Antonio Resines, actor

Iba para abogado, como su padre, y acabó de actor con su grupo de amigos en “Ópera Prima”. Desde entonces no ha parado de trabajar en cine, televisión y teatro. Ha sido presidente de la Academia del Cine y es uno de los actores más queridos y cercanos. Siempre veranea en Cantabria, al lado de Comillas. Acaba de rodar “Ola de crímenes”, de Gracia Querejeta.

Antonio Resines
Antonio Resines / Victoria Iglesias

Cuesta mucho sacarle del espacio natural en el que más y mejor se mueve y que lo delimitan las poblaciones cántabras de Torrelavega –su lugar de nacimiento–, Suances, Entrambasaguas y Comillas. Tiene una casa en Trasvía, muy cerca de Comillas, y en ella se refugia cuando tiene unos días libres, entre rodaje y rodaje. A sus 63 años, Antonio Resines se considera una persona afortunada, después de haber salido ileso de algunos accidentes de moto y de superar un cáncer. Como recuerda en su autobiografía Pa’ habernos matao. Memorias de un calvo (Ed. Aguilar), uno de sus viajes más locos de juventud lo realizó en el año 1973, abrazado a una barra de chóped, por Francia, Holanda e Italia, y durmiendo en los parques.

Me han dicho que cuando no está trabajando hay que ir a buscarle a Cantabria.

Mi primera infancia la pasé en Torrelavega y a Comillas estoy viniendo, más o menos, desde hace treinta y tantos años. Menos en el verano de 1976 y porque estaba convaleciente de un accidente de tráfico. Cuando falleció mi abuela, mis padres compraron un apartamento en Suances y allí estuve veraneando muchos años. También estuvimos una temporada en Entrambasaguas, hasta que a mediados de los 80 me compré un piso muy cerca de la playa de Comillas. Aquí aprovecho para leer y estudiar algunos guiones, caminar, bajar a la playa y esas cosas. A mí me sienta fatal el calor y esta temperatura, de unos veintitantos grados, es ideal.

¿No ha tenido la tentación de cambiar de aires?

Nunca hemos ido a otro sitio. Solo una vez, cuando mi hijo Ricardo era un bebé, estuvimos tres meses en Nueva York, aprovechando el rodaje de la película La línea del cielo, con Fernando Colomo.

¿Ha vuelto después a Nueva York?

Estuve una semana, con mi novia, en las Navidades del año pasado. Hacía un frío horroroso y nos pusimos malísimos. Me pasé tres días en el hotel con un trancazo de narices. En mi oficio es muy difícil programar viajes con más de quince días de antelación. Lo de Nueva York fue visto y no visto. Me tengo que conformar con alguna escapada.

Antonio Resines en Budapest
Antonio Resines en Budapest / Antonio Resines

De los sitios que conoce, ¿cuál de ellos considera más recomendable para nuestros lectores?

Es un poco absurdo lo que te voy a decir, pero a mí me impresionó mucho Úbeda (Jaén). Me pareció una ciudad maravillosa. Me invitaron a dar una charla, con motivo de la presentación de una película, y recuerdo que al día siguiente, que era domingo, me levanté temprano, sin gente por la calle, y me pareció un sitio fabuloso. También recomiendo el interior de Cantabria. Yo me conozco de maravilla la costa, pero en el interior hay sitios asombrosos. Es otro mundo.

¿Qué le han aportado los diversos rodajes cinematográficos a su trayectoria viajera?

De no haber sido por el cine, habría sitios a los que probablemente no se me habría ocurrido ir nunca. El problema es que tienes poco tiempo para disfrutarlos.

¿Cuál ha sido la localización que más le ha gustado?

Praga. Estuve rodando allí La niña de tus ojos, de Fernando Trueba, durante varios meses, pero no grababa todos los días, así que pude conocer muy bien la ciudad. Es un sitio precioso, con la Plaza de la Ciudad Vieja, el Puente de Carlos, el castillo... También estuve en Moscú, filmando al lado del Kremlin, pero no me gustó tanto.

En su libro de memorias recuerda que de niño perteneció a los “boy scouts”. ¿Qué recuerda de aquello?

