Islandia, aventura entre volcanes y géiseres

Islandia es una aventura, un viaje para encontrarse con la naturaleza más espectacular de Europa. El norte de esta isla surgida en medio del Océano Atlántico muestra su cara más agreste, con asombrosas cascadas, cráteres y calderas volcánicas, lagos, puertos balleneros e islas desperdigadas frente a la costa.

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secuencia-geiser / Eduardo Grund

Islandia es una tierra de contrastes que no se define de una manera sencilla. Para los geólogos, representa un lugar único, casi mágico, pues ocupa la masa de tierra más joven de Europa, entre las placas continentales de América del Norte y Eurasia, y cuenta con los mayores glaciares del continente y un puñado de los volcanes más activos del mundo. Resulta habitual oír hablar de este país de 335.000 habitantes como “la tierra del fuego y del hielo” por sus cientos de fallas, volcanes, géiseres, cascadas, fuentes termales, glaciares, campos de lava... Desde un punto de vista geográfico, es un país cercano a América. Por razones históricas está más vinculado a Europa. Su lengua casi impronunciable cuenta con una tradición literaria relevante. Los islandeses siguen leyendo las sagas del siglo XX en noruego antiguo, un idioma que solo se entiende en Islandia. Todos estos detalles configuran un país exótico para los europeos continentales. Esta isla casi desierta, de naturaleza desbordante, es fácil de descubrir a lo largo de la ruta que parte de Reikiavik, la capital, hacia la costa norte por la Carretera 1. El final suele situarse en el puerto ballenero de Husavik, donde se come muy bien y se pueden avistar grandes cetáceos. Otra alternativa a la carretera y a las multas –ojo: la velocidad nunca puede superar los 90 km/h en todo el país y la Policía siempre está al acecho del turista– es tomar un avión desde la única pista de la terminal doméstica de Reikiavik y plantarse en 45 minutos en Akureyri, la capital del norte islandés, con una población de 20.000 almas vinculadas generación tras generación al trabajo en el mar.

Akureyri, a la sombra de su catedral

Situada al fondo del fiordo Eyjafjörour y rodeada por decenas de montañas de granito casi siempre nevadas, Akureyri aparece como una pintoresca ciudad con casas de madera y flores multicolores que llenan durante unas pocas semanas al año su Jardín Botánico, a pesar de estar al lado del Círculo Polar Ártico. Las torres de su catedral luterana son el punto de referencia. La catedral, hecha de basalto, funciona como un faro en lo alto de una colina y parece incluso un pequeño rascacielos norteamericano. En su interior sorprenden sus bellas vidrieras. Tras la visita del templo, un corto paseo a pie conduce a los dos museos más peculiares de la ciudad: el Museo Islandés de Aviación, situado en un hangar del aeropuerto, y el Museo de Akureyri, con piezas históricas de la época de la colonización. Lo normal aquí es que los visitantes utilicen este puerto como punto de partida para explorar el norte del país. Solo hay una pequeña excepción: en junio se celebra un original torneo de golf, el Open del Ártico, que arranca sus jornadas antes de la medianoche y se juega durante la madrugada. Akureyri cuenta con animados cafés, modernos restaurantes y prácticos fish and chips, siempre con pescado muy fresco.

En esta región septentrional comparten su vida desde hace siglos los granjeros del interior y los pescadores de la franja costera. La vida de los granjeros estaba condicionada al uso del caballo, imprescindible para el transporte y el trabajo de las granjas. Ahora estos animales, abundantes en unas tierras muy frías, son utilizados para las excursiones turísticas por el norte. Por su parte, algunos barcos de pesca se ganan unas coronas extra guiando a los turistas en excursiones de avistamiento de cetáceos y focas, sobre todo entre los meses de mayo y septiembre.

Guía Islandia
Guía Islandia

La cascada Godafoss y el lago Mývatn

Tras una breve parada a las afueras de Akureyri en la casita de Papá Noel, nos dirigimos al lago Mývatn, el mayor foco de interés turístico del norte islandés. El estruendoso sonido de un salto de agua, que escuchamos a la derecha de la carretera, no es otro que el que produce Godafoss, la Catarata de los Dioses, erosionando el campo de lava de Bároardalur. El salto está considerado como uno de los más espectaculares de la isla. Las aguas del río Sklálfandafljót se precipitan desde una altura de doce metros y a lo largo de un ancho de treinta metros. El nombre de la cascada tiene que ver con una vieja historia del lögsögumaður Thorgeir Ljósvetningagoði, un antiguo abogado representante del pueblo encargado de recitar e interpretar la ley. Su logro más importante fue la decisión del Parlamento de Islandia de convertir el cristianismo en la religión oficial del país, abandonando el culto pagano. Esa determinación, tomada en plena época vikinga, hacia el año 1000, resultó muy polémica. Una de las leyendas más populares de Islandia cuenta que, al volver a su casa del Alþing (Parlamento), después de la conversión, Thorgeir lanzó las efigies de los dioses vikingos a esta cascada. Poco importa esta historia ahora a sus visitantes. Lo que se valora es que Godafoss, al igual que el resto de las atracciones naturales de Islandia, se encuentra hoy a la vista y al alcance de todos, sin entradas de pago. Una bendición en una isla que luce precios prohibitivos para casi todo, pero donde apenas se tocan los billetes y las monedas. En Islandia lo normal es pagar con tarjeta, desde un paquete de chicles a una comida o un depósito de gasolina, pasando por el uso de los urinarios públicos.

