La Alpujarra de Almería, la gran desconocida

Un paseo por una de las esquinas más bellas de Almería donde sobresale Laujar de Andarax, la capital de una comarca hermanada con la vecina Granada.

Las Alpujarras, Andalucia
Las Alpujarras, Andalucia / pabkov/iStock

La Alpujarra de Almería, mucho más desconocida e ignota que la de su vecina Granada, se extiende en torno a una carretera que en sentido este conduce hasta los primeros brazos sedientos de Tabernas. El viajero que transita por estos lugares contempla el contraste que conduce del verdor y la fertilidad del agua y de la alta montaña a las ramblas, barrancos y farallones sedientos que presagian las tierras áridas del único desierto de Europa.

Este rincón de la provincia de Almería es menos conocida que su hermana. Pero en realidad solo existe una Alpujarra, aunque una línea provincia trate de separar Granada y Almería. Las realidades arquitectónicas, culturales y estéticas de allí son las mismas que las que destacan en esta esquina de la Almería más al oeste. Una de las entradas más habituales es el Puerto de la Ragua, a dos mil metros de altura, el escalón que el Parque Nacional de Sierra Nevada presenta allí donde las líneas administrativas tratan de separar una sola realidad geográfica. La carretera desciende entre curvas y a lo lejos se divisa el quieto Mediterráneo. Los pueblos de la Alpujarra de Almería salen poco a poco a nuestro encuentro como copos de nieve recién caídos entre los barrancos, los desfiladeros y las montañas en permanente cuesta. Pero todos los caminos conducen al fin a Laujar de Andarax, que es la capital y la síntesis de la comarca.

Vistas de Bayarcal, en la Alpujarra de Almería
Vistas de Bayarcal, en la Alpujarra de Almería / Tomasz Czajkowski / ISTOCK

Laujar de Andarax es un pueblo encantador que ha conservado la esencia arquitectónica, gastronómica y las tradiciones que hacen tan especial a esta zona del oeste provincial.

Laujar está habitado desde la prehistoria, pero es durante la dominación árabe cuando la villa alcanza su máximo esplendor. Su actual nombre proviene de esta época ya que Laujar significa en árabe “era de la vida”. Durante un tiempo llegó a ser corte de reyes y en su alcazaba residió Boabdil antes de ser desterrado a África. También fue la residencia de Aben Humeya, el líder de la guerra de las Alpujarras, allá por 1570. De todo aquello quedan las huellas de una arquitectura vernácula, de callejuelas blancas y serpenteantes, de balcones repletos de geranios, y en los campos que la rodean, olivos y pequeños huertos de regadío, gracias a la abundancia de las aguas que en cualquier otra zona de Almería es una quimera.

Tomar conciencia de todo esto es fácil. Basta con que el caminante se adentre por sus calles blancas y se asome a los balcones sobre el valle. En su callejero se esconde el Pilar de la Plaza, la más emblemática de las fuentes laujareñas, el Pilar de la Cañada, de la Barandilla, la fuente del Calvache o la de San Antonio. La arquitectura religiosa tiene su máximo exponente en la iglesia de la Encarnación que es de estilo mudéjar y atesora dentro un impresionante retablo de estilo barroco que cuenta con un lienzo de la Inmaculada de la Escuela de Alonso Cano. Completan los templos a visitar, la ermita de Nuestra Señora de la Salud, el convento de San Pascual y la ermita de las Ánimas.

Junto al patrimonio histórico, el municipio tiene en la naturaleza, uno de sus máximos valores. Y es que además del nacimiento del río Andarax, en Laujar existe una alta concentración de rutas por la Sierra de Gádor (en la que cabe destacar las sendas de las Minas y Caparidán) y por Sierra Nevada que parten desde el área recreativa El Nacimiento y que congregan, cada año, a gran cantidad de turistas y aficionados al deporte. La senda del Aguadero, la Hidroeléctrica y la de Monterrey, son algunos ejemplos de rutas que el visitante, no debe perderse.

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