Asalto al zoo

Para la ministra de Ecología, se trata de una matanza criminal alimentada por una estúpida superstición.

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rinoceronte / ISTOCK

Se llamaba Vince. Era un rinoceronte blanco, macho, de cuatro años, un precioso animal nacido en cautividad en Holanda que llevaba dos años viviendo en el zoológico de Thoiry, a 15 kilómetros de Versalles. Tres balas acabaron con su vida. La Policía estima que en torno a las nueve y media de la noche varios furtivos entraron en el zoo forzando los candados de las puertas. Nadie sabe cómo consiguieron burlar la vigilancia de las cámaras de seguridad y evitar cualquier ruido que alertara a los cinco empleados que permanecen en el zoo por las noches. Para llegar a Vince, tuvieron además que saltar una valla de tres metros y medio de altura. Luego, dispararon al rinoceronte. Seguramente con silenciador. Le serraron limpiamente el cuerno principal con una motosierra y trataron de hacer lo mismo con el segundo cuerno, pero se les partió. Huyeron con los dos cuernos sin dejar rastro, ni una sola pista. La Gendarmería francesa cree que se trata de profesionales, una banda criminal conectada con mafias orientales. Hasta ahora, en Europa estas mafias solo habían robado cuernos sin matar animales. La Interpol precisa que el pasado año desaparecieron 67 cuernos de las vitrinas de museos o universidades de Alemania, Francia, Irlanda, Italia y Portugal. La muerte de Vince es el primer caso de un rinoceronte abatido en un zoo por ladrones furtivos de cuernos. Para Ségolène Royal, ministra francesa de Ecología, Energía y Desarrollo Sostenible, se trata de una matanza criminal, alimentada por una triste, estúpida, superstición.

El tráfico ilegal de cuernos de rinoceronte suele estar dirigido a mercados de China y Vietnam, países en los que la llamada medicina tradicional atribuye numerosas propiedades y virtudes a los preparados con cuerno de rinoceronte, entre otras, y especialmente, sanar la impotencia y mejorar el rendimiento sexual de los hombres. Por lo general, los cuernos de rinoceronte, formados por queratina, como las uñas humanas, se venden por kilos. Un kilo de estos cuernos puede alcanzar los 70.000 euros, mientras que un kilo de marfil de elefante, igualmente ilegal, no supera en los mismos mercados los 2.000 euros.

En Sudáfrica, país que alberga el 80 por ciento de la población mundial de estos animales, el pasado año fueron abatidos por los furtivos 1.054 rinocerontes. Diez años antes, en 2007, la cifra de rinocerontes muertos por los furtivos fue de 13 ejemplares. El Parque Kruger, la mayor reserva de Sudáfrica, ha confiado la lucha contra los furtivos a un militar, el general Johan Jooste, que ha desplegado en el área algo más de trescientos soldados. Clayton, el guía que tuve en el Kruger durante la Expedición VIAJAR, el pasado diciembre, temía que no fueran suficientes: “El ejército ha reducido el número de ataques, pero si esto sigue así no quedarán rinocerontes en el Kruger dentro de tres años”. 

El pasado octubre, el Foro Mundial para la Naturaleza publicó un informe que mide la situación en que se encuentran más de 14.000 poblaciones de 3.700 especies. El informe concluía que en las últimas cuatro décadas el mundo ha perdido casi el 60 por ciento de estos animales. El balance, trágico, reclama medidas de apoyo urgente a los grandes parques naturales donde se protege la vida de los rinocerontes en libertad. Con acciones como las que promueve www.savetherino.org contra los furtivos y contra la superstición, las armas que mataron al pequeño Vince. Aún estamos a tiempo. Para salvar a los rinocerontes y a nosotros mismos.

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