Cuenca: desafío al espacio, a las alturas y al tiempo

Cuenca es un territorio de altura e impresionantes panorámicas. Una de las más bellas ciudades de nuestra geografía, desafía todas las leyes de la gravedad y del esplendor.

Cuenca
Cuenca / zoom-zoom

Cuenca desafía la ley de la gravedad, provoca a las alturas y reta al tiempo. La ciudad se asoma con sus Casas Colgadas a las hoces del Júcar y del Huécar, que abrazan la ciudad antigua como si fueran fosos abismales de un castillo de cuento. En Cuenca no rigen las leyes del espacio y del tiempo. Por eso, al abrir la puerta de un convento o de un palacio medieval, nos podemos encontrar una estación espacial o una deslumbrante sala blanca con cuadros de Tàpies y Saura. Es territorio de altura, donde sus cerros ofrecen panorámicas tan bellas que no sabrías por cual decantarte. Castillo, conventos, ermitas, torres, museos, puentes, balcones y miradores se despliegan por toda la ciudad, aunque casi siempre, sobre imponentes alturas.

La ciudad está llena de rincones secretos, por lo que hay que recorrerla despacio, descansando en sus trepidantes cuestas, para saborear sus mágicos recovecos.

Cuenca desafía al tiempo entre lo antiguo y lo innovador. Se abre paso entre ser una tierra de dinosaurios, y un observatorio de la galaxia. Desde Plaza Mayor, el epicentro de la ciudad, recorremos una urbe medieval y moderna. Hasta ella convergen caminos que vienen de las alturas, miradores que muestran la belleza singular de una ciudad entre hoces. Hasta aquí llegó la influencia de Leonor de Inglaterra, la consorte de Alfonso VIII. La reina marcó tendencia en la catedral de Cuenca, ya que con ella vinieron a Castilla artesanos y clérigos normandos que dejaron su impronta.

Pero también lo han hecho las pinturas y esculturas de Chillida, Tàpies, Saura, Zóbel, Rueda, Chirino, Feito, Millares o Sempere, que cuelgan de las paredes del Museo de Arte Abstracto que acogen las Casas Colgadas. Cuenca es un paseo entre puentes que desafían al vértigo y esbeltas torres y rascacielos antiguos que resisten en las alturas. Es un paso entre la historia antigua y la sofisticada innovación. Supone un itinerario extraordinario entre balcones y miradores en los que enmudecer frente a su seducción, donde las leyes del espacio y del tiempo no existen.

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