Del Kruger a las Victoria

El Parque Kruger es la primera etapa de la Expedición VIAJAR 2016. Una expedición que persigue capturar el latido de África y que culmina en una de las grandes maravillas naturales del mundo: las Cataratas Victoria.

Antílopes en el Parque Kruger, en Sudáfrica.
Antílopes en el Parque Kruger, en Sudáfrica. / ISTOCK

El río Zambeze recorre 2.600 kilómetros, desde las montañas de Angola hasta la costa de Mozambique. Livingstone dijo que era “la autopista de Dios en África”. Un gigante fluvial que cuando llega al foso por el que se desploma y causa las Cataratas Victoria justifica las leyendas locales, las canciones de los lozi que rezan al poderoso Zambeze: “Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Solo que nace en el cielo”. El Zambeze avanza lento y parsimonioso por un frente de casi dos kilómetros de anchura cuando, de repente, se encuentra con una falla vertical y se desploma. Cae a cuchillo por una pared de cien metros de altura que enfrente tiene otra pared de una altura similar, por la que el Zambeze caía hace millones de años. El salto del agua es tan espectacular como atronador. El agua, 550 millones de litros por minuto, forma una cortina de 1.708 metros de ancho y 100 metros de altura media que golpea con furia contra las paredes que la encajonan. El combate de las aguas contra las rocas crea una nube de vapor que puede verse a 60 kilómetros de distancia y un ruido colosal, como si la tierra estuviera rompiéndose por el impacto de las cataratas. 

David Livingstone divisó la nube de vapor y escuchó el ruido de las cataratas diez kilómetros río arriba. Preguntó a los nativos la razón del ruido y las columnas de humo. Para los kololo, las cataratas eran mosi oa tunya, el humo que truena. Livingstone recoge este nombre en su diario y también hace referencia a otro nombre anterior, shongwe, agua hirviente. No eran los únicos nombres. Los nambia las llamaban chinotemba, el lugar que truena; para los zezuru eran mapopoma, estruendo; y para los ndebele, manza thunqayo, el humo que se eleva. Todos los nombres tienen en común la referencia a dos elementos destacados de las cataratas: la nube de vapor que crea el golpe de la cortina de agua contra el foso y el ruido con que se acompaña. Hay un tercero: el arco iris. En ocasiones es habitual ver varios arcos iris a lo largo de las cataratas. También es posible ver el arco iris las noches de Luna llena. Los tonga creían que allí donde se estrellaban las cataratas contra la roca y nacía el arco iris se ocultaba una divinidad.

Cataratas Victoria
Cataratas Victoria / CORDON

Livingstone se acercó a las columnas de vapor cuya cima se perdía entre las nubes. Cambió su canoa por otra más ligera y avanzó hasta la isla hoy conocida como isla Livingstone, en el borde mismo de las cataratas. Se quedó perplejo, emocionado por tanta belleza. Luego escribiría: “Hasta los ángeles en su vuelo deberían detenerse para contemplar un espectáculo como este”. El explorador británico plantó semillas de café y albaricoques que luego se llevarían los hipopótamos. Y exploró las orillas del río y sus alrededores: una selva tropical formada por árboles de teca y ébano, elegantes palmeras y poderosos baobabs. Con cientos de aves y pájaros que vuelan en bandada cada vez que un gran animal cruza la selva camino del río.

Desde los cruceros que remontan el río Zambeze para ver atardecer –como el que formará parte de la Expedición VIAJAR–, resulta frecuente avistar elefantes que bajan a beber agua, observar a los huidizos búfalos entre la espesura y escuchar el bramido de los hipopótamos que pelean por su territorio en el río. “Todo el paisaje –escribió Livingstone– es de una belleza indecible”. Las Cataratas Victoria son la última etapa de la Expedición Viajar 2016. Una expedición que persigue capturar el latido de África y que comienza con una inmersión en uno de los grandes santuarios naturales del continente: el Parque Kruger. El Kruger es el primer Parque Natural de África, el segundo si se considera que se abrió al público en 1927, dos años después de la apertura del Parque Nacional de los Montes Virunga en la frontera de la República Democrática del Congo con los Montes Ruwenzori de Uganda. Pero la protección de la zona comenzó mucho antes, en 1896, cuando el gobierno bóer del Transvaal votó a favor de crear una reserva protegida de caza que sería el embrión del futuro Parque.

Bautizado en 1926 con el nombre de Paul Kruger, el presidente de aquel gobierno bóer (campesino, en neerlandés) que se enfrentó a los ingleses en dos guerras que atrajeron la atención del mundo, el Parque ocupa hoy dos millones de hectáreas, 350 kilómetros de norte a sur con una anchura mínima de 40 kilómetros y una máxima de 80. La vegetación es diversa. Predominan las áreas de sabana boscosa, abierta en las llanuras y más densa en las riberas de los ríos. No se parece, salvo en algunas zonas, a las amplias sabanas de acacias espinosas del Masai Mara o del Serengueti ni a las selvas tropicales de los Virunga. Es un territorio singular, en el que es posible avistar a los big five, los cinco grandes mamíferos de la fauna salvaje africana: león, leopardo, elefante, rinoceronte y búfalo del Cabo.

