Arturo Valls, actor y presentador de TV

Valenciano de 41 años, presentador del concurso de Antena 3 “Ahora Caigo”, extrovertido y simpático, le gustaría rodar alguna película en su ciudad natal, sin dejar de seguir viajando y de sorprenderse con los lugares más increíbles del mundo. El 20 de enero estrena “Los del túnel”, película de la que es productor y protagonista.

Arturo Valls
Arturo Valls / Victoria Iglesias

La playa de la Malvarrosa le trae recuerdos de cuando era un niño. Como se los trae el barrio marinero de El Cabañal o los entornos de la Albufera. Para estar más cerca de aquellos escenarios de su infancia, se compró una casa a orillas del mar. Y para no perder sus olores, le encanta preparar paellas para los amigos en Madrid. Al que fuera reportero en Caiga Quien Caiga (Telecinco) a finales de los 90 y Premio Ondas al Mejor Presentador en 2014, le gusta perderse por los lugares más insospechados del planeta. Tras hacerle cantar La Barbacoa a un doble de Georgie Dann en la Antártida hace algunos años, ya todo es posible. El próximo destino, además de una escapada pendiente a Londres, una de sus ciudades favoritas, puede ser Mongolia o Sri Lanka.

¿A dónde le llevaban sus padres de pequeño?

A la playa de la Malvarrosa. Teníamos una casa de campo, cerca de Valencia, y no solíamos viajar. Bueno, sí, una vez me llevaron a ver las casas colgantes de Cuenca o a conocer el Monasterio de Piedra y al safari park de Vergel.

¿Qué recuerdos le trae aquella playa de su infancia?

De chaval saboreas menos las cosas. Ahora es cuando he vuelto a apreciar el sabor de la Malvarrosa que pintó Sorolla. Me encanta también pasear por el barrio marinero de El Cabañal, con sus casitas bajas y ese sabor increíble. Otro sitio también muy literario, que me encanta, es la Albufera. Comer un arroz en ese entorno, cerca de los arrozales y recordando Cañas y Barro, de Blasco Ibáñez, es una maravilla.

¿Cuál fue su experiencia viajera más precoz, sin vigilancia paterna?

Un viaje de fin de curso a Palma de Mallorca. Primera vez en todo: primer avión, primer romance, primera borrachera. Esos viajes iniciáticos son muy intensos y descubres muchas experiencias.

¿Y cuándo viajó por primera vez fuera de España?

Tendría 16 años. Estuve un verano en un pueblecito cerca de Dublín, en uno de esos intercambios que se hacen para aprender inglés. No tenía ni idea de inglés y cuando me recogió el padre de familia –a la una de la madrugada– le pregunté para romper el hielo si la familia estaba “swimming”. En vez de decir durmiendo, dije nadando. El tío me miró y debió de decir: la que me espera con este aquí un mes.

Durante su etapa en “Caiga Quien Caiga” fue enviado especial a distintos países.

En aquella época, con 21 o 22 años, viajaba semana sí, semana no, fuera de España. Había mejorado mi inglés y hacía reportajes internacionales.

¿Alguna historia divertida en alguno de esos viajes?

La mejor de todas tuvo lugar en Ushuaia (sur de Argentina). Fue un viaje espectacular, patrocinado por una marca de whisky. Cruzamos el cabo de Hornos, con ese océano todo blanco, pero yo necesitaba encontrar algún aliciente para el reportaje, algo de humor, y allí no había nadie. Hasta que de pronto apareció –¡qué susto!– un tipo clavado a Georgie Dann. Nos dio la vida. Imagínate en ese entorno, con aquel hombre que no entendía nada, y yo pidiéndole que cantara La Barbacoa. No le sonaba de nada Georgie Dann, pero acabó cantándola y salvamos el reportaje.

Viajes de Arturo Valls
Viajes de Arturo Valls / VIAJAR

¿Estudió Periodismo pensando que así conocería mundo?

No, yo quería ser narrador de partidos de tenis. Me veía viajando por las ciudades de los grandes torneos, Wimbledon, Roland Garros....

¿Le gusta viajar sólo o acompañado?

Los viajes en solitario no van conmigo. Yo necesito ir con alguien para comentar la jugada.