Dyngjufjöll, la Luna de la NASA

A 40 kilómetros, el lago Mývatn y sus alrededores exhiben una belleza austera pero envolvente gracias a sus raras formaciones de lava, las humeantes fumarolas, sus pozas de barro y los seudocráteres que surgieron con sus impactantes montículos y hoyuelos cuando fluyó la lava líquida hasta esta laguna rodeada de pastos. Algunos de estos pequeños cráteres se localizan en medio del Mývatn, como si se tratara de islotes emergentes, formando un paisaje excitante con un horizonte en el que ya se adivinan los picos nevados en dirección a Askja. Este cráter, el más importante de la caldera volcánica de Dyngjufjöll (50 kilómetros cuadrados de superficie), fue muy famoso en los años 60 del siglo XX porque la NASA realizó en sus alrededores algunas pruebas para los vehículos que debían circular por la Luna en los diferentes proyectos Apolo. Mývatn es conocido entre los turistas como el lago de los mosquitos y está bajo protección oficial desde 1974 por su valor geológico y su importancia ornitológica. No tiene mucha profundidad (4,5 metros) y su perímetro de 37 kilómetros puede ser recorrido en coche durante una excursión en la que no se puede prescindir de los baños naturales Jardbodin, una versión más reducida de la famosa Laguna Azul en el norte, pero de mayor encanto al no estar tan abarrotados de visitantes. Muy cerca se sitúa el volcán Krafla, de 820 metros de altura, con su inmensa caldera que ha tenido erupciones de lava en 1975 y 1984, desde el que se divisa una de las plantas geotérmicas más importantes del país, impactante sobre la llanura nevada. Y desde esta planta geotérmica no queda lejos Dimmuborgir, la llamada ciudad oscura, con cierto parecido a la ciudad encantada de Cuenca. Dimmuborgir resalta por sus fantasmagóricos laberintos de lava junto al extinto cráter Hverfjall, y por la cueva Grjotagja, que guarda un misterioso manantial y una poza de agua caliente. Aquí se rodó una de las escenas más famosas y sugerentes de Juego de Tronos.

Cueva-Grjotagja
Cueva-Grjotagja / Eduardo Grund

Las fumarolas de Hverir

Otra sorpresa espera en el sector norte del lago, al este de la cresta de Namafjall, cuando se accede a Hverir. Hablamos de un paisaje lunar con una paleta de colores casi irreales donde manda el ocre. Un regalo para la vista, con calderas de lodo, impresionantes fumarolas, fuentes calientes, géiseres y respiraderos fumantes, pero no para el olfato por el fuerte olor a azufre que arroja toda la zona. Sí conviene seguir un buen consejo que ofrece nuestro guía: “En este lugar, donde parece que la tierra arde en el subsuelo, hay que mirar bien donde se pisa y nunca deben abandonarse los senderos delimitados con cuerdas. Si te despistas, el susto o el accidente están más que asegurados”. Es el momento de refrescarse un poco y abandonar estas tierras calientes para dirigirse a Dettifoss, la cascada más potente de Europa, en el Parque Nacional Jökulsárgljúfur. Sus dimensiones son de 44 metros de altura por 100 de anchura, pero guarda un asombroso récord de caudal de agua: en verano fluyen por el salto más de 1.540 metros cúbicos por segundo, de tal manera que cuando el agua cae por el borde de la cascada se produce una columna de rocío visible a más de un kilómetro de distancia. Puede admirarse desde los dos lados del río Jökulsa, pero su acceso resulta algo peligroso porque las piedras no están fijas y se pueden mover. Conviene alcanzar la cascada por la Carretera 862, asfaltada, desde la que se puede fotografiar su lado más vistoso, o por la 864, aunque esta vía suele estar cerrada durante el periodo invernal.

Este cierre de carretera implica que para encaminarse a Husavik hay que regresar hacia Mývatn con el fin de tomar la Carretera 87, que culmina en este antiguo puerto pesquero, también testigo de la fiebre de la plata del mar en la primera mitad del siglo XX. Se vivía entonces el boom de la pesca del arenque que dio prosperidad a Islandia. Hoy, sin embargo, la principal razón para visitar Husavik es la de avistar ballenas en las cercanías de su coqueto puerto, desde el que también parten algunas goletas a Groenlandia. A la hora de fotografiar a las ballenas, no se requiere de un gran objetivo. Estos cetáceos que fascinan por sus dimensiones se acercan mucho a estas embarcaciones, por lo que la experiencia casi nunca decepciona. Y tampoco hay que preocuparse demasiado pensando en el frío reinante pues todos los barcos ofrecen ropa de abrigo durante la excursión. En la ciudad hay que visitar una iglesia de madera del año 1907, desde la que hay una excepcional vista del puerto, y los bares y restaurantes de los muelles, donde merece la pena degustar el excelente bacalao y el cordero de las tierras interiores.