Hipopótamo
Hipopótamo / ISTOCK

La diversidad del Kruger

Pero el Kruger no solo es el lugar de los cinco grandes. Enormes baobabs crecen junto a los ríos, mezclados con higueras salvajes, varios tipos de acacias y el árbol cuyo fruto atrae a los elefantes: la marula, que puede alcanzar casi 20 metros de altura. Entre la vegetación, en los ríos, sobresale la figura de los antílopes acuáticos que compiten, en esplendor, con la de los soberbios kudús, uno de los antílopes más bellos de África. Hay, también, cerca de 90.000 impalas, 20.000 cebras, 9.000 ñúes y toda la gama de tamaños posible en los antílopes: desde el diminuto dik dik hasta el enorme eland. Entre sus depredadores destacan, junto a las hienas y los felinos, la poco frecuente presencia de los licaones, los perros salvajes africanos, muy difíciles de ver lejos del Kruger. Nelson Mandela soñó con la ampliación del Kruger. Trató de crear un corredor extraordinario para la fauna salvaje que sumara al Kruger territorios contiguos de Mozambique y Zimbabue. Aún es posible ese sueño, pero necesita de la ayuda internacional. No resulta fácil proteger millones de hectáreas del acoso de los furtivos.

Camino de Johannesburgo, para visitar, entre otros lugares, la casa donde vivió Nelson Mandela en Soweto, la Expedición se moverá, después de dos noches en el Parque Kruger, hacia la reserva del río Blyde. El cañón del río Blyde, frecuentado hace siglo y medio por los buscadores de oro, ofrece uno de los paisajes más impresionantes y menos conocidos de Sudáfrica. Es el primer cañón verde del mundo, el segundo más largo de África –después del cañón Fish, en Namibia– y uno de los más profundos, encajonado entre paredes que alcanzan los 800 metros de altitud. Ofrece unas vistas espectaculares, con miradores como La Ventana de Dios, que aparece en la película Los dioses deben estar locos. Es el lugar al que finalmente se asoma el pastor san para tirar la botella porque cree que ese paisaje, el de La Ventana, se corresponde con el fin del mundo.

La ruta que sigue al cañón, denominada recientemente Ruta Panorama, acompaña al río Blyde durante 50 kilómetros por una carretera en muy buen estado desde la que resulta casi imposible adivinar la majestuosidad del corte causado por el agua, el viento y la erosión durante millones de años. Se suceden las cataratas –llamadas Lisboa y Berlín–, las montañas de dolomita y cuarcita, las escarpaduras del Drakensberg y los fenómenos creados por el agua y la piedra. Como las cuevas de la suerte de Bourke, en inglés Bourke’s Luck Potholes. Una formación de extrañas chimeneas rocosas agujereadas por el agua, que reciben el nombre de un viejo buscador de oro, Tom Bourke. En la zona se pueden encontrar nutrias, damanes, mandriles, monos y, si hay suerte, ejemplares del pequeño, huidizo y raro antílope oribí. 

Cañón del río Blyde
Cañón del río Blyde / viajar

Pilgrim’s Rest, “el descanso del peregrino”, merece la parada de la Expedición. En septiembre de 1873 se descubrió oro en el lugar donde se asienta este pueblo junto al río Blyde. Pronto se llenó de tiendas de campaña levantadas por los Mac Mac, como se denominó a los mineros, en su mayoría escoceses. Luego, el oro se evaporó, aunque aún hay leyendas que sostienen la posibilidad de encontrar pepitas. Pilgrim’s Rest conserva algunas de las construcciones de su época minera. El pueblo está declarado Monumento Nacional y, desde 2004, está inscrito en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Su pequeño museo conserva reliquias de la época de los Mac Mac y en su cementerio destaca la tumba del ladrón desconocido.

El hotel de las cataratas

Dos noches en la capital financiera de Sudáfrica, Johannesburgo, permitirán a la Expedición recorrer el corazón de Soweto, el más famoso barrio sudafricano, y entrar en uno de los museos más importantes del mundo: Maropeng, el centro de visitantes del sitio declarado The Cradle of the Humankind, el Nacimiento de la Humanidad. Maropeng es el lugar donde se explican y se exhiben los resultados de la excavación paleontológica más antigua y continua del mundo, realizada en las cuevas cercanas de Sterkfontein. Es la casa de la Señora Ples, el cráneo más completo descubierto hasta ahora de un/una Australophitecus Africanus, que puede tener entre 2,6 y 2,8 millones de años. Después de Johannesburgo, Pretoria y Sterkfontein, la Expedición tomará un nuevo vuelo para aterrizar en Victoria Falls y hospedarse en un hotel excepcional: The Victoria Falls Hotel, el hotel levantado en 1904 para alojar a los ingenieros y directivos del ferrocarril que, por iniciativa del magnate Cecil Rhodes, pretendía unir los dos extremos de África: Ciudad del Cabo y El Cairo. Una placa de piedra señala la distancia desde el hotel al Cabo y a El Cairo. Al lado del hotel se encuentra el puente eduardiano de 152 metros y dos mil toneladas de acero que llevó el ferrocarril hasta las cataratas y frente a su incomparable terraza se escucha el trueno y se divisa la nube de vapor. Es la mejor base posible para disfrutar, de día, de tan inmenso espectáculo; emocionarse, de noche, con el sonido del humo que truena, y sentir, en todo momento, la certeza de que hasta los ángeles, como advirtió Livingstone, han detenido su vuelo para contemplar el poder de las Cataratas Victoria.

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