Aquello estaba fundamentalmente enfocado al verano, para que dejáramos en paz a nuestros padres. Yo era un chaval que no paraba quieto. ¿Aventurero? Más que aventurero era un poco gilipollas. Nunca me ha gustado especialmente el campo, pero me encantó el nacimiento del río Mundo y la sierra de Albacete cuando rodamos Amanece que no es poco. A esa zona la llaman La Suiza manchega y es un lugar muy curioso. Los pueblos de Ayna y Lietor son muy bonitos y además no hace calor. Me pareció un sitio muy interesante. No tenía ni idea de lo que había allí.

¿El viaje más loco o surrealista que guarda en la mochila?

Con diferencia, fue el que hice por Francia, Italia y Holanda con un grupo de amigos en 1973. Fue alucinante, sobre todo porque descubrimos que existía otro mundo. Nosotros vivíamos en un Madrid absurdo, durante el tardofranquismo, y llegar a París fue asombroso. Era otra cosa: libertad de costumbres, de formas y de maneras. Aquí entonces estábamos todavía reprimidos y si te veían tocar a una mujer te ponían una multa.

Antes de viajar a otros países, ¿no sería más recomendable conocer mejor el nuestro?

Totalmente de acuerdo. ¿Qué hace usted en Punta Cana? ¡Váyase a Canarias, que es un sitio asombroso! Lanzarote, donde rodamos Cómo ser mujer y no morir en el intento, es increíble. En este país hay sitios asombrosos y además tenemos un poco de todo. Yo conozco todas las capitales de provincia, menos A Coruña; una cosa absurda que intentaré corregir cuando pueda.

Viajar es ahora mucho más fácil que antes.

Dímelo a mí, que tuve que estar tres meses poniendo copas y repartiendo pizzas para hacer aquel viaje por Europa con mis amigos. Ahora irte a Tailandia, si lo programas con tiempo, te cuesta doscientos o trescientos euros, una cosa muy asequible. Para que yo pudiera salir de España en el año 1973 hubo que hacer una gestión a muy alto nivel, porque entonces tenía antecedentes penales y no me daban el pasaporte. Pensaban que en el extranjero te iban a influir con determinadas ideas, cuando las que te estaban metiendo en la cabeza aquí eran horrorosas. Hasta hace bien poco había gente que no había visto el mar en su vida.

Antonio Resines Viajes
Antonio Resines Viajes / Antonio Resines

Dígame algún sitio que no le llama la atención o que no está dentro de sus planes conocerlo.

No me hace especial ilusión conocer Asia o África, para qué le voy a engañar. Me dice mi novia: vámonos a Kenia. Y le digo que mejor a Italia, donde me entiendo mejor con la gente. Además, en esos sitios debe de hacer un calor espantoso. ¡Hombre!, si me dices: hay un sitio increíble en África, pues vale, ahí sí apuntaría para ir. Pero ir al desierto no me apetece, ni tengo interés en ir.

¿En qué escenario natural le encantaría rodar una película?

En Cantabria, seguro. Torrelavega sería el sitio perfecto como centro de operaciones y también la costa de Suances, que está a doce kilómetros. Esto es asombroso. Yo vivo encima de la playa de Oyambre, una playa solitaria, que solo tiene gente los fines de semana. Desde mi casa, si no está nublado, veo toda la cadena de los Picos de Europa.

¿Prefiere viajar solo o acompañado?

Me da igual. Cuando lo hago acompañado, procuro dejarme llevar, pero siempre es mejor viajar con alguien con quien te lleves bien o al que le tengas cariño.

¿Le preocupa la aglomeración de turistas en determinados lugares?

Creo que la masificación es un problema. Pero, por otro lado, es bueno que haya afluencia de turistas porque se mueve la economía. Hay exposiciones y museos que se ponen hasta arriba, pero siempre quedan sitios espectaculares donde no va la gente. Lo bonito de nuestro país es que tenemos un poco de todo.

¿Acumula fotos y recuerdos de los lugares visitados?

Alguna que otra chorrada más que nada para hacer una gracia. Siempre cosas pequeñas y un poco raras. Tampoco soy muy dado a las fotos. Hago alguna, pero no un álbum para luego enseñarlo y darle la paliza a los amigos. Lo veo un poco absurdo. Aunque, claro, yo soy un viajero bastante atípico.

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