a los colores anaranjados, a una fiesta de rojos, amarillos, marrones, y dorados. Y es que, estos bosques donde viven trasgos y hadas, son naturaleza en estado puro, mitad parque natural, mitad bosque encantado.

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