Escapadas a las ciudades más románticas de Europa
París, siempre en la memoria
París, siempre en la memoriaAfortunados los que todavía no conozcan París porque pocos placeres pueden compararse al de abrirse paso por primera vez entre sus grandes bulevares, cumplir con el rito del café au laît en esas braserías que son tan icono de la ciudad como la Torre Eiffel o los barquitos del río Sena, o jurarse amor eterno sobre los aristocráticos puentes que lo atraviesan. Nada más instalarse en el hotel, probablemente ya caída la tarde, las orillas del río despachan un primer encuentro con el que rendirse irremediablemente a los pies de esta Gran Dama.Entre el Pont de Sully y el Pont Neuf que acotan las islas de St. Louis y de la Cité, el corazón de la ciudad, con sus monumentos ahora iluminados, se exhibe mucho más sosegado que durante el día, siempre a rebosar de admiradores. Habrá que regresar a la mañana siguiente para pasear a fondo esta zona y, si no hay mucha cola, adentrarse en la Sainte Chapelle para admirar cómo la luz inunda este templo gótico a través de sus fabulosas vidrieras y subir a las torres de Notre Dame para asomarse a la panorámica que ofrece desde sus alturas. Otra vista de pecado sobre los tejados parisinos se contempla en el ático del epatante y sin embargo razonable en precio restaurante Kong, diseñado por Philippe Starck, desde el que enfilar hacia el barrio medieval del Marais, una de las zonas más trendy. Desde un paseo por la burguesa Place des Vosges hasta una incursión por las terrazas y anticuarios de su escondido Village St. Paul o un recorrido por los estilosísimos escaparates de calles esenciales como Turenne, Sevigné, Vieille du Temple, des Francs Bourgeois o des Rosiers, el Marais no tiene desperdicio.Si se prefiere cambiar de aires para la cena a pesar de que aquí sobran los restaurantes, tan divertidos como el asequible Le Chant des Voyelles o tan íntimos como Dôme du Marais o el más exclusivo L''Ambroisie, podrá optarse por la noctámbula y marchosa zona de Oberkampf o, si se trata de tirar la casa por la ventana, concederse una cena de una vez en la vida en el Jules Verne en lo alto de la mismísima Torre Eiffel, donde, al tiempo que se degustan las especialidades del prestigioso chef Alain Ducasse con la ciudad entera a los pies, presentarle sus respetos al gran icono parisino.Una exposición en el Louvre o el encantador edificio del Musée d''Orsay adquiriendo previamente la entrada para ahorrarse las eternas colas constituye una buena forma de comenzar el domingo, salvo que se prefiera una mañana de regateos en el célebre mercadillo del Marché aux Puces o cumplir con el tópico de losbateaux mouches que, atestados de turistas, eso sí, surcan el Sena entre los monumentos más señeros antes de desembarcar a tiro de piedra de la Torre Eiffel. Y para el resto del día habrá que optar por un rápido vistazo a los Campos Elíseos y a las boutiques que se suceden por la vecina calle de Faubourg St. Honoré hasta la Place de la Madeleine y la Ópera Garnier o, casi mejor, explorar los bulevares del Barrio Latino, con sus míticas brasseries literarias Lipp, el Café de Flore o Les Deux Magots y callejuelas irresistibles y llenas de ambiente estudiantil, como la rue Mouffetard o la rue Monge. Imposible verlo todo en un fin de semana es la mejor excusa para prometerse volver.Guía práctica de París
Venecia, el embrujo del silencio
Venecia, el embrujo del silencioMás que una ciudad, se diría que Venecia es un grandilocuente decorado en el que, sobre el laberinto de canales, se suceden sin tregua palazzos, iglesias y plazas de una monumentalidad que sobrecoge. Podrían recorrerse las cuatro esquinas del globo y jamás asomaría un entramado urbano tan uniformemente opulento y altivo como el de La Serenissima. No es casualidad que sea uno de los primeros destinos que vienen a la mente cuando se piensa en un viaje para enamorar. La regla de oro en toda escapada de este tipo, se tenga el presupuesto que se tenga, será elegir un hotel en el casco histórico, evidentemente más caro, aunque con opciones para todos los bolsillos. Nada pues de reservar en tierra firme por las vecinas localidades deMestre o Marghera, a las que a última hora se retira el grueso de las hordas de turistas que inundan Venecia durante el día. Así, aunque se haya llegado de noche, se podrá emprender una primera caminata a deshora, sin rumbo fijo, porque