Ljubljana, la ciudad del dragón

Cuenta la leyenda que Jasón y sus Argonautas llegaron hasta Ljubljana remontando el río y allí dieron muerte a un dragón tras una sangrienta lucha. El fantástico animal es por derecho el símbolo de la capital de Eslovenia, una de las ciudades más modernas, tranquilas y limpias de Europa, que desde primeros de abril cuenta con nuevos vuelos directos desde Madrid.

Ljubljana, la ciudad del dragón
Ljubljana, la ciudad del dragón

En uno de los puentes que cruza el río Ljubljanica dos hombres vestidos con pantalón negro, zapatos lustrosos y camisa blanca inmaculada rematada con una pajarita caminan y miran constantemente hacia el suelo. No van a una fiesta, como parece señalar su atuendo, ni han perdido una joya, como expresa su actitud, sino que armados de un bastón-pinza van recogiendo colillas y papelitos y los depositan en bolsas. Son los barrenderos de Ljubljana (pronúnciese Liubliana), la capital política, económica, cultural y científica de Eslovenia, país situado en el corazón de Europa y fronterizo con Austria, Hungría, Italia y Croacia. El por qué de su acicalado atuendo lo explica el guía que nos acompaña: "Todo trabajo debe tener su dignidad, y éste es uno de los más dignos y respetables por su servicio a la comunidad". Eslovenia ha sido de los últimos países en incorporarse a la UE (en 2004, adoptando el euro desde enero de 2007), apenas tiene 20.300 kilómetros cuadrados de extensión (más o menos el tamaño de la provincia de Badajoz) y dos millones de habitantes, y alcanzó la independencia de Yugoslavia el 25 de junio de 1991. El país entero se puede recorrer en un solo día de norte a sur y de este a oeste.

Quien vuele a este país por primera vez debe hacer lo posible por ocupar asiento de ventanilla y realizar el viaje de día: Contemplar el descenso hacia tierra es como acercarse al país de nunca jamás. Montañas y bosques de un verde intenso hipnotizan la mirada. Eslovenia es el tercer país más verde de Europa, tras Suecia y Finlandia. Cerca del 50 por ciento de su territorio está arbolado, y los bosques se cuidan con mimo. De ahí su eslogan de ingenio fácil: El tesoro verde de Europa.

Pero el objetivo de nuestro viaje es Ljubljana, la capital, ahora mejor conectada con España (al vuelo directo desde Barcelona con Adria Airways se acaba de añadir uno desde Madrid con ofertas ida y vuelta desde 162 euros), una ciudad pequeña (272 kilómetros cuadrados), con sólo 280.000 habitantes, que se recorre fácilmente en un par de días. Es perfecta para una escapada de fin de semana, fácil de transitar, con muchas zonas peatonales y limpia como una patena (podría llegar a centro de peregrinación de obsesivos compulsivos). A mitad de camino entre los Alpes Julianos y el Mediterráneo, la posición geográfica de Ljubljana confiere a sus habitantes un carácter agradable, producto de la mezcla entre la serena fortaleza alpina y el saber vivir mediterráneo. Quizá el único inconveniente sea la dificultad del idioma esloveno, de raíz eslava (tanta consonante junta...), que se salva porque muchos de sus habitantes hablan un poco de inglés o de italiano y por las ganas de los eslovenos de saber más de sus nuevos socios europeos.

La capital eslovena debe recorrerse de dentro hacia fuera. Son pocos los lugares emblemáticos, por lo que la curiosidad del visitante juega un papel clave. El centro se recorre a pie con facilidad y hay dos nombres propios que llenan sus leyendas e historia reciente. El principal es Joze Plecnik (1872-1957), arquitecto responsable de la fisonomía actual de la urbe, que dio protagonismo al río Ljubljanica como arteria principal. El otro es el poeta France Preseren (1800-1849), autor de la historia eslovena más romántica: su estatua en la plaza que lleva su nombre dirige para siempre su mirada hacia un bajorrelieve de su amada Julija situado al otro lado de la plaza. Anhelo del amor imposible, son los Romeo y Julieta eslovenos. Los versos de Preseren, además, nutrieron la letra del himno nacional.

