Más allá del Capitán Trueno

Una muestra reflexiona sobre la magnitud literaria del personaje.

Capitán Trueno
Capitán Trueno / David Castro

En la España franquista de 1956 no había internet. Ni apenas televisión. Pero los niños de cinco, seis y siete años descubrieron el mundo de la mano del Capitán Trueno. Los chavales vieron robots, submarinos, pagodas orientales, la Gran Muralla china… y leyeron una literatura de aventuras que, años más tarde, encontrarían en Verne, Doyle, Melville... El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe es la exposición que rinde homenaje al épico personaje, defensor de pueblos oprimidos, creado por Víctor Mora (que falleció el pasado agosto).

Mora, a quien su padre inculcó el amor por la lectura, hizo que su héroe también amara los libros. De ahí la gran imagen con la que la muestra, ubicada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, recibe al visitante: el paladín entregándose a su pasatiempo favorito, la lectura.

Voz crítica con la Dictadura

¿Por qué el Capitán Trueno y no otro tebeo de la época? Porque es el mejor en términos narrativos. Porque es "infinitamente superior a la mayoría". Y porque influyó en varias generaciones de españoles. Así lo afirma el director del Círculo de Bellas Artes, Juan Barja, que recuerda cómo el personaje de Mora fue, a pesar de la censura, una voz crítica contra el franquismo. Hijo de republicano muerto en un campo de concentración francés, Mora tuvo las agallas y la destreza de, en una misma viñeta, mezclar dos palabras: guerra y represión. Por no hablar de cómo toreaba a los censores cuando estos le pedían que casara de una vez por todas al capitán con su amada Sigrid. "Es que si pasan por el altar me quedo sin trabajo. Y a ver de qué vivo", les respondía burlón el escritor, traductor y guionista.

La exposición, que incluye tebeos originales, pone el acento en la cantidad de referencias literarias que se recogen en tantas páginas de historieta, que nació en 1956 (A sangre y fuego) a un precio de 1,25 pesetas, con guiones de Mora e ilustraciones de Miguel Ambrosio Zaragoza, Ambrós.

Una ventana al mundo

La muestra también reflexiona sobre cómo las aventuras de los trotamundos Trueno, Sigrid, Goliath y Crispín fueron una ventana al mundo gracias a la cual los niños de la España franquista se acercaron por primera vez a espacios como las pirámides de Egipto, las ciudades incas y los pueblos australianos. "Los niños de la época vimos en estos tebeos cosas que nunca hubiéramos imaginado. No nos dimos cuenta de que en sus páginas estaban los grandes argumentos de la literatura universal, libros que leímos cuando ya éramos mayores. Entre las páginas de Edgar Allan Poe, por ejemplo, pensamos: yo ya he estado allí gracias a Trueno", explica el comisario Patxi Lanceros, profesor de la universidad de Deusto. "El secreto de los tebeos es su gran musculatura narrativa. Eso es lo que hace que las historietas soporten el paso del tiempo", añade.

Organizada junto a Acción Cultural Española, la exposición –que ha llevado dos años de trabajo y contó con la colaboración de Mora hasta su fallecimiento– permanecerá en Madrid hasta enero. Después, su objetivo es viajar a otras ciudades

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