El Círculo Dorado

De regreso al aeropuerto de Keflavik, hay que cerrar el viaje por Islandia realizando el Círculo Dorado. Las tres paradas principales de la ruta son el Parque Nacional de Thingvellir, la cascada Gullfoss y el valle de Haukadalur, con gran actividad geotermal y donde se encuentran los géiseres Gran Geysir y Strokkur. El Gran Geysir dio nombre al resto de géiseres del mundo, con su impresionante columna de agua que entra en ebullición cada 5-10 minutos. A diez minutos en coche está Gullfoss, la Cascada Dorada, la más impactante de Islandia, que muestra un doble salto de agua con una altura de 32 metros cayendo verticalmente sobre una estrecha quebrada del río Hvitá. El paraje por el que este río glaciar se despeña por el borde de una falla puede ser visto y fotografiado desde varios balcones naturales que permiten obtener diferentes perspectivas de la cascada y del cañón. Salvando las distancias, recuerda de alguna manera a los saltos de Iguazú en Brasil. Por último, el Parque Nacional Thingvellir asombra porque se puede admirar en él la gran fisura tectónica del planeta, la inmensa falla dorsal del Atlántico Norte que marca el encuentro de las placas submarinas del este y del oeste. El lugar confirma la gran actividad de esta zona volcánica asentada sobre la dorsal mesoatlántica, una falla de 40.000 kilómetros del lecho oceánico provocada por la separación de las placas tectónicas norteamericana y euroasiática. Esta masa continental crece una media de 2,5 centímetros cada año a medida que se fragmenta y se ensancha en los puntos que coinciden estas placas. De media, cada cinco años se produce una erupción importante en la isla. La última de ellas ocupó los titulares de la prensa mundial en 2014 y su protagonista fue el volcán Bardarbunga, situado bajo la capa de hielo del glaciar Vatnajökull. Sus emisiones de lava se alargaron durante seis meses. Un hecho que impresionó a los geólogos. En Thingvellir, el paraje más querido por los islandeses, se fundó el primer Parlamento del mundo (año 930) del que se tiene constancia escrita, y desde entonces ha sido el escenario de los acontecimientos históricos más importantes que ha vivido Islandia. Sus habitantes recuerdan especialmente el 17 de junio de 1944, cuando se proclamó en este lugar la independencia de la República de Islandia. Sesenta años después, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad.

Akureyri
Akureyri / Eduardo Grund

Elfos y criaturas de cine

En Islandia, grandes y pequeños se sienten atraídos por las leyendas de elfos, trolls y otras criaturas ocultas y seres míticos. Muchos islandeses creen en estas historias, propiciadas quizás por las largas noches de invierno y por esa extraña naturaleza del país que tradicionalmente era muy poco entendida. En Islandia, los colores, las luces, el sonido del viento, los contrastes de relieves y las historias de misterio tienen otra dimensión. De ahí que haya sido escenario recurrente del cine, de filmes tan populares como Tomb Raider, Muere otro día, Noé y La vida secreta de Walter Mitty, así como de la famosa serie televisiva Juego de Tronos. Producciones de fama mundial que pueden ser seguidas por los visitantes con la ayuda de la aplicación para móviles Iceland Film Locations.

Piscinas, fuentes termales y lagunas geotérmicas

Los islandeses conocen muy bien los beneficios para la salud de los baños termales. Snorri Sturluson, un historiador del siglo XII, ya tenía su propia piscina termal, casi según los cánones modernos. Cuatro de los trece baños más antiguos en la isla siguen funcionando. Los islandeses del siglo XXI han heredado esta tradición y disfrutan de las fuentes termales naturales y de las lagunas geotérmicas, como la famosa Laguna Azul y los Baños Naturales de Mývatn, sin olvidarse de las piscinas, unas 170 en todo el país. En cualquier ciudad hay al menos una, siempre con un vaso o una poza de agua caliente exterior. Los islandeses las visitan a diario (la entrada cuesta unos 3 euros) para encontrarse con sus vecinos y charlar de los temas de actualidad. Una versión local de lo que serían los pubs en otros países. Cuando cae la nieve y arrecia el viento, es el momento indicado para dirigirse a la piscina más cercana y sumergirse en un cálido baño geotermal. Reikiavik, la capital, dispone de su propia playa geotérmica, con arena blanca y cálidas aguas de mar, de tal manera que sus habitantes se bañan con tranquilidad en el frío Océano Atlántico.

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