El Puente Triple (Tromostovje), obra de Plecnik, es el elegante punto de partida y encuentro en esta ciudad. Cruza el río en tres brazos y enfrente se encuentra la Oficina de Turismo. Merece la pena observar la curiosa construcción. Muy cerca está el Mercado Central, también obra de Plecnik (lo dicho, omnipresente en la ciudad). El mercado bordea el río hasta llegar a la plaza Vodnik o Vodnikov trg ("trg" significa plaza, esas consonantes...), donde todos los días se instalan puestos de frutas y verduras. Y de ahí al símbolo de la ciudad, el Puente del Dragón o de los Dragones (Zmajski most), construido en 1901 en hierro y hormigón, uno de los primeros de este tipo en Europa. Son cuatro los dragones que adornan las cuatro esquinas y el puente atesora dos leyendas: una sobre Jasón y sus Argonautas, que llegaron hasta aquí en su huida desde el Mar Negro llevando consigo el Vellocino de Oro, remontaron el Danubio, el Sava y el Ljubljanica y dieron muerte al dragón que habitaba en el río; la segunda es más popular: asegura que cuando una mujer virgen atraviesa el puente, uno de los dragones mueve su cola.

La oferta cultural de Ljubljana es amplia, con numerosos museos y exponentes del arte barroco y del art nouveau. La catedral de la ciudad está dedicada a San Nicolás y destacan sus cúpulas de tonos verdes y sus puertas de bronce, que se añadieron en 1996 antes de la visita de Juan Pablo II, que conmemoraba los 1.250 años de cristianismo en el país. El Museo Nacional, la Galería de Arte Moderno, el Museo de Historia Natural y Contemporánea, el Parlamento, la iglesia franciscana y el Parque Tívoli son otros lugares a visitar. Y es ineludible la subida al castillo que domina y vigila la ciudad. Reconstruido tras el terremoto de 1511, lo mejor es coger el funicular que sube desde la Plaza del Ayuntamiento. Una vez arriba, se impone admirar las vistas de la urbe y su entorno y tomar un refresco o cerveza del país en el patio del castillo. En el interior del edificio, la capilla gótica de San Jorge alberga la colección y el escudo de armas del gobernador de Carniola, amo y señor de la región en la Edad Media. Hoy el castillo se utiliza para actos culturales e incluso bodas.

La gastronomía eslovena se adapta bien al gusto español. Con influencia italiana (pasta, pizzas), sus vinos tintos son más que aceptables y algunos blancos respiran gran calidad. Las dos márgenes del río Ljubljanica, sobre todo cerca del Puente Triple, concentran bajo la sombra de sauces, tilos y castaños muchos restaurantes con terraza para almorzar o cenar al abrigo de fachadas engalanadas con flores. Si se busca un lugar más especial porque la cartera (afortunadamente) está llena, preguntar por el restaurante Manna, el más famoso, con una carta extensa que incluye buey Waggu (a 122 a la ración) y vino Vega Sicilia (650 a la botella). Otra opción es salirse un poco del centro y tomar un taxi hasta el restaurante CUBO, moderno, exquisito (buen pescado) y con un menú degustación por 40 a. Tras la comida, un paseo en barco por el río ofrece una perspectiva lineal y reposada de la ciudad, sus puentes y su casco viejo. El embarcadero está en la Plaza Ribji, cerca del Puente Triple. El guía nos recomienda una visita a la casa del padre Joze Plecnik, pero hay que decir que su trabajo es más interesante que su casa, vivienda austera de un trabajador incansable que diseñaba hasta su silla de trabajar.

La noche, que comienza y termina con el horario europeo, discurre bastante tranquila, con una oferta de restaurantes y bares de copas más que suficiente. Ljubljana cuenta con todos los atractivos de una moderna ciudad europea, pero a la vez preserva la atmósfera relajada y amigable de un pueblo. Un reto final divertido: buscar y encontrar un bar llamado Hijo de Puta, así, como está escrito y suena. No está lejos del río, como casi todo.

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