El Guadalquivir reactiva la oferta cultural de Sevilla

Junten Sevilla con abril y tendrán un tópico en estado puro. Semana Santa, la Feria, el aire perfumado, el embrujo del río... "Nadie se baña dos veces en el mismo río". Cuando el griego Heráclito dijo eso, o algo parecido, debía de estar pensando en el Guadalquivir, eje y motor de incesantes novedades con las cuales Sevilla se escuda frente a las balas del tópico. Para seguir viva.

El Guadalquivir reactiva la oferta cultural de Sevilla

El Guadalquivir a su paso por el Puente de Triana.

Una guía que acaba de publicar mi buen amigo Jorge Molina (Ed. Jirones de Azul) se titula 123 motivos para no viajar a Sevilla. Dos cosas parecen claras: que Jorge Molina no es de Sevilla (es de Huelva) y que hay truco en lo del título. Es lo que en marketing llaman técnicas de psicología invertida ("no compre aquí, vendemos muy caro"). Con esa triquiñuela se torna soportable lo más insoportable: los defectos de los sevillanos. Convirtiendo lo peor en pura guasa, lo demás se supone que es trigo limpio. Con un excelente resultado: lo que debería provocar repudio, provoca una atracción fatal.

El autor da claves y consejos para enfrentarse al paisanaje. Los peligros de preguntar por una calle (si uno lleva prisa), qué hacer cuando una vendedora de romero te endilga la ramita por un leuro (cinco si te agarra el antebrazo, diez si consigue leerte la mano), cómo habérselas ante una bandada de tunos o de capillitas en una incienso-taberna, cómo distinguir a los canis de los lolailos, cómo entrar en una "discoteca de futbolistas", los diez errores capitales que nunca se deben cometer...

El paisaje humano, ay, resulta (casi) tan efímero y fugaz como los propios átomos o individuos que lo integran. Casi, porque algunos vicios y (pocas) virtudes se transmiten, al parecer, por los genes, o por una simple rutina. Cambia menos el paisaje-marco, o macropaisaje, el decorado, la ciudad de ladrillos y arrequives. Pero cambia también: panta rei, todo fluye. Lo que es patrimonio intocable se remoza, y, sobre todo, se van sumando materiales nuevos, que no tienen porqué ser nuevos ladrillos, puede ser una suerte de software, maneras inéditas de plantear la ciudad hispalense.

Sevilla, río de emociones es un enfoque fresco, vernal, lo último. La campaña se presentó recientemente en la capital del reino, con fanfarrias y folletos, y obedece al Plan de Turismo de la Ciudad de Sevilla puesto en marcha en el año 2006 por la Consejería de Turismo de la Junta, el Ayuntamiento y la Confederación Empresarial Sevillana. El impulso renovador se cataliza esta vez a través del "río Grande" sarraceno, el Guadalquivir. No es la primera vez; el río sirvió también de eje vertebrador para plantear la modernización de la ciudad tanto en la Exposición Iberoamericana de 1929 como en la Expo del 92. Y lo vuelve a ser ahora.

A la vera del río levantó Juan Talavera, en 1893, un palacete-mirador conocido como Costurero de la Reina. El mote se debe a la creencia popular de que allí bordaba la hija de los Duques de Montpensier, la que luego se casaría con Alfonso XII y se convertiría en reina, María de las Mercedes. La protagonista de coplas y romances cursilones ("Una dalia cuidaba Sevilla/ en el parque de los Montpensier;/ adornada con blanca mantilla/ parecía una rosa de té"). Lo cierto es que el palacete neomudéjar se alzó quince años después de la muerte prematura de María de las Mercedes, pero eso carece de importancia. Desde hace poco más de un año, el Costurero de la Reina se ha transformado en un Centro de Interpretación y punto de partida para explorar la Sevilla del 29. Se hizo en aquel entonces la apuesta mayor, desde el Siglo de Oro, por transformar su plano.

Los antiguos jardines de los Montpensier (hoy transformado en el céntrico Parque de María Luisa, que así se llamaba la duquesa madre) alojan los pabellones de aquella Exposición en los que brilla una revaluada arquitectura regionalista -cuyo principal adalid fue Aníbal González- y un romanticismo indigenista que fue aportado por las naciones americanas. Algunos de esos pabellones alojan hoy destacados museos (Arqueológico, Artes Populares, Capitanía...).

Más nuevo es el Castillo de San Jorge. No el castillo en sí, que es una construcción almohade del siglo XII, convertida en guarida del Santo Oficio, o Tribunal de la Inquisición, hasta el año 1785; el edificio se derribó en 1822 para crear un Mercado de Abastos, aprovechando algunos muros y enterrando otros. La novedad consiste en que los restos de aquella lúgubre cárcel, sacados a la luz, son desde el pasado mes de diciembre un centro temático sobre la Inquisición, o mejor, un museo por la Tolerancia (al otro lado del río Guadalquivir, justo enfrente, plantó Chillida su Monumento a la Tolerancia en el 92). Videoinstalaciones, ruinas y paneles de víctimas reales ponen los pelos de punta.

Nuevas tal vez no, pero sí renovadas, son las rutas temáticas que el Plan antes citado procura potenciar. Entre ellas están las rutas relacionadas con el 29 (arquitectura regionalista e indigenista, Teatro Lope de Vega, Hotel Alfonso XIII, fuentes y glorietas, romanticismo literario...), pero también dos que son todo un filón: Sevilla, escenario de ópera (son 134 las óperas allí ambientadas) y la Ruta de los tres mitos, a saber, Carmen, Don Juan y Fígaro. A éstas hay que sumar una ruta novísima, la de Murillo; se acaba de crear al socaire de la magna exposición El joven Murillo, que estará en el Museo de Bellas Artes (segundo de España en pintura, después del Prado) desde febrero hasta finales de mayo, con obras nunca vistas en España.

Algunas novedades son tan nuevas que ni existen; sólo en el papel, como proyectos. Por ejemplo, el futuro Centro de Interpretación de la Cerámica de Triana. O el Centro de Atención Integral al Turista. O los que, una vez más, tienen que ver con el río: la reforma del muelle de Nueva York, itinerarios fluviales con apeadero en seis pantalanes de próxima creación, el proyecto Primera vuelta al mundo y Nao Victoria, así como la apertura del muelle de las Delicias a grandes cruceros (de hasta tres mil pasajeros), algo previsto para después de la Feria de Abril, o el Acuario allí incoado.

Aún habría que añadir a eso una riada de eventos camuflados bajo cáscaras de siglas (a los progres sevillanos les gustan tanto las siglas como a los cofrades de Semana Santa los superlativos sagrados): SEFF‘10 (festival de cine europeo), feMÀS 2010 (música antigua), SIMOF (moda flamenca), SICAB (salón del caballo), feSt (teatro y artes escénicas), FOTO (foto)... Una logorrea que llega al paroxismo si hablamos no ya de festivales sino de asociaciones (ANCCE, FADA, ADEMOS, MOF ART, UCTL o LANDALUZ), cada una de las cuales esconde a su vez miríadas de siglas...

Como sucede con el agua de su río Guadalquivir, la capital hispalense también se renueva de continuo, para no dejar de ser la misma. Lo dijo Heráclito El Obscuro: "Cambiando, reposa". Qué emoción.

Síguele la pista

  • Lo último