De Arcos de la Frontera a Ronda

Un apasionado viaje por la ruta de los Pueblos Blancos, el primer gran itinerario cultural y turístico puesto en marcha en España

Tajo de Ronda
Tajo de Ronda / Remedios

Entre Arcos de la Frontera, en Cádiz, y Ronda, ya en tierras malagueñas, se extiende la primera gran ruta turística creada en España. Es la Ruta de los Pueblos Blancos y sus precursores fueron sobre todo los viajeros románticos que desde la segunda mitad del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX recorrieron estos paisajes y pontificaron en sus escritos estas dos icónicas ciudades, esencia de l imagen más reconocida de Andalucía.

Arcos de la Frontera se extiende como un saurio blanco a orillas del río Guadalete que traza pronunciados meandro antes de descender hasta la bahía. Arcos es blanca, completamente blanca. Sus vecinos encalan sus casas y sus calles a la llegada de la primavera y el sol la ilumina haciendo visibles los campanarios en piedra, la única nota de color pardo que la ciudad exhibe a los viajeros que llegan hasta ella. El corazón de Arcos es la plaza del Cabildo que da a un mirador hacia el sur desde donde se advierten las planicies que acaban en el océano.

A la plaza, además, asoman las fachadas del viejo castillo y de parador de turismo, que toma asiento sobre un nobiliario palacio. Pero el monumento más importante es la iglesia de Santa María, con su soberbio campanario que compite en belleza y poderío con el de la vecina iglesia de San Pedro, tránsito de estilo entre el gótico y el más exultante y rico renacimiento.

Arcos de la Frontera
Arcos de la Frontera / TerryJLawrence/iStock

La carretera autonómica A-372 une Arco y Ronda y lo hace por algunos de los paisajes más bellos de Andalucía. El paisaje se encrespa a los pocos kilómetros de abandonar Arcos. La pequeña villa de El Bosque es la puerta de entrada al Parque Natural de la Sierra de Grazalema, un espacio protegido salpicado de grandes montañas calizas donde sobrevive el pinsapo, el último ejemplo prehistórico de abeto que aún germina al sur de España. El parque natural luce además un curioso título: Es el lugar de España donde se más llueve, donde se registran los mayores índices pluviométricos y donde hay años (antes más que ahora) que podían recogerse cerca de cuatro mil litros de agua por metro cuadrado.

En otoño e invierno los ríos del parque descienden caudalosos. Hay una explosión de vida por todos estos escarpados rincones y los visitantes se dejan caer hasta la localidad de Grazalema, que da nombre a la sierra, y cuyo trazado urbano, sus palacios señoriales y sus plazas llenas de encanto ejercen un magnetismo a todo aquel que llega hasta aquí.

En Grazalema las carreteras se desdoblan. Hacia el norte espera la Garganta Verde, una de las excursiones a pie más recomendables del parque, y la encantadora villa de Zahara de la Sierra, coronada por un torreón de origen nazarí y cuyo caserío se refleja en las aguas esmeraldas del pantano de El Gastor. Hacia el sur los caminos llevan hasta Villaluenga del Rosario y Benaocaz, y kilómetros más abajo hasta Ubrique.

Ya en tierras malagueñas Ronda espera al fin envuelta por su halo de fantasía, leyenda y hechizo. La ciudad está dividida en dos partes. El Puente del Tajo, que salva el temerario precipicio por cuyo lecho caen las aguas del río Guadalevín, une la ciudad vieja con la ciudad contemporánea. En la primera se hallan los monumentos, las calles, las plazas, los museos y las sombras que han envuelto la ciudad de un halo de romanticismo del que no sabe ni quiere desprenderse. La Casa del Rey Moro o el Palacio de Mondragón, donde se halla el museo de la ciudad, son lugares de obligada visita.

De hecho, desde el patio andalusí del museo de Ronda el paisaje es indescriptible. Es un buen lugar donde terminar la Ruta de los Pueblos Blancos. Todo parece acabar aquí. O quizá en realidad no haya hecho más que comenzar.

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