Rusia, tierra de zares

El país más extenso del mundo es un destino único con una cultura centenaria y un patrimonio histórico excepcional que se encuentra, sobre todo, en sus ciudades.

Plaza Roja
Plaza Roja / yulenochekk

Viajar a Rusia es viajar a otro mundo. Más grande que toda Europa, su territorio ha recogido una larga historia de conquistadores descendientes de vikingos, grandes zares líderes de imperios, una revolución –de la ahora se celebra el centenario-, un estado comunista y una superpotencia. Han sido todos estos acontecimientos los que han forjado el carácter de sus habitantes y de sus ciudades, en las que se los ostentosos edificios construidos durante el gran Imperio Ruso se mezclan con la sobriedad de la arquitectura comunista.

Esta dicotomía arquitectónica tiene su máxima expresión sobre todo en Moscú y en San Petersburgo. Ambas ciudades son perfectas para una primera toma de contacto con el país. En ellas se mezclan tradición y modernidad de una manera perfecta.

Una vez en la vida, al menos, hay que visitar Moscú y maravillarse ante las cúpulas doradas de las iglesias y los muros rojos de la muralla del Kremlin. A orillas del Moscova, sus torres son fácilmente reconocibles. Un paseo por el interior de la ciudadela del Kremlin, por esta antigua fortaleza que en el siglo XII fue el germen de la ciudad que hoy vemos, es una sensación casi indescriptible, la emoción que produce estar en uno de los lugares más llamativos, atractivos y espectaculares del mundo, tantas veces recogido en imágenes por el cine del siglo XX.

Kremlin de Moscú y el río Moscova

Kremlin de Moscú y el río Moscova.

/ scaliger / ISTOCK

Otro de los lugares imprescindibles de Moscú es su Plaza Roja, dominada por la soberbia construcción de la Catedral de San Basilio, con sus cúpulas multicolores con forma de cebolla. Entrar a la plaza por el Museo Estatal de Historia de Rusia permite al visitante contemplar de golpe este magnífico templo ortodoxo. Y es que la Catedral impresiona un poco más a cada paso que te acercas hasta que consigue abrumarte. De la plaza nadie se puede marchar sin deleitarse con el centro comercial GUM, que data del siglo XIX, ver el mausoleo de Lenin o fijarse en el patíbulo y el monumento a Minin y Pozharsky -frente a la Catedral de San Basilio-.

La antigua sede de la KGB, el Teatro Bolsoi, los rascacielos de Stalin, el palacio subterráneo que es el metro -las estaciones de Elektrozavódskaya y Komsomólskaya, especialmente-, la Catedral de Cristo Salvador o la comercial calle Tverskaya son lugares moscovitas que bien merecen una visita.

Doce horas de tren separan Moscú de San Petersburgo, la otra gran ciudad rusa y capital del Imperio durante más de dos siglos. Fundada por el zar Pedro el Grande a principios del siglo XVIII, también se ha llamado Petrogrado (1914-1924) y Leningrado (1924-1991). Pero si por algo llama la atención esta ciudad es por ser la más "occidental" de Rusia. Sus bulevares y grandes jardines recuerdan a otras capitales europeas.

Catedral del Salvador sobre la Sangre Derramada

Catedral del Salvador sobre la Sangre Derramada.

/ ZX-6R / ISTOCK

Además de bellos edificios, canales y puentes, las calles de San Petersburgo albergan más de 200 museos donde el Museo del Hermitage es el más importante del todos. Ubicado en seis edificios -entre ellos el Palacio de Invierno de los antiguos zares- a orillas del río Neva, este museo contiene una de las colecciones de arte antiguo más amplias e importantes del mundo.

Otro de los edificios que llama la atención de San Petersburgo es la Catedral del Salvador sobre la Sangre Derramada que recuerda en los colores de sus cúpulas a la moscovita Catedral de San Basilio pero más bella aún si cabe gracias a su ubicación, junto a uno de los canales de la ciudad. Estos canales, por otro lado, fueron construidos sobre el río Neva siguiendo los patrones de los de Ámsterdam. Recorrerlos en una excursión en barco permite conocerlos y disfrutar de la ciudad desde otra perspectiva.

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