Marley y su volcán, por Mariano López

En el barrio de Trench Town nacieron el ska, el rocksteady, el reggae y el dub. Fue el Hollywood de Jamaica.

Mariano López
Mariano López / VIAJAR

Jamaica celebra este mes el aniversario del nacimiento de uno de sus más célebres embajadores, Bob Marley. Este mes habría cumplido 72 años, la edad media de quienes participaron en el reciente festival de Coachella: Bob Dylan, Mick Jagger, Paul McCartney y Neil Young. Algunos de ellos ya eran grandes estrellas cuando Marley voló a Londres para someterse a un examen musical, una audición privada que decidiría su fama y su carrera un 21 de abril, el Groundation Day en Jamaica, la fecha que conmemora la llegada a la isla del emperador de Etiopía, Haile Selassie. Aquel día, entre los miles de jamaicanos que llamaban Ras (jefe) y Tafari (héroe) al presunto descendiente de Salomón, se encontraba Rita Marley, de soltera Alvarita Anderson, la única esposa que tuvo Bob, pero no su única relación (tuvo trece hijos con ocho mujeres). Más cerca aún del divino emperador, en su coche oficial, estaba Mortimer Planno, fundador de la Iglesia Etíope Ortodoxa de Jamaica. Marley se perdió la visita. Se encontraba en Estados Unidos con su madre, en un viaje del que saldría con el nombre cambiado: pasó de Nesta Robert a Robert Nesta, porque en la aduana estadounidense consideraban que Nesta era nombre de mujer. A su regreso a Jamaica, fueron ambos, Rita y Mortimer, quienes le introdujeron en la mística y la estética de la fe rastafari y le convencieron del poder espiritual del barrio en el que vivían: Trench Town, en los arrabales de Kingston. Trench Town es, hoy, uno de los tres santuarios de Bob Marley en Jamaica, junto con Nine Miles, el pueblo donde nació, y la mansión del número 56 de Hope Road, en Kingston, donde vivió sus últimos años y donde hoy se encuentra un museo dedicado a su memoria. Es un lugar agradable, que ahora incluye fotos de la visita del ex presidente Obama, pero donde no vibran la fuerza, la intensidad ni el genio de Bob Marley. Al revés que en Trench Town.

Recorrí Trench Town en compañía de Sophia Dowe, hija de Brent Dowe, coautor de Rivers of Babylon, el tema que popularizaría Boney M. Recuerdo que Sophia llevaba unas pestañas hiperalargadas y grandes dosis de maquillaje que no ocultaban la huella de varios arañazos en una de sus mejillas y el rastro de un navajazo en la otra. Se pueden decir muchas cosas de Trench Town, pero no que sea un lugar tranquilo. Sophia lo defendía como el Hollywood de Jamaica. “En este barrio –me decía– nacieron el ska, el rocksteady, el reggae y el dub. Esto fue un volcán cultural mundial, hasta que las peleas de los partidos políticos trajeron la violencia”. Aquí se forjó la pasión de Bob Marley por el fútbol –pasó sus últimos días viendo vídeos de partidos de fútbol, sobre todo de la selección brasileña del 70, enfundado en una camiseta del Santos con el número 10– y aquí nació No Woman, No Cry. En el Centro Cultural de Trench Town, Sophie me enseña la foto de Vincent Tartar Ford, autor de la letra de No Woman, No Cry. Cuando Marley tenía 13 años, Tartar, con 17, ayudaba a Marley a aprender música. Le pasaba las páginas del libro Teach Yourself Guitar Book. Tartar Ford regaló a Marley la letra de No Woman, No Cry. Marley tardaría años en grabarla. Island Records la publicó, en un single, en 1975. Está considerada –por la revista Rolling Stone– una de las 500 mejores canciones de la historia. Este mes pienso celebrar el aniversario de Marley con esta canción. Para honrar a Marley y a Sophia Dowe, y para viajar con la memoria a Trench Town, un barrio difícil, un gueto de Kingston, un volcán musical en la preciosa isla de Jamaica.

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