10 islas irresistibles para apurar el verano... sin salir de Europa

Con el final del verano las ganas de viajar no desaparecen. Recorrer las mejores islas de Europa puede ser una opción para disfrutar de paisajes de ensueño, cristalinas aguas y un absoluto relax. Así pues... la única duda que va a quedarte después es decidirte por cuál de estas islas empezar.

El archipiélago de Madeira está formado por las islas de Porto Santo, Madeira y algunos islotes de menor calado turístico. La primera, de 43 kilómetros de costa, es para muchos la mejor de Europa.

Aunque resulta muy similar en sus contrastes a la hermana mayor de las islas portuguesas, Porto Santo vence por un detalle: no está tan masificada, lo que permite disfrutar de ella con una tranquilidad infinita frente al éxito turístico de su vecina Madeira.

Quien ha visitado Italia sabrá que Cerdeña es un mundo aparte respecto al resto del país. Incluso podría decirse que es distinta a cualquier otro rincón de Europa.

Sin duda, sus playas son uno de los puntos de escape más importantes de la región, imponiéndose a otras como Capri (con su glamour) o Lampedusa. Una recomendación que nunca falla es visitar la Playa de La Pelosa, un rincón que recuerda a los mejores lugares de Maldivas con su agua cristalina y su arena blanca.

No todo en esta lista puede ser sol, arena blanca y cócteles. Porque a cada uno le relaja y le alegra la vida un tipo de paisaje, de ambiente y de temperatura. Por eso es necesario incluir Senja, uno de los parajes más espectaculares del mundo.

Tanto por sus montañas como por sus estrechos fiordos, la isla noruega es la mejor opción cuando se quiere hacer senderismo y disfrutar de un verano distinto al que ofrece cualquier otra isla europea.

Una isla de leyenda. Así es Creta, con sus calas, sus enclaves arqueológicos y sus parajes naturales.

La zona occidental acumula el grueso de turistas, lo que la convierte en la parte más masificada (aunque no por ello pierde interés). Si, por el contrario, el viajero busca tranquilidad y descanso, el sur y el este de la isla serán la mejor opción, con playas más vacías y una amplia oferta cultural.

Una de las joyas de Baleares. Este destino español se ha convertido en uno de los más visitados del territorio europeo, concentrando cada año miles de visitas y ni una sola decepción.

Palma concentra la parte más monumental, con la Catedral, el Castillo de Bellver o el barrio judío, mientras que Sant Elm, Sa Dragonera o Cala Tuent acumuluan los paisajes más espectaculares y las mejores calas de la isla.

Estos 20 islotes, a 15 minutos en bote desde la imponente Hvar, son uno de los destinos más atractivos del mar Adriático.

Aguas azul brillante, olores a pino y romero, bahías escondidas y playas salvajes. Eso espera a los viajeros que se acerquen hasta allí para aislarse de lo cotidiano y escapar de la rutina que a todos persigue durante el resto del año.

Famosa por sus playas vírgenes, se ha ganado la etiqueta de “isla más bonita del mar Egeo” gracias a los millones de viajeros que han paseado por sus viñedos, sus tabernas y sus casas de colores.

Obligatorio pasar por el monasterio ortodoxo de Aya Paraskevi. Ubicado junto a la célebre playa de Ayazma, cuenta con su propio festival el 26 de julio, día en el que los peregrinos encienden velas y traen piedras y matorrales que simbolizan sus deseos. Es un buen momento para acercarse a conocerla, y, de paso, bañarse después de comer en alguno de sus espectaculares restaurantes junto al mar.

Pocas islas hay más conocidas que Santorini. Sus casas blancas atraen cada año a miles de viajeros hasta el archipiélago de las Islas Cícladas, donde la tranquilidad de sus playas se mezcla con los miles de planes entre su vegetación salvaje, la caldera de un antiguo volcán y los acantilados.

En Santorini es posible descansar y no parar a partes iguales. Y si te gustan las leyendas, recuerda que algunos sitúan la Atlántida en este punto, asegurando que fue destruida por la erupción del volcán sin dejar rastro de ella.

La Isla Anglesey fue, en tiempos de la invasión romana, el último reducto de la cultura celta. Quizá por eso le dicen “la isla de los druidas”, gracias a la cantidad de historias que se conservan a día de hoy.

Conocida también como Ynys Môn, tiene 715 kilómetros cuadrados, lo que la convierte en la isla más grande del Mar de Irlanda. En toda su extensión, pueden apreciarse ruinas megalíticas, antiguos menhires, tumbas prehistóricas y restos vikingos. Una auténtica maravilla para los amantes de los viajes a través del tiempo.

Coger un ferri y huir a la isla de Texel es, con total certeza, el mejor plan para aquellos que buscan un destino alejado del bullicio.

En tan solo 25 kilómetros de largo y 9 de ancho, caben las mejores playas de los Países Bajos, reservas naturales como la del Nationaal Park Duinen van Texel, aldeas de cuento e impactantes bosques en los que perderse sin mirar el reloj.