¿Algún momento de dificultad?

En Costa Rica nos dejaron una cabaña para dormir en plena selva, con unos mosquitos que no te pican sino que te dan collejas. Se ríen del Aután. Luego, escuchaba a los monos aulladores, con un sonido rotundo y bestial, y me temblaban las piernas. Al día siguiente fuimos a verlos y miden no más de veinte centímetros, pero hacen un ruido que no veas. No lo he pasado peor en mi vida.

Supongo que el hecho de ser un personaje conocido le obliga a dejarse hacer fotos y a saludar a sus incondicionales…

No me importa. Incluso me hace ilusión que me salude un español en las islas Maldivas. En La Habana me paró un cubano y me dijo: “Usted es elactol”. Y tú, que has cambiado el chip y vas a tu bola, alucinas. Pero es que en Cuba se ven todas las series españolas por Internet.

¿Qué valora más cuando decide hacer un determinado viaje?

El objetivo siempre es que cambie mucho el paisaje, porque cada vez es todo más parecido. Ahora estamos pensando en viajar a Mongolia y a Jordania. Me apetece mucho explorar y conocer lugares muy diferentes a los nuestros. Busco los contrastes. De Japón lo que más me gustó fueron las afueras de Tokio o Kioto, las zonas más rurales.

Creo que viaja bastante con su hijo de ocho años.

Mi hijo Martín está hecho el tío un viajero. En esos viajes compartimos las 24 horas del día y disfrutamos mucho. A veces me pregunto si él lo apreciará o se acordará de esos paisajes.

Arturo Valls con su hijo en Nueva York
Arturo Valls con su hijo en Nueva York / Arturo Valls

¿Han pasado a mejor vida los viajes por “carreteras secundarias”?

Ahora todo es muy efímero, no masticamos nada. Lo engullimos todo y no nos paramos a saborear las cosas. Vemos el mundo a través de la foto digital. Estamos más tiempo mirando las fotos que viendo con nuestros propios ojos el paisaje. Me gusta mucho la metáfora de las carreteras secundarias, porque yo siempre he intentado huir de los circuitos más turísticos, ir a ese sitio o a ese bar donde pasan cosas y veo gente diferente.

¿Cuál ha sido el último viaje que ha realizado?

Estuve hace unos meses en los carnavales de Nueva Orleans con un amigo de toda la vida, mano a mano. Nos regalamos un viaje por los cuarenta años que acabábamos de cumplir.

¿Le gusta adquirir recuerdos de los lugares a los que viaja?

No especialmente. Tiene que ser algo que me llame la atención. Tampoco soy coleccionista. Lo que más compro son imanes de nevera. Te sobran unas monedas en el aeropuerto y acabas comprando el imán.

¿Se le da bien hacer la maleta?

Sigo llevándome ropa de más. Si al final vas a utilizar dos pantalones, dos camisetas y un par de jerséis, ¿a dónde vas con más?

Muchos concursantes de “Ahora Caigo” dicen que el premio lo invertirán en un viaje.

Se viaja menos de lo que se dice. Pero, si conociéramos más mundo, tendríamos menos problemas de los que tenemos. Los viajes nos hacen más tolerantes y más comprensivos.

Dígame una ciudad en la que le gustaría vivir.

Me gusta Miami, por el clima y porque, aunque parezca  superflua y frívola, hay un movimiento cultural asombroso. He estado dos o tres veces y me ha cautivado: el art déco, los colores, y la calidez del clima y de la gente.

Además de Valencia, ¿qué otros lugares le atraen de la costa mediterránea?

Conozco muy bien las Baleares. Las teníamos muy cerca y durante muchos años yo cargaba un Citroën 2 CV en el ferry, que estaba al lado de casa, y me iba a Ibiza y Formentera. Más a Formentera, porque era más tranquila.

¿Valencia ha pasado a ser un “quiero y no puedo”?

Es una pena. Se quiso hacer un turismo tipo Mónaco –Fórmula 1, Copa América...–, algo muy elitista, con obras faraónicas. La Ciudad de la Luz, de la que habló maravillas Francis Ford Coppola, se ha echado a perder.

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