4 pueblos perfectos de Soria

Entre bodegas horadadas en la tierra, castillos medievales, y un románico que deja sin aliento, transitamos por cuatro de los más bellos pueblos de Soria. Una escapada ideal envuelta en silencio.

El Burgo de Osma
El Burgo de Osma / KarSol

A menos de dos horas de Madrid encontramos cuatro pueblos perfectos para una escapada de fin de semana. Un camino por los parajes de Soria que ofrecen un sin fin de fortalezas, atalayas, capitales románicos y pueblos serenos en una tierra de frontera, antaño muy disputada por musulmanes y cristianos. Son tierras por donde campeó El Cid, son haciendas dominadas por el Duero, con ríos sorteados por puentes medievales, campos de castillos, de bodegas antiguas, y de un románico tan bello, que deja sin aliento. Son pueblos perfectos para perderse entre catedrales y ciudades romanas. Villas con plazas mayores porticadas que nos trasladan al Medievo, entre mágicas callejuelas, universidades y hospitales.

Todo un mundo románico donde se puede gozar del sonido del silencio en aldeas casi despobladas. Lugares donde los capiteles de los pórticos de las iglesias cuentan auténticas historias de vida y muerte, de cielo e infierno. Caminos de atalayas islámicas que hilaron el territorio con espigados torreones de vigilancia. Son villas con una rica gastronomía que se disfruta en mesones, tabernas y bares, que siguen ofreciendo, como lo hacían hace siglos, los mejores productos de la tierra. No en vano tienen el mejor torrezno del mundo. Es tierra de castillos califales casi invencibles y de panorámicos espectaculares, aquellas que sitiaban unos, y defendían otros. Su pasado está condicionado por el marchamo de zona fronteriza entre las tierras cristianas y musulmanas, donde se libraron mil batallas que aún se relatan de generación en generación.

En la Edad Media, también fue linde entre castellanos, aragoneses y navarros, y disfrutó de una prospera actividad con el comercio de la oveja merina. Viajamos por pueblos que se mantienen vinculados al entorno natural, donde destacan los ríos Duero y Escalote, y que conservan un sosegado ritmo de vida que se contagia. Esta tierra de silencios y cielos limpios, es el destino perfecto para una escapada secreta en otoño.

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