aquí todo es bonito y perderse entre la enigmática maraña de canales y puentes es parte esencial del embrujo veneciano, escuchando el sonido de los propios pasos con la ciudad entera, o casi, para uno.La primera cita de la mañana, cómo no, será tomar uno de los tradicionales vaporettos (autobuses acuáticos) que atraviesan el Gran Canal para pasmarse ante el derroche arquitectónico de los edificios que se asoman a su cauce antes de desembocar en la Piazza San Marco, en la que rendir tributo a su Basílica, el Campanile y el Palacio Ducal con menos cola a primera hora, además de a cafés legendarios como el Quadri y el Florian, ambos magníficos aunque a precios indecentes. Callejeando hacia el barrio o sestiere de San Polo, que se arremolina en torno al Puente de Rialto, el estallido de colores de su mercado será una parada ineludible antes de concederse una tregua en locales con el sabor del bar All''Arco o la Cantina do Mori, donde probar la versión veneciana de las tapas las chiccheti acompañadas de un vaso de ombra.El resto de la tarde invita a curiosear por esta orilla del Gran Canal que forman losbarrios de Dorsoduro y Santa Croce, con iglesias de la talla de Santa María de la Salud y museos como la Colección Peggy Guggenheim, la Galería de Bellas Artes o la de la Academia, y las preciosas salas de Ca''Rezzonico. Un buen lugar para instalarse a la caída del sol son las terrazas de la plaza del Campo Santa Margherita, envueltas en el bullicio de los universitarios de la zona. Por allí abundan excelentes pizzerías como Ai Sportivi, menos turísticas que los restaurantes que se asoman al Puente de Rialto, donde las vistas suelen valer más que la comida, aunque solo por su ubicación ya merecen la pena. Sin embargo, si se busca una cena de nivel, pocos como Al Covo, en el barrio de Castello; o para una ocasión especial ante unas vistas de pecado, la terraza del Danieli.Al día siguiente, perdiéndose una y mil veces durante un paseo matutino por los populosos barrios de Cannareggio o Castello, volverá a desembocarse en San Marco, desde cuyas cercanías emprender el tópico paseo en góndola o tomar si no un vaporetto rumbo a la isla de La Giudecca, concediéndose un aperitivo con vistas o una comida en toda regla en Harry''s Dolce, antes de proseguir a la vecina San Giorgio Maggiore, cuyo campanario regala unas vistas si cabe más increíbles y desde luego con menos aglomeración de turistas que el Campanile de San Marco. Y si todavía se tuvieran varias horas por delante, nada como dedicárselas a Murano, la islita del cristal soplado, y la todavía más carismática de Burano.Guía práctica de Venecia
Florencia, el arte como seducción
Florencia, el arte como seducciónLas compactas hechuras de la ciudad de los Médici engañan considerablemente al viajero. Sí, las dimensiones de su casco antiguo resultan de lo más manejable para una visita de fin de semana; sin embargo, en sus calles y plazas se encierra tanto arte que podría dedicársele media vida y seguir descubriendo grandes tesoros. Tras instalarse a ser posible en una habitación con vistas por cierto, la de la película de James Ivory es la 414 del actual Hotel degli Orafi, habrá que encaminarse hacia el río para admirar las rojizas puestas de sol que se gastan lospuentes del Arno. Desde el Ponte Santa Trinità, al lado de la famosa gelateria del mismo nombre, el camino hacia elPonte Vecchio es, a estas horas del crepúsculo, un placer a saborear con emoción y respeto. Una vez terminado el espectáculo, a tiro de piedra quedan esos museos al aire libre que son la Piazza della Signoria y la Piazza del Duomo, más sosegadas de turistas a medida que avanza la noche, por las que callejear antes de entregarse previa reserva a una cena toscana en restaurantes comoLa Giostra o, más contemporáneo, el Ora D''aria.El sábado conviene madrugar. LaGalleria degli Uffizi abre a las 8.15, incluso aunque se haya adquirido on-line la entrada para no hacer cola, será más apetecible deambular por sus salas con poco gentío. A la salida podrá explorarse el barrio de Santa Croce, donde reponer fuerzas en mesas de culto como Cibrèo y la enoteca Pinchiorri o, sin tanto dispendio, con las pizzas de Il Pizzaiuolo o alguna de sus típicas tabernas, dejando alguno de los dos anteriores para la cena. Más platos fuertes para la tarde: El David de Miguel Ángel en la Galleria dell''Accademia, el Battisterio y el Duomo, hasta cuya desmesurada cúpula ascender para admirar la ciudad, salvo que haya demasiada cola y convenga decantarse por las vistas que ofrecen las alturas del vecino Campanile. Tras ello, una incursión por el mercado de San Lorenzo o por los escaparates de las grandes firmas de moda de la via Tornabuoni y, si quedaran fuerzas, por las más solitarias callejuelas que se arremolinan junto a la basílica de Santa Maria Novella.Tras semejante atracón de arte, las horas que se tengan del domingo convendría consagrárselas al Oltrarno, la orilla menos turística del río. Como primera cita, la Galleria Palatina del Palazzo Pitti y sus Jardines de Bóboli, desde los que apuntar hacia Piazzale Michelangelo para despedirse de la cuna del Renacimiento con su más célebre panorámica sin, eso sí, renunciar a unas horas deambulando por placitas como la de Santo Spirito o la del Carmine.Guía práctica de Florencia
Estambul, la magia del Bósforo
Estambul, la magia del BósforoMejor un puente que un fin de semana, que irremediablemente se quedaría demasiado corto para descubrir todo lo que esconde esta encrucijada entre Oriente y Occidente adornada depalacios, mezquitas, bazares y barrios con sabor en los que conviven con naturalidad pasmosa mujeres de velo y jóvenes en minifalda, achacosos cafés donde fumarse una pipa de agua y también clubes de jazz o las más rompedoras discotecas sobre las aguas del Bósforo. Imprescindible aquí elegir un alojamiento céntrico, a ser posible en el monumental barrio de Sultanahmet, con hoteles boutique como Yesil Ev o las casitas de Ayasofya Pansiyonlari. Las distancias de la ciudad de Estambul, y sus atascos, son de órdago. Por tanto, lo mejor es no perder ni un solo momento.Para la primera noche, recién aterrizados, nada para impresionar como una cena en Sarniç, una cisterna bizantina recubierta de bóvedas y velas a las espaldas de Santa Sofía, para rematar con un romántico paseo por esta imprescindible zona muy segura también de noche a la que consagrar toda la mañana siguiente. En ella se concentra el Palacio de Topkapi, Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Hipódromo y otras huellas de lo que fuera la Constantinopla romana, el interesantísimo Museo Arqueológico y la Cisterna Bizantina. Junto a ésta, si el tiempo acompaña, pocas ubicaciones para comer ante unas vistas de excepción como la terraza situada en lo alto del Omar Restaurant Café. Tras admirar la majestuosidad de la mezquita de Nurosmaniye, que queda de camino, se impone una tarde de regateos en el chispeante Gran Bazar. Y como colofón del día, un masaje sobre los mármoles del siglo XVII del aledañobaño turco de Çemberlitas eso sí, los hombres en su zona y las mujeres en la suya, y una cena de lujo en Asitane para saborear la cocina que les servían a los sultanes del imperio otomano.La mañana siguiente puede dar comienzo en el embarcadero de Eminönü, junto al Puente de Gálata, para tomar alguno de los transbordadores que hilvanan las orillas europea y asiática del Bósforo, engalanadas de palacios entre los que sobresalen los de Beylerbeyi y Dolmabache. A lo largo del estrecho habrá bajar en pequeños puertos como el de Kanlica para probar sus gloriosos yogures con compotas caseras; los deAnadolu y Rumeli Kavagi, que son realmente célebres por sus deliciosos pinchos de mejillones rebozados e, irresistible, elcoquetísimo de Ortaköy, repleto de cafés con vistas y restaurantes de todo tipo incluidos el japonés Zuma o el de fusión Banyan, amén de muchísimo ambiente tanto de día como de noche.Para una sobremesa reposada podrá optarse por ir a tomar el té al exquisito Hotel Ciragan Palace si no se ha comido aún, su brunch del domingo resulta muy famoso en toda la ciudad o por los nostálgicos pabellones del histórico y vecino parque Yildiz. Desde allí, los locos de las compras podrán enfilar en taxi hacia los escaparates a la última del moderno barrio de Nisantasi y, los demás, hasta la bulliciosa Plaza de Taksim, donde entre el ajetreo de la calle peatonal de Istiklal Caddesi bajar hacia la Torre de Gálata a la hora del atardecer, que es todo un espectáculo desde sus alturas. En el propio monumento existe un restaurante con espectáculo... y declaradamente turístico. Casi mejor barajar para la cena las vistas del 360 Istanbul, el restaurante del recién remozado y legendario hotel Pera Palace o cualquiera de los del edificio Nu Pera, donde luego es conveniente tomar una copa entre la flor y nata de la ciudad.En las horas que se disponga del día siguiente podrán hacerse las últimas compras en el Bazar Egipcio, presentarle sus respetos a la Mezquita de Soleimán El Magnífico y los excepcionales mosaicos bizantinos que custodia la iglesia de San Salvador en Chora. Y si aún quedara algo de tiempo, nada mejor que llegarse hasta la más apartada y sagrada de Eyüp, antes de despedirse de esta ciudad única degustando el último té de manzana en el cercanoPierre Loti Café que domina todo elCuerno de Oro.Guía práctica de Estambul
Praga, plazas y callejuelas en una atmósfera de cuento
Praga, plazas y callejuelas en una atmósfera de cuentoLa capital checa es perfecta también, por su atmósfera de cuento y su tamaño manejable, para una breve escapada otoñal. Enamoran las plazas y las callejuelas empedradas de su Ciudad Vieja, los bucólicos puentes sobre el Moldava y, del otro lado del río, los caserones del centenariobarrio de Mala Strana con la monumental estampa del castillo, que se alza como un vigía entre la arboleda. Desde conciertos clásicos en sus iglesias hasta una velada en el Teatro Negro, desde cafés y cervecerías con solera hasta estilosísimos escaparates y cocina de vanguardia.Entre sus mejores hoteles, el Mandarin Oriental (www.mandarinoriental.com); el magníficamente ubicadoGolden Well (www.goldenwell.cz), con además un precioso restaurante; o el igualmente hotel boutiqueAt The Three Storks (www.atthethreestorks.praguehotels.it).Y, para una cena romántica, el elegante Belle Vue (www.bellevuerestaurant.cz), con el castillo asomando a través de sus ventanales; los históricos Café de Savoy (www.ambi.cz) y Café de París (www.cafedeparis.cz) o, más bulliciosas, cervecerías de toda la vida como U Kalicha (www.ukalicha.cz) y U Fleku (www.ufleku.cz).Más información:www.czechtourism.com
Ámsterdam, otro fin de semana entre canales
Ámsterdam, otro fin de semana entre canalesAunque menos monumentales, es de ley reconocer que Ámsterdam tiene incluso más canales que Venecia. Aun así, para recorrer esta cosmopolita ciudad a escala humana lo mejor será alquilarse una bici y lanzarse a pedalear por su casco medieval entre las plazas de Leidseplein, Nieuwmarkt y la del Dam, empaparse en el arte holandés que exhiben sus museos, recalar por sus parques y mercadillos incluido el de las flores o hacer el consabido alto en un coffe-shop y los irreverentes escaparates delBarrio Rojo.Hoteles boutique deliciosos, como los cuatro Vondel, The Toren (www.thetoren.nl), Synopsis (www.synopsishotel.com), Canal House (www.canalhouse.nl) o Seven One Seven (www.717hotel.nl).Y restaurantes como el dos estrellasMichelin Ciel Bleu, en el piso23 del Hotel Okura (www.okura.nl), o, por lo menos, un cóctel en el bar Twenty-Third, con el que comparte panorámica.Otras opciones menos prohibitivas son De Belhamel (www.belhamel.nl), Breitner (www.restaurant-breitner.nl) y La Rive (www.restaurantlarive.nl), todos con vista a los canales; De Kas (www.restaurantdekas.nl), De Witte Uyl (www.witteuyl.com) o el históricoIn de Waag (www.indewaag.nl).Más información:www.holland.com
Roma, una cita con la ciudad de la loba
Roma, una cita con la ciudad de la lobaLa eterna Roma constituye otra cita ineludible en el calendario viajero de todo enamorado que se precie. Las mañanas de monumentalidad por la ciudad imperial, su ingente número de iglesias o los tesoros de los Museos Vaticanos; las vistas sublimes desde el Giannicolo y los paseos al atardecer por las callejuelas del Trastévere; los cafés, las terrazas y las passeggiatas nocturnas por piazzas irresistibles como la del Popolo, Navona o la de Spagna, sus gelattos y sus pizzas al taglio...Para una ocasión verdaderamente especial, conviene alojarse en elHotel de Russie (www.hotelderussie.it), el Hassler (www.hotelhasslerroma.com) o Villa Spaletti (www.villaspalletti.it).Si lo que se busca son restaurantes para enamorar, nada mejor que el Aroma (www.palazzomanfredi.com), con vistas al Coliseo; las terrazas de Il Palazzeto (www.ilpalazzettoroma.com) y elHigh Res (www.highrestaurant.com) ambas con unas panorámicas que realmente emocionan; Antica Pesa (www.anticapesa.it), localizado en un jardín del populoso barrio del Trastévere; las mesas exteriores de Il Bacaro (www.ilbacaro.com) y, por supuesto, la gran cocina y ambiente deAntico Arco (www.anticoarco.it).Más información:www.italia.itywww